jueves, 27 de noviembre de 2014

DEUSTO en el recuerdo

Podría dedicar páginas copiosas y asignar interminables capítulos a unos fascinantes lugares (Algorta y Bilbao), a una universidad acogedora (Deusto), a unos paisajes y horizontes de montaña y mar ensoñadores, a un río (el Nervión) y a una ría que me acompañaron diariamente durante una larga década y fueron conformando mi profesión y consolidando nuestra familia: primero con la llegada de Lucila, posteriormente con la próspera arribada de González y Regalados. Y cerrando ciclo con la conquista de Joseba y los Alonso.

El Bilbao de entonces, irreconocible hoy día por su belleza y modernidad (sus puentes, rascacielos y museos), figuraba en la agenda cultural del charro, emigrante- trotamundos que retornaba a la patria, como ciudad industrial y futbolera. Con altos hornos humeantes y contaminantes y una ría contaminada por la industria de sus márgenes. Ciudad animada y poblada por barcos y buques mercantes nacionales y extranjeros, que seducían al recién llegado del norte de Europa buscando en su matrícula el puerto atlántico de procedencia. Río y ría eran escenario a dúo de regatas y gabarras cargadas de bilbaínos, grandes cantores, juerguistas y marineros, según pregonaban con sus cánticos: "Por el río Nervión bajaba una gabarra "o "Desde Santurce a Bilbao", "Apaga luz Mari Luz apaga luz", "Los borrachos", "Maite yo no te olvido", etc. etc.

(foto: Blanca González)
Pero como los recuerdos se acumulan y las escenas y vivencias se atropellan - intentaré recapitular en dos jornadas profesión y universidad, familia y sus circunstancias. Por deferencia demos prioridad a la primera: Universidad de Deusto. Hablar de Deusto significa rescatar un puente levadizo de este apodo que abría y levantaba sus dos gigantescas hojas metálicas cada vez que solicitaba paso el insistente y penetrante silbido de un barco. Evocar una barriada famosa que fue por sus tomates y por acoger a parte de mi familia y amigos, por su popular ribera y cervecera y la concurrida y animada avenida de asfixiante circulación, con restaurante, cafetería, pastelería y sala de fiestas de rango, la Casa Vasca. Y ante todo famoso por su apeadero, el colegio mayor y una universidad que prestó y presta fama y renombre al país vasco. Universidad con significación polisémica. 

O para mejor entendernos, cúmulo de metáforas dispares: Regalo de Reyes (llegaba a Bilbao este bloguero con su familia un 7 de enero), reserva intelectual jesuítica, umbral de puertas abiertas a campo profesional prometedor, ventana a un nuevo mundo de horizontes menos sombríos y más esperanzadores, puesta en marcha del contador de mi carrera académica, importantísima etapa de aprendizaje multidisciplinar en las aulas y en la vida. Deusto acababa de ser reconocida en 1963 como Universidad de la Iglesia por el estado español, lo que supuso un renacimiento, un caminar hacia arriba y adelante, una adaptación a los sistemas, especialidades y demandas de los modernos tiempos universitarios, superados los vetustos fundamentos humboldtianos y jesuíticos decimonónicos. La afamada Comercial del P. Carmelo Bernaola, señera en el campo de la economía y derecho de empresa, compaginando titulaciones con Derecho, convertida en institución pionera y centro español de rango nacional, el ICADE madrileño como secuela. También la facultad de Filosofía y Letras, como se denominaba entonces, fue abriendo paso a la progresía y modernidad. Las clásicas filosofía, teología e historias se vieron rebasadas por las modernas filologías y licenciaturas en alemán, francés e inglés. El alumnado y profesorado creció como la espuma. Profesores seglares extranjeros dirigían algunos de los nuevos departamentos y alguno de los llegados de fuera ocuparían secretarías y vice-decanatos. La apertura fue generalizada. La mujer irrumpía por primera vez en claustros y cotos machistas. Y a tal grado ha llegado el aperturismo y desarrollo que, con admiración y beneplácito compruebo en Internet que vicedecanas y vicerrectoras regentan alguna de las modernas facultades del pabellón de cristal, la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas y la de Psicología y Educación. Mujer es también la Secretaria General de la Universidad. 

Escalinata principal (foto: Blanca González)
Pero retornemos a mi pasado. Con el curso ya en marcha, en un enero cualquiera, debutaba en aulas universitarias. Los comienzos fueron coser y cantar para el novato docente universitario. La matrícula en Filología Alemana - el alemán apenas figuraba como lengua extranjera en el bachillerato español - se reducía a Pilar Pastor, alumna procedente del Colegio Alemán, y a José Mª Taberner, catalán residente en el Colegio Mayor de la Universidad, brillantes e inteligentes ambos, compañeros más que alumnos los dos. Las ventajas de una docencia personalizada tenían sus pros y sus contras. Las clases eran una tertulia. Pero la escasez inicial de alumnado se suplía con acumulación de asignaturas a impartir: Literatura, Cultura y Civilización Alemanas y Lingüística Germánica (obligatoria también ésta para los alumnos de filología inglesa lo que aumentaba considerablemente la asistencia). O con cargos académicos: comenzando por director del Departamento de Alemán, pasando por Vicedecano de Letras y Secretario de Facultad. Y otras cargas o cometidos menos pesados y onerosos, honrosos y gratificantes: relaciones públicas, sociales y humanas. Con mi flamante Opel Record alemán, me correspondía rendir honores de bienvenida, presentaciones, acompañamientos o despedidas en estaciones o restaurantes a ilustres profesores invitados de otras universidades: Madrid, Valladolid, Salamanca, Alemania… Merecen ser recordados: Don Emilio Lorenzo, paisano paternal (Académico de la Lengua) y Hans Juretschke, futuros compañeros y patrocinadores en la Complutense. Pero armonizado con el clima, sus paisajes, sus gentes y sus costumbres, el soleado y primaveral Deusto de los floridos magnolios de su antiguo pórtico y la embriagadora rosaleda de la Comercial, su recuerdo está salpicado de las inevitables sombras. 

La vida es antojadiza y estricta siempre. De aquel claustro numeroso que entre numerarios, agregados, adjuntos y auxiliares pasaba del centenar ya no están o ya no son la inmensa mayoría. Muchos se fueron hasta del recuerdo. En el corazón pervive el grupito de los fieles. Los íntimos e inolvidables. Amigos y compañeros que dejaron su impronta en el advenedizo “Herr Doktor” importado de Alemania. Para ellos, representados en este singular cuarteto, este brevísimo recordatorio de homenaje y agradecimiento.

Luis Lázaro Uriarte: vasco barojiano. Aún te veo Luis siempre con el cigarro en la boca, mascullando y regalando arte a espuertas llenas, con las más hermosas palabras de crítico y profesor de arte. El mejor elogio de despedida última hace unos años llegaba de uno de tus ilustres exalumnos, Zugaza, director actual del museo del Prado al recordar a su maestro de historia del arte en Deusto, Luis Lázaro. Culto entre los cultos. Lector insuperable. ¡No sé cuándo dormías! ¡Todas las semanas caían tres o cuatro libros en tus veladas literarias hasta las tres o cuatro de la madrugada! No había por donde pillarte. Generoso y espléndido. En nuestro salón cuelga alguno de los valiosos cuadros que nos regalaste, unos más del rimero que atesorabas como presentador codiciado de exposiciones en galerías o salas de arte bilbaínas. 

Carlos González Echegaray: cántabro universal. Historiador, lingüista-africanista, bibliógrafo. Ante todo humilde y cordial. Dulce y callado. Bibliotecario de la Menéndez Pelayo santanderina, Archivero de la Diputación foral de Vizcaya, nos dejaste para siempre el pasado año como Director de la Hemeroteca Nacional de Madrid, donde nos vimos por última vez. 

Ricardo de Ángel: Por méritos propios, aun siendo profesor de la Facultad de Derecho, mereces ser incluido en esta nómina de Letras, por ser amigo de todos. El más joven del claustro. Frisaba los 30 cuando nos conocimos. También el más pequeño de estatura. Pero de talla excepcional como profesor y persona. Sintonizamos muy pronto y ambos fuimos los primeros vicedecanos seglares en nuestras respectivas Facultades. Acabaría de Decano. De humilde familia sestaorra, estudiante siempre becado y sobresaliente, fue premio extraordinario fin de carrera en el distrito universitario de Valladolid. Relevante jurista y abogado bilbaíno hace unos años fue nombrado Doctor Honoris causa por la Universidad de Buenos Aires. 

Winfrid Arnold: lector de alemán. Austriaco con aires y portes prusianos, fraternal compañero. Apoyo y contrapeso al pequeño, tierno y fácilmente abordable jefecillo.

El recuerdo de Deusto, aunque oscurecido y envejecido por la distancia de los años y el destino, permanece fiel y firme. Inolvidables las atenciones y amabilidades: La hospitalidad de los de dentro y los de fuera: De los primeros o los de casa, los compañeros jesuitas que todavía residían en la planta superior: Juan Luis Cortina, Juan Churruca, Javier Petrirena, Ignacio Elizalde… De los de Arriba y los de Abajo: Rectores P. Ferrer Pi y P. Reyzabal, P. Santamaría y Ramón Areitio decanos. Compañeros de fuera. Ilustres especialistas en su materia a los que Deusto sirvió de trampolín y academia de paso, y que aterrizaron más tarde en puestos de rango y como catedráticos, en universidades nacionales o extranjeras: Madrid, Salamanca, Alcalá, Vitoria, Michigan etc. Omito nombres para no caer en omisiones. Entre los de abajo, rápidamente sintonicé con personas de todos los gremios y estamentos: secretarias(os) y bibliotecarias(os), bedeles y jardineros… Pero la vida además de antojadiza es mandona. La psicosis de inestabilidad profesional, la incertidumbre y la obsesión epocal por conseguir un puesto oficial fijo provocaron nuevo planteamiento de futuro. En menor escala que en Alemania, pero seducido por tentadoras promesas de amigos mayores foráneos, comencé a sentirme incómodo, en mi presunción de ciudadano del mundo, en la estrechez del Pagasarri y Archanda, de Enécuri y del Serantes, y acuciado por las circunstancias políticas. La oferta y llamada de la universidad pública, la Complutense madrileña, se convirtió en manzana tentadora. El consejo familiar consideró también oportuna la llegada de la hora del cambio, cuando Antje comenzaba ya los estudios universitarios.

Ello no significaba ni deserción ni descontento. DEUSTO – su Universidad- continúa en mis duermevelas girando en torno de mi cerebro.Y en ese baile participan mis fieles compañeros y alumnos, mi despacho, sus aulas y pasillos, su cafetería y sus capillas, su adorada fachada central, su escalinata y sus dos magnolios guardianes protectores regalándome sus flores, su verdor y su sombra, y la constante y fiel compañía de la Ría. ¡Y tantos casos y cosas! En el balance global pesa más lo que aprendí que lo que enseñé. Más lo que recibí que lo que aporté. El “Kleinman” (pequeño hombre) brechtiano, se despedía transformado en individuo multidimensional con ribetes de humanista universal. 

En esta retahíla de ecos y recuerdos, algunos desdibujados, permanecen nítidos y cercanos: Un reloj en mi mesa de trabajo, regalo de valor incalculable, de dos de mis fieles alumnas, Mar Pérez y Carmen Izarra, hoy profesoras, representantes de Deusto en El Escorial, en el VII Congreso de Germanistas Abril 1992 “Homenaje a Manuel José González”.

Visita a Deusto en abril 2011:
entrañable reencuentro con Carmen Izarra (foto Blanca González)

 El gesto más cálido de agradecimiento y cariño de Carmen Izarra abrazada a mi vetusta naturaleza durante la visita familiar a Deusto en nuestra excursión familiar a Algorta-Bilbao en abril de 2011. Como oro en paño, aunque empolvados, conservo también los primeros volúmenes de “Letras de Deusto”, prestigiosa publicación de esta universidad, cofundada con el Padre Elizalde y varios compañeros en 1971, y que para mi gran sorpresa continúa aun publicándose.¡Chapeau! Caso insólito en este tipo de publicaciones. Igualmente almaceno varios trabajos- excelentes en su mayoría- de mi último Curso de Doctorado en Deusto: “El carácter de Don Quijote y Sancho. Primera interpretación en una lengua germánica”.


Y por último, y como testimonio gráfico, esta amarillenta foto histórica - ¡la única¡ - directamente vinculada a mi actividad deustoarra: un periodista de HIERR0, (Eguillor), diario bilbaíno de aquellos tiempos entrevistando en el nuevo y flamante Instituto de 2ª Enseñanza de Guecho al secretario y responsable del VII Curso Internacional de Lengua y Cultura españolas de Deusto (1968). Como algorteño quijotesco y amante de mi nuevo pueblo propuse trasladar y organizar en Algorta - mar, playa, paisaje y vacaciones - los cursos de verano para extranjeros, en vista del escaso atractivo que ofrecía Bilbao, entonces ciudad industrial. El resultado fue exitoso y satisfactorio.

Si bien el ensayo fue golondrina de un par de primaveras, y ya que nos encontramos en la acogedora y hospitalaria Algorta, reservémonos y reservémosla para próximo capítulo.