martes, 8 de diciembre de 2020

Amigos de toda la vida : Postcrónica

Gato por liebre, peleón del Duero por Vega Sicilia o “La Venganza de Don M…”


¿Cuántos años han transcurrido desde la memorable boda germana y la pintoresca noche toledano-muniquesa? Meteorólogos confirman que ha llovido bastante desde entonces. Nuestro pobre, pero ingenioso, Mariano Anaya tuvo que sufrir y soportar en encuentros, reuniones y festejos amigos, chanzas, burlas y cantoletas sobre las históricas nupcias. 

Para resarcir a nuestros inolvidables Mariano y a Pepita, (quienes tan pronto nos abandonaron los dos) de tanta tomadura de pelo, a ellos dos va dedicado este capítulo, mezcla de realidad con ficción y fantasía, como testimonio de amistad verdadera que perdura viva.

Transcurridos algunos años desde el famoso evento nupcial, se reúne nuestro inseparable sexteto, protagonista de la presente historia. ya asentado profesional y fijamente, cada pareja en su parcela: José Luis Sanromán catedrático de alemán y Lola Cruz de latín en León, Mariano, catedrático de Francés en la Escuela de Magisterio salmantina y Palmira y Manolo de retorno de las Alemanias en la Algorta y Deusto vizcaínas. En uno de los preceptivos encuentros vacacionales, en los que no podían faltar las meriendas campestres en Palacios, o las cenas y tertulias capitalinas, propusieron Pepita y Mariano celebración solemne en su casa. Sucedáneo compensatorio del frustrado banquete de bodas.

Aburrido nuestro amigo sufridor del permanente recordatorio del malhadado episodio con la menor excusa, ideó el paciente Mariano ingeniosa artimaña: celebración gastronómica charra con productos caseros, para compensar el fallido solemne y tradicional banquete nupcial. Desquite genial, que un servidor se permite bautizar como “La venganza de Don Mariano”. Revancha digna de deportista de élite, de cazador de liebres, conejos y perdices y de amigos de los de antes: auténtica y solemne firma de paz, punto final a tan pregonada alianza.

La ceremoniosa cena fue cálida y cordial, abundante y generosa. Y, ante todo, fue original, parsimoniosa y amigable. Con alegría y solemnidad de primera. Condimentada con las especias del cariño y la amistad y con productos solicitados por los amigos, de caza “mariana” de la campiña charra: liebres, conejos, perdices, palomas torcaces… 

Los besos y abrazos de bienvenida cariñosos vinieron acompañados, al abrirse la puerta, de un aromilla que resucitaba hasta los muertos. ¡Cómo para chuparse los dedos! Sobre todo el golosillo Manolo, tan aficionado al chuparreteo de doradas alitas y patitas de aves y otras correcaminos.

La anfitriona Pepita sorprendió a los invitados con una mesa más ceremoniosa que las ampulosas de las solemnidades oficiales: lujoso mantel a propia mano bordado, cristalería de lujo, regalo de boda, cual si hubiera llegado de Bohemia, bandeja de plata, idem de lo mismo, y… para qué proseguir con tan minuciosa y aburrida letanía.

Los brindis alternaban con las consiguientes exclamaciones de alabanza desde el primer asado de perdiz de la campiña mirobrigense. El ágape alcanzó el punto máximo cuando, al hacer su presencia la campeona liebre de casi tres kilos, según dato del presumido cazador, éste ordena cambio de vaso por copa, pues, se trataba de plato y pieza merecedores de especial caldo. He de confesar que éste fue primicia para algún catador, más acostumbrado a los vinillos caseros que a las grandes marcas. 

Nuestro sufrido anfitrión aprovechó el descorchado solemne de un reserva “Vega Sicilia” con una decenita de años en bodega, como el momento propicio para venganza apropiada a la tan burlesca y cansina historia de desposorios. Mariano ideó un armisticio pacificador para, de una vez por todas, acabar con el maliciosillamente cacareado episodio. ¡Dónde las dan las toman! La venganza de nuestro Mariano nada tiene que ver con la teatral “Venganza de Don Mendo “ de Múñoz Seca. La de Don Mariano comenzó tras la aparición en la mesa del asado con el solemne y ceremonioso brindis : discurso concienzudamente hilvanado de cazador y profesor de lengua francesa con la copa del Vega Sicilia en alto, solicitando, burlón, veredicto del viticultor y bodeguero Manolo sobre el Vega Sicilia. El catador relamiéndose los labios y paladeando y saboreando, cual versado en solemnidades de esta categoría no supo más que, boquiabierto, exclamar: ¡Maravilloso! ¡Qué delicia!

Resultó que el maravilloso Vega Sicilia había sido el mosto con el que habíamos acompañado a la perdiz... y el anunciado Vega Sicilia de la liebre era corriente vinillo del año de tierras del Duero. Mariano había cambiado las etiquetas de las botellas dándonos el “gato por liebre”.

Y no acabó en la bebida la tan astuta venganza: 

“Sepan Ustedes, Señoras y Caballeros, continuó nuestro amigo en engolado tono, que estamos en tiempo de veda… y por tanto, a nuestra cocinera Pepita no le ha quedado más remedio que sustituir la liebre - no por gato, por favor - pero si por un gigante conejo de granja y la perdiz por una palomita del palomar de su madre.”

Atribulados y cariacontecidos, los amigos invitados, prometieron, avergonzados, no volver a sacar a relucir el desdichado evento. La celebración concluyó en paz y contento. Y con el último trago, borrón y cuenta nueva, sepultamos de una vez por todas, burlas y remordimientos. 
Y Mariano, feliz y socarrón aprovechó la siguiente cita de Don Miguel de Cervantes (experto “reportero” de circunstancias similares en las “Bodas del ilustre rico Camacho”), para que el banquete terminase en paz y contento y concluyó con las siguientes palabras: 

“En las contiendas y competencias amorosas se tienen por buenos los embustes y marañas que se tienen para conseguir el fin que se desea”...

Y siguiendo a rajatabla las consejas de Don Miguel, según testimonio del gran Mingote: 
“se abrazaron y quedaron amigos 

El Quijote de Mingote


“¡Tan amigos como de siempre!”, Don QUIJOTE… Libro II cap. VII

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