martes, 5 de junio de 2012

EL PRECIADO DON DE LA AMISTAD


Homenaje póstumo y Adiós a Aurelio

Amaneció gris y lluvioso, rayano en la tristeza. Fue uno de esos días del cacareado "abril aguas mil", que este año no hubiera sido tan vil como repite el refranero, sin la noticia tempranera, y tan inesperada: "Ha  muerto Aurelio".

La implacable vara de la justicia  nos monta de vez en cuando una de estas jugarretas difíciles de sobrellevar. Muchos de los seres queridos y de los amigos leales se nos van marchando sin previo aviso. Éste fue tu caso. Y el nuestro, querido Aurelio. Te fuiste alejando, callada y pausadamente,  para hacernos menos doloroso el vacío de tu ausencia. Te lo agradecemos, aunque nos cueste tanto admitirlo, justificarlo y sobrellevarlo. Pero tu recuerdo y la recreación de momentos y vivencias felices en tu compañía, tranquilizan y serenan nuestros doloridos sentimientos. Acompáñanos una vez más - siempre caminarás lentamente  a nuestra vera - en nuestras correrías vacacionales por Palacios:

¿Recuerdas la histórica y gran nevada de vuestra - Pruden y tuya - primera noche en Palacios, una víspera de la Inmaculada? Íbamos a firmar el gran armisticio, a ultimar detalles de la boda de nuestros hijos Lucila-Joseba. Disfrutaste  de la nieve como un niño. Mejor dicho, como un enano. (Perdona el símil que tan poco se aviene con tu eusquérico volumen. Tú hubieras dicho "como un búfalo en la pradera", tu expresión favorita para magnificar el sueño).

Las maravillas del invernal paisaje charro solías revivirlas con frecuencia: las monumentales encinas y el tímido pinar tocados de blanco, los caminos y la carretera con medio metro de nieve, según tus cálculos. Porque tú siempre tirabas "p'arriba", siguiendo el sistema aureliano de mediciones de espacio y tiempo. No olvidaremos jamás  aquella mañana de un agosto sin fecha, cuando a las intempestivas 8 horas, los moradores de La Colina durmiendo como marmotas, aparcabas victorioso con tu  Megane azul a la puerta de nuestro garaje. ¡Que Dios te lo perdone! Y sobre todo la pobre Pruden, pues, tan breve fue su noche que, con el lucero del alba el intrépido conductor bilbaíno había ya rebasado Burgos, pisando sin piedad el acelerador al grito de : "¡Vamos! ¡Que no vamos a llegar!"

Pero vuestra llegada a La Colina en el tórrido y sofocante verano de la meseta castellana, la hora era intrascendente, era cual bocanada de refrescante brisa procedente de los verdes bosquedales vizcaínos. Por eso también te perdonamos tus madrugones matinales, tu función de despertador en los silenciosos y quietos pasillos y puertas de la "casa rural", cuando el toque de diana era tardío y libre en la casona.
Tu patriarcal silueta vasca continuará acompañándonos en nuestra mesa, en las tertulias y sobremesas campestres. Continúa disfrutando de tus tempraneros paseos solitarios por el camino del Carbajo, acompañado siempre de tu fiel e inseparable Tecla, para pasar revista y dar los buenos días a las vaquitas de los cercados colindantes. Y antes o después, te lo dejamos a discreción, continúa con tu deber cotidiano de inspeccionar frutales y moreras del paseo de los frutales, sin olvidar tus predilectas "claudias" y ciruelas tempranas.


A la sombra de uno de los gigantescos piñoneros, sala de estar de sol a luna, te esperamos, "compañero del alma", compañero! Pero no olvides la "Txapela", que tan bien te sienta y con tanta prestancia portas, ni la “Katxaba” para evitar tropezones, ni el vasito de tinto de la "bodega Manolo" y  la compañía de nuestra Tecla, guardiana cariñosa aunque dormilona. Y, por favor, no olvides nunca a tu eterna compañera de cama y campo, sillón y silla - aquí sí que tienes que hacer declaración de conductas y servicios (tranquila Pruden- me estoy refiriendo a tu socia la radio), siempre pegada a tu oído y con micrófono abierto, cultivándote y culturizándote, continuamente al tanto de lo que se cuece en cocinas ajenas y se teje en alcobas privadas, vidas y milagros de tus amistades artísticas, de esa tropa de "mujeres de moral distraída" a las que tú  eufemísticamente calificabas de “género lírico”.

Admirable y envidiable era tu prodigiosa memoria de caballo o elefante - como tú quieras. La enciclopedia Álvarez se te quedaba corta, y tú recitabas de carrerilla la lista de los reyes godos, los ríos de la península ibérica, y hasta los del continente africano, afluentes incluidos. El catecismo del P. Astete te salía hasta por las orejas, y en la libreta de tu memoria llevabas grabadas matrículas y marcas - incluidos  los neumáticos - de los camiones, coches y vehículos que maniobraste, y los nombres de todas las ciudades, pueblos y poblados, calles y callejas que  transitaste, y hasta los bares que frecuentaste.
Como un recuerdo más, y último  por hoy, tengo que comunicarte que tu deportivo slogan de guerra y ánimo  “¡Aupa Athletic!” ha surtido efecto terapéutico. Pocas horas antes de despedirte de nosotros, tu consigna resonó ensordecedora en los graderíos de San Mamés y aledaños del Nervión y tú, y nuestro, Athletic se convertía en finalista de la Copa de Europa. El resultado de Bucarest me lo silencio para no desilusionarte. ¡Otra vez será!

En este capítulo deportivo fuiste siempre un caballero de pro. Aunque con un ojo llorando y otro riendo, quiero que sepas que el Real Madrid - tu segundo equipo - se proclamó - triste y lamentablemente - en San Mamés - Campeón de Liga 2011-2012.

Para finalizar esta misiva de despedida, tengo que confesarte y pedirte perdón por mi simpleza y cobardía. La noticia de tu definitiva separación fue mazazo de tal magnitud que me impidió acudir a decirle adiós a tus cenizas. Religiosa y serenamente me fui recomponiendo y asimilando tu fichaje por el Derio. Me encantaba tu socarrona y socrática filosofía al comentar, humorísticamente, ante la esquela mortuoria de conocidos, próximos o lejanos: "Otro que fichó por el equipo de Derio"(1).

¡Agur Aurelio! ¡Hasta siempre! ¡Duerme en paz! ¡No te olvidamos!

(1)Localidad del cementerio bilbaíno

Majadahonda, Mayo 2012


PS. Dedicado a mis amigas Pruden, Libe e Isabel. A Lucila y Juanto. A tus cuatro nietos Olatz e Inés, Juan y Martín. Y, en especial, a nuestro Joseba.