jueves, 24 de diciembre de 2015

Historieta del Ratón listillo...

 ...que sabía más que el Doctor Bustillo

Nuestro protagonista es un roedor que, en realidad, no se diferencia gran cosa de los de su especie. Pues, es pequeñito como un ratón de campo y grisáceo y familiar como un doméstico. Como uno más de la familia se caracteriza por los pícaros ojuelos, los presumidos bigotitos, el largo rabillo juguetón y el puntiagudo hociquito. Pero, en lo que es un crack, es en su olfato de perro perdiguero: no hay queso ni producto alimentario que se le resista en despensas y cocinas, y  también insuperable en su pasmosa habilidad excavadora trazando túneles y galerías subterráneas de camuflaje donde asentar su nido o su casita. Con idéntica destreza se cuela y desliza furtivamente en armarios y cajones, aun cerrados con siete llaves, en paneras, queseras y otros receptáculos.


Pero donde se mueve como pez en el agua, enseñoreándose y pavoneándose de sus saberes y decires, es en el amplio y docto recinto de la cultura, es decir: en bibliotecas, librerías y papelerías, en estantes y anaqueles poblados con libros, pergaminos y papelotes diversos. De ahí que pomposamente presuma del apodo “ratón de bibliotecas”. Hasta el punto de que, de tanto roer y roer y engullir, perforar y devorar páginas y páginas,  ha acabado convertido en el ratoncito listejo más leído e instruido que conoce la historia. A tal altura y a tal grado asciende su culturón, que hasta ha aprendido poesía; las palabras y los versos le salen como rosquillas (su dulce favorito) por las orejas. Maestría y muestra de ello dio en el siguiente contratiempo que contaremos a continuación. 

Aunque “Speedy Gonzales”  (tal era el apodo por el que era mundialmente conocido) gozaba de una salud de hierro, cierta noche fue presa de tan insólito como inesperado fuerte dolor de barriga que, su madre, alarmada, temiendo por su vida, solicitó con urgencia la visita de un doctor en medicina. Y dicho y hecho. En un santiamén hizo su aparición el Dr. Bustillo, médico de guardia de la zona. El enfermito y quejica roedor se retorcía en la cama tumbado panza arriba, hinchado como un sapo, gruñendo como gorrino en matadero. El Doctor, suplicándole calma y tranquilidad, sacó su libreta de la cartera y, bolígrafo en ristre, comenzó el habitual y consabido interrogatorio.

– Vamos a ver. ¿Cómo te llamas chiquillo?

– Yo no me llamo. Me llaman.

El Dr. boquiabierto insiste:

– Que cuál es tu nombre.

– Yo no tengo nombre, soy sólo pronombre.  Yo soy yo, y juego al yoyó.                          

Lentamente al galeno se le iba agotando la paciencia, al ver cómo el paciente “piripiaba” desvergonzado y chulesco…

– Pero, ¿tendrás un nombre de pila?, digo yo.

– De la pila no me acuerdo. Me han dicho que me pusieron Calixto, por eso soy tan listo. 

– Chulillo sí que eres. Irás al colegio.

– No lo necesito. Además… me aburro, porque duermo de día, ya que soy nocturno. Trabajo de noche, a la luz de la luna y de las estrellas… y me gustan las pellas. ¡Ah! y también me gusta rechupar las paellas.

– Algo raro me resultas, ratoncito, - puntualizó el Doctor -. Pero vayamos al grano. Cambiemos de tema. Con que… dices que te duele la barriga.¿ Y te duele mucho?...
La respuesta fue un quejido, cual si lo estuvieran desollando. El doctor recapacitó un instante y se preguntó cuál pudiera ser la causa. ¡A saber qué habría comido, el dichoso bichejo!

– Dime muchacho ¿qué es lo que comes?

– ¿De noche o de día? – respondió la criatura.

– ¡Por cien mil diablos! ¡Contesta de una vez! – malhumorado insistió el galeno.

– Como soy listillo, como lo que pillo. Y como soy ratón, de noche como melón. Si es dulzón…  Y de día como sandía, si es rica y está fría. También como soy goloso, como bizcochos. Y pan y rosquillas, y otras muchas cosillas. Manzanas y avellanas… si no están vanas.

– ¡Cuánta locura! ¡Y qué cosas dices!

– ¡Ah!... se me olvidaba. El queso… no puedo vivir sin eso.

– No digas sandeces. Aunque bien pensado tonto no pareces. Pues hablas en verso y haces pareados. Mas… cambiemos de tema: ¿dónde naciste?

– Yo no nací. Al mundo me trajo mi madre a las orillas de un río… en Salamanca la blanca, cortina verde.

– ¡Caramba! ¡Caramba! Te voy comprendiendo, y hasta casi sospecho que tu madre fue una tal Celestina.

– ¡Esa vieja pelleja? No. Aunque sí la conozco, pues vine al mundo cerca de la Peña así apodada, en las riberas del Tormes, cerca de la aceña donde vio luz primera mi pariente y primo Lazarillo, el pícaro. “Pues, sepa vuesa merced, ante todas cosas, que mi nombre”, perdón, mi apellido es González, el mismo que el de Lázaro. Y no crea Usted que miento.

– ¡Caracoles! ¡Vaya! Me lo imaginaba. ¡Qué categoría! ¡Que hasta de memoria sabe los comienzos del libro! Y me supongo que hasta por la famosa universidad de tu cuna pasarías? ¡Bueno, suficiente muchacho! Tu caso está bien claro. El diagnóstico es de manual: Indigestión al canto. Empacho de letras, palabras y libros… ¡que hasta poesía rezumas! Eso se cura con una dieta estricta: prohibición terminante de frecuentar lugares donde los libros abundan… ¡Cantando y bailando, y al fútbol jugando!

¡Caramba! ¡Qué hasta me has contagiado! ¡Ya en verso me salen las recetas médicas! Pues... perdona chiquillo: 

¡Duerme a pierna suelta!
Disfruta de lo lindo en estos dulces días de fiesta.
Y no te hagas caso de lo que dicen las viejas recetas:
come con prudencia,
moderación y ganas,
turrones y bombones,
pastas y polvorones,
mazapanes y roscones
… y si duele la barriga, y el dolor no es ¡muy, muy gordo!, no te apures por ello.

 Y si es grave y persiste, que llame tu madre al doctor Bustillo 
que de ratones mucho entiende 
y se divierte a lo grande curando a los más listos.               
                                        
Dedicado con todo el cariño a Inés y sus amigas, a Martín, más piripi que el Opa, y a sus amiguitas Ángela y Eva, que también lo son las mías… y a los lectores entrados en años, pues, quien cuentos lea en edad avanzada vivirá siempre la infancia dorada




¡¡¡ Feliz Navidad 2015 a todos !!! Os quiere el octogenario afortunado.

sábado, 19 de diciembre de 2015

UNA FAMILIA MUSICAL ...

...DEL CERO AL INFINITO: “Donde hay música hay alegría

Todavía pervive y resuena, discordante a veces -  como era en realidad - pero siempre alegre y dulce, y nítida, la música de la infancia y de la adolescencia: las coplas, canciones y cantares populares de aldea. Aquel pobre y primitivo, monocorde bagaje musical me ha servido de trampolín y pretexto para proseguir con el tema de la Música tras el homenaje último a nuestra patrona santa Cecilia en su día (22 de Noviembre). Comencemos por lo personal, para concluir con lo familiar.

La historia se iniciará por el principio, como debe ser, y partiendo de cero, de la infancia oscura y alicorta de aquel niño de aldea, hoy bloguero archijubilado, para acabar en la cima, siempre amparado, secundado y motivado  por la numerosa prole musical de los González, Regalados y Herreros, y los allegados Burgos, Alonso, Antruejos etc.etc., para quienes la Música, además de lazo familiar, ha servido, y continúa sirviendo, de memoria afectiva y bálsamo  familiar. De pretexto y disculpa para celebraciones y reencuentros en torno al plato y la botella, de motivación para bailar, holgar y sonreír a la vida. Y ante todo y sobre todo, para CANTAR. Pues, donde “el sonido y la palabra se combinan, donde una canción suena, el arte se despliega y es ahí donde tiene sentido todo el universo”. (Hermann Hesse)

Vamos  a recopilar y revivir en los capítulos anunciados las correrías musicales, las aventurillas de aquel pueblerino correcaminos, errático trashumante, sin brújula ni horizontes, por esa innumerable y disparatada secuencia de estaciones musicales: Pueblo, Salamanca, Segovia, Plasencia, Montelareina, Frankfurt, Algorta, Bilbao, Madrid, Majadahonda… cada una de las cuales fue aportando su granito de arena, dejando poso y ensanchando el camino musical al pasar.

1ª Etapa. Partamos de ese cero inicial, de aquellos primeros pasos o compases desordenados, cantando a su aire, o mejor dicho cantando al aire libre, escenario habitual en aquellos lejanísimo tiempos sin radio, ni televisión, en ámbitos en los que el término y el instrumento guitarra, piano, batuta, orquesta, coro eran lenguaje y objetos desconocidos. Mi elenco musical se reducía a la gaita y el tamboril y algún desvencijado y polvoriento acordeón. Mis “academias de música” fueron la escuela, la iglesia, la calle y el campo: los  patrioteros himnos nacionales del franquismo y la falange, obligatorios a la salida de la escuela: “Viva España. Alzad los abrazos hijos del pueblo español que vuelve a resurgir” y “Cara al sol con la camisa nueva” fueron el escasísimo repertorio musical de aquel  paupérrimo primer aprendizaje escolar infantil.

También en el “conservatorio” de la iglesia la música brillaba por su ausencia. El sacristán tenía la exclusiva en este campo de la liturgia, pues él era el factótum, haciendo alarde de sus facultades musicales de contratenor en las dos solemnidades del año y en los funerales de turno. Carrascal, en su categoría de relegado anejo, no alcazaba el derecho a sacristán y éramos los jovenzuelos y mozos los que en el coro cantábamos, o mejor dicho, desafinábamos, el día de la Fiesta Grande. Las mozas, acompañadas de niñas y niños y alguna beatilla que otra, lo hacían a su vez en el mes de las flores o mes de mayo y de la Virgen: “Venid y vamos todos con flores a María” y en el calvario de Semana Santa o Viernes de Cuaresma, con  el lastimero y penitencial… “Perdona a tu pueblo Señor”.

Arado de tierra con yunta - www.bienmesabe.org
Inolvidable la voz y el cariño de “mi maestro”, un tal Damián, el mejor “cantaor” del pueblo, alegrando la campiña en las dulces mañanas otoñales de sementera, surcando la tierra con su arado romano y su serena y placentera yunta de bueyes: “Si echas el surco derecho a mi ventana, labrador  de mis padres serás mañana…”. 

Rondando por mi cabeza en la memoria de la adolescencia continúan las populares “canciones de amor” y de taberna, o noche de Reyes: “Levántate morenita, levántate resalada” o “Los sacramentos cabalés (sic), niña te voy a cantar…” o “Por el oriente vienen tres reyes por una estrella guiados…”. En realidad, fueron la calle y el campo la única y abundante fuente de aprendizaje de folklore musical. Con pelos y señales, puntos y comas, falsetes y tresillos, resuenan todavía en mis apagados oídos las cancioncillas y tarareos de aquel niño interesado por la música tan temprano y seducido por las coplas que bordaban sus hermanos mayores Aurora y Luciano, por los cantares y  tonadillas de arada, siega y acarreos.

Con 12 años y el tosco, pero más que abundante, bagaje musical reseñado (¡para mi impensable sorpresa, al recapitular con Palmira  nuestro cancionero infantil de juegos y pasatiempos, la cifra de nuestro repertorio rebasaba la treintena!), el siguiente paso fue salto mortal: el tránsito del campo a la ciudad, de la escuela mixta mínima (signo entonces de escuela relegada en poblado incomunicado, rechazado y desprestigiado en los concursos de traslados), al inmenso seminario salmantino, convertido por aquellos años en Universidad Pontificia, donde la música, tanto la sacra - gregoriano incluido - como la popular y coral disfrutaba de los maestros y directores musicales de mayor prestigio en la historia coral salmantina.

Tuve la gran fortuna de ser elegido como tiple para el coro polifónico que dirigía el joven D. Constancio Palomo, entrañable y entusiasta profesional, director y compositor que finalizaría como organista de la catedral, y de profesor de música a D. Bernardo García Bernal, Director del  Coro de la Universidad civil y patriarca de una famosa dinastía de músicos charros. Uno de sus hijos, Jesús García fue condiscípulo mío y más tarde también director del Coro de la Universidad. Entre los cantores del popular D. Bernardo figuraron mi sobrina Conchita y mi primo Benjamín, y en el de Jesús, mi sobrina María José.                                                                                                                                    

A aquellos años  debo mi primer encuentro con la música clásica y la música coral. Nada más y nada menos que la interpretación de una Lied de Beethoven, nombre para mí entonces tan desconocido como impronunciable. Tal sería el entusiasmo y el impacto de ese concierto en el espíritu del novato cantante que, después de más de siete décadas, prosigue viva  en mi memoria la imagen del coro en el aula magna de la actual Pontificia salmantina y aún resuenan en mis oídos, pudiendo repetir con letra y melodía el solemne y apoteósico comienzo de “Los cielos cantan su inmensa grandeza”. Tal era el título español de la versión alemana.

Después de muchísimos años, en mi vida profesional, me tropecé con un poema de un poeta secundario de la época de Beethoven y, de repente, se me encendió una lucecita que me guió y transportó a aquellos tan dulces recuerdos. ¡Efectivamente! La letra de la Lied de Beethoven era el poema de Ch F. Gellert: “Die Himmel rühmen des ewigen Ehre”. El bloguero lector, amante de la música coral, podrá disfrutar en Internet de algunas de las versiones de coros alemanes. Por afinidades y connotaciones especiales recomiendo la del Männerchor de Heidelberg:
                                
                                       
Interregno

Con  silencios de años  y  prolongados calderones, transcurrieron décadas en las que la música activa estuvo supeditada al duro bregar profesional. En mi peripecia vital años de estudios - magisterio en el pueblo y Filología en Salamanca - de paso por Segovia y acomodación y adaptación en Alemania, la música perdió protagonismo. Hasta que con la incorporación de Antje, Emma y Blancaluz, y con la entrada en Unterliederbach del xilofón, la Flöte y la armónica, hicieron su triunfal aparición las Kinderlieder, los villancicos  y Volkslieder alemanes y creció con nosotros la pasión por la música. Conviene recordar, y es de justicia resaltar, que nuestra primera “inversión” financiera relevante en nuestro debut navideño en Frankfurt, en nuestra humildísima habitación en Unterlindau, fue la adquisición de un mueble tocadiscos - ¿dónde has ido a parar? - con cuatro singles “Die Kleine Nachtmusik”  y la obertura de “Las Bodas de Fígaro” de Mozart,  una “Lied” de Beethoven y “El claro de luna” de Debussy.

Alemania, el regreso a España (Algorta), el final coral en Majadahonda y la crónica de “Una familia musical II” pertenecen a un próximo capítulo.

domingo, 22 de noviembre de 2015

PODER Y VALOR DE LA MÚSICA

Nuestra amiga inseparable

A modo de preámbulo y honrando a nuestra patrona Santa Cecilia en su día, 22 Noviembre*

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Tan profundamente calaron en mi alma de niño de aldea castellana las populares canciones de eras y arada, de ronda y taberna, de vísperas de reyes, de iglesia y escuela rurales (canciones religiosa y patriotera), que sin ellas sería inexplicable mi pasión por la música. La música, arte sin fronteras, se convirtió en inseparable compañera de viaje, por tierras hispanas y germanas, de este trotamundos romántico que ha sabido armonizar hasta el final música y profesión, enlazando coros, corales, rondallas y amistad.

Desde los primeros balbuceos y pataletas de la infancia, acunados nuestros sueños con “Nanas” y embelecos, hasta la despedida final o descanso eterno con “Réquiems” y “Misereres” la música ha sido, y continuará siendo, compañera fiel y amiga seductora que, en sus numerosas manifestaciones va marcando el ritmo de nuestros afectos y sentimientos. Su poder es inconmensurable: nos invita a compartir alegrías y tristezas. Es el mejor antídoto contra la depresión y el aburrimiento. Sirve de escape y evasión de la anodina y monótona realidad cotidiana, alivio y remedio para aligerar el peso de la pesada vida, incluso hasta el pesar del paso de los años. Ya la ensalzaba Martin Lutero, autor él mismo, de algunas letras para las canciones de sus fieles: “La música constituye el mejor alivio para el hombre preocupado. Gracias a ella el corazón vuelve a estar contento, se reconforta y se remueve”.

Y pasando de lo litúrgico a lo lingüístico, la música es “un lenguaje universal. Habla a todo hombre, mujer o niño, rico o pobre, feliz o desdichado, todos sensibles a su poderoso mensaje”. No es que lo diga yo, lo ha dejado escrito un compositor de la talla de Stokowski en su libro “Música para todos nosotros” (lectura altamente recomendada para los lectores megalómanos).

Y continuando en la línea ditirámbica de letanías y reconocimientos, los amantes y devotos de la lírica y la poesía deben saber que la Música tiene la primacía en la categoría de las artes. Lo dejó sentenciado nada menos que Shakespeare: “Donde mueren las palabras nace la música”. Y solamente un filósofo de la talla de Platón, ya en los tiempos de los clásicos, podía describirla con estas palabras tan bellas: “La música da alma al universo, alas a la mente, vuelos a la imaginación, consuelo a la tristeza y alegría a todas las cosas”. También nuestro Cervantes tuvo algo que decir al respecto: a “La Gitanilla” de su novela ejemplar la piropea diciendo “nos encantas cuando cantas”. Y hasta en el Quijote por boca del refranista por excelencia Sancho Panza, acierta a aconsejar a la Duquesa: ”Señora, donde hay música no puede haber cosa mala”. Y remacha más adelante sentenciando: “La música no es solo algo muy bello, sino la expresión de la más alta poesía de la vida”. (Don Quijote - Parte II -Capítulo.XXXIV). El compositor italiano Mazzini la califica de “Eco del mundo invisible”. El realista Pío Baroja también entendía algo de música y afirmaba: “La música es un arte que está fuera de los límites de la razón”. Aunque en realidad podemos hallarla en todas partes. Toda la naturaleza es música. Con otras palabras (y bastan citas para reflexionar, disfrutar y enorgullecernos), el polémico y revolucionario autor del Ulises, James Joyce, lo demuestra con algunos ejemplos: “Mar, viento, hojas, trueno agua, vacas mugiendo, el mercado de ganados, gallos… las serpientes sisean (sic) ¡Hay música en todas partes!”

* Sirva este capítulo de preámbulo al capítulo “La música y yo”. No quería dejar pasar esta fecha tan señalada y quise ofrecer la introducción como homenaje en este día a Santa Cecilia, patrona de cuantos disfrutamos y tenemos algo que ver con la música.
http://www.diplox.com/focolog/ima/0_847981a61951dc9486f8352322464e2bM2359.jpg
http://www.diplox.com/post-20534-santa-cecilia-virgen-y-martir-de-la-iglesia-primitiva-177-dc-patrona-de-los-musicos.html



domingo, 1 de noviembre de 2015

VENDIMIA PARA ENMARCAR Y RECORDAR

El bloguero octogenario afortunado

El jefe - hoy bloguero - sentado gozoso en la plataforma de la caseta, alzó extasiado la vista al azul del cielo otoñal. Y sonriente, radiante de felicidad, contemplaba acariciando con su mirada la belleza y generosidad de las cepas de “su” viña en pleno esplendor y policromía. Exultantes las vendimiadoras y vendimiadores, animados y animosos,  disfrutaban  por parejas, encorvados abrazando las jóvenes y frondosas parras, cortando racimos y llenando el cesto de las uvas más dulces y sanas que se recuerda: maduritas y tentadoras las doradas malvasía y moscatel; incluso las de verdejo, predilección para el paladar del viejo, jubilado viticultor.



No es la cantidad si no la calidad la que marca la diferencia. Diferencia en el fruto y en la cosecha apodada vendimia. ¡La vendimia de 2015! que entrará en la categoría de excelencia en el “índice de vendimias”.  Merecedora, por tanto, de ser “blogueada” e incluida en la historia de la viña de La Bandera y en los anales de los recuerdos gratos.


Pero a la hora de catalogación, puntúan también otras razones o factores, entre los que destacan cambios, innovaciones y celebraciones familiares con aires, colores y sabores de fiesta: para no anquilosarnos en el pasado y disfrutar  todos - y todas - de la “celebración” de la vendimia, de la belleza de la naturaleza, de la poesía y encanto de la remozada Bandera en otoño, el tradicional “cocido charro” de la Omi y asistenta de turno que, reclamaba una mañana entera de atenciones, fue sustituido por otros platos de más rápida y previa preparación. El “jamón al horno” de la insuperable cocinera de la c/ La Fuente (Emma) y las exquisitas y populacheras “patatas revolconas” de la fantasía de Antje, con la colaboración del resto fraterno, permitieron “candar” La Colina a media mañana y, a las 11 en punto… ¡todas y todos a vendimiar! en una espléndida mañana del estrenado otoño: ¡26 de septiembre! A disfrutar de un día de “primavera del verano” como A. Camus calificaba al otoño, a regocijarnos en la paz y belleza del paisaje de viñas, chopos, pinares, encinares, zarzales y colinas… En suma, de una dulce mañana soleada y serena, luminosa y templada,  poco frecuente en vendimias castellanas.                                                                                                                                    

Foto de grupo

Mas, descendamos del olimpo de las musas y maticemos algunos pormenores. En el “todas y todos” (= a vendimiador@s) - figuraban ausencias notables que lamentar, perceptibles en la “Foto de grupo” de la caseta. Ante todo de la juventud. Por orden desordenado  faltaron -¡ involuntariamente!-  por hallarse en el extranjero: Paloma e Inés en Inglaterra, Andrés en Alemania, Teresa y Christofer en Noruega; y en la península ibérica: 

nuestra famosa ilustradora Irene y companie, mas la futura arquitecta Patricia. Nostálgica y tristona se lamentaba Teresuki con posterioridad: “¡Cada vez que me pierdo la vendimia es como si me faltara algo!”

Mas, para rellenar y alegrar ese vacío llegaron vendimiadores de repuesto: de Guadalajara Rosa y su perrito Fan, cartógrafa ayudante del jefe , animadora y cantora (según demostró en la velada musical), y el Dr. Ing. Pablo, “inspector y maestro jefe”, perito en todo lo relacionado con la madre naturaleza, siempre aleccionando e ilustrando. De las estribaciones de Navacerrada llegaron también para echar una mano, o las que fueran necesarias, Paloma Navarro, desde tiempos inmemoriales amistad y ayuda imprescindibles en reuniones y festejos palaciegos, acompañada de su hija Ángela, ardilla saltarina, concordancia perfecta con el benjamín de La Colina, el saltamontes, bailador y balompédico Martín, inseparable parejita como muestra la foto.                                                                                                                                              

Tradicional aperitivo junto a la caseta
En el programa del evento cabe resaltar también por su obligatoriedad y notoriedad, y como colofón a la fatigosa labor del “agáchate y vuélvete a agachar”, el “Tradicional y frugal aperitivo de la Omi” a la sombra del roble o abrigo de la centenaria caseta, marco ideal para nuestra reportera. Este año - ¡ quién lo diría! - con sabrosos embutidos tarraconenses, muestra de la unidad patriótica, regados con los frescos caldos del lugar.                                                                                                                  
De retorno al hogar y después del banquete y de la preceptiva siestecita, nuevamente a la laboriosa faena del “pisao” o prensado de la uva y elaboración del vino, objetivo y finalidad de todo el tinglado. Proceso lúdico que para mayor solemnidad, desde hace varios años no tiene ya lugar en la famosa “Bodega Manolo” de La Colina, sino en el salón-cochera monumental de los Martín-González en la calle La Fuente de Palacios. Del proceso del pisado, estrujado o prensado - ¡especialistas a mansalva! capitaneados por Quique - siguiendo sistemas ancestrales, da fe de ello nuestra reportera! Yo simplemente quiero testificar que una vez el mosto en la cuba, sin el granito de arena y celo de los queridos vecinos-amigos Tere, “mecedora” y controladora de la fermentación, y Miguel Ángel, asesor-supervisor del “tapado”, los caldos de La Bandera no serían lo que pregona el apodo de la viña.  Aunque en este apartado me avergüenzo de la siguiente confidencia. Sotto voce y que no trascienda: este vanidoso viticultor a la hora de sus preferencias antepone un tentador racimito de doradas uvitas a un bon vaso de vino tinto.

¡Estoy saltando a la torera el objetivo que anuncia el título!: el enmarque de la vendimia 2015, obra y arte de nuestra cineasta Adela. Ella será la responsable de inmortalizar y enmarcar con su cámara este acontecimiento vitivinícola familiar anual que, también este año  contó con animado “final de fiesta” musical hasta entrada la media noche.

Cansinos y aletargados “los mayores”, pero con voz, energía y alegría suficientes el resto, acompañados y animados por la guitarra de Adela: sopranos, contraltos, bajos y tenores - todos ellos divos en coros o corales madrileñas y alcarreñas -  Rosa, Paloma, Antje, Emma, Blancaluz, Lucila, Juan y Quique, apoyados y escoltados por los “niños cantores de Palacios” Ángela y Martín, agotaron el repertorio de música moderna de los archivos familiares.

Y ahora sí. Definitivamente hago mutis por el foro con el teclado y que la fotógrafa competente enmarque el capítulo,  “Viña y  Vendimia 2015” para recordar.






viernes, 16 de octubre de 2015

Historietas que pasaron en el río que no pasa

IV -  El vado que no era tal o… dos jinetes suicidas

Permítame el lector no muy versado en terminología hidrológica aclarar que los desaparecidos vados en las corrientes fluviales eran, según definición del diccionario de autoridades (RAE): “Paraje de un río con fondo firme, llano y poco profundo, por donde se puede pasar andando, cabalgando o en carruaje”. Yo me atrevo a puntualizar y completar la académica definición. Lo de “llano” es un decir. Porque los tres por mí con frecuencia transitados - el de Almenara, el de la Narra o Juzbado y el del Puerto o Florida de Liébana - eran pedregales a veces rocosos, siempre resbaladizos, tapizados de rollos y pedruscos. Además de “andando, cabalgando o en carruaje” se podía pasar con bicicleta al hombro. En todos los casos siempre sorteando piedras musgosas resbaladizas y espantando ranas y andarríos.

El vado escenario de la siguiente narración fue el segundo de los registrados. La incipiente primavera solamente figuraba en el calendario. Las aguas del Tormes bajaban turbias y crecidas. El vado fue un espejismo. Como en otras tantas ocasiones la distancia de los acontecimientos los distorsiona y dramatiza. Sin embargo, esta vez la travesía fue seria y de verdad. Los testigos presenciales, parapetados en los altos acantilados del horizonte de “Juzbao”, continúan haciéndose cruces ante el espectáculo de un caballito andaluz, con dos jinetes al lomo, cruzando el caudaloso vado desaparecido por la crecida de las tumultuosas aguas de un temporal.

El vado que no era tal (Ilustrado por Iribú,
http://iribuilustracion.blogspot.com.es/)
 Las previsiones fueron  engañosas. Jinetes y cabalgadura calcularon mal la dimensión y profundidad del vado. Las aguas superficiales se tornaron aguas profundas. Tal vez nos desviamos de la ruta habitual de carros y ganado. O la corriente fue arrastrando al caballo río abajo hasta  perder sus pezuñas base firme. Nadando y luchando contra el furor de las aguas consiguió alcanzar la anhelada orilla. El jinete de paquete, encogido en las ancas del caballo, con los zapatos domingueros en la mano para salvarlos de la quema, a duras penas  pudo salvarse del baño parcial, del que no se vio libre el jockey de las riendas quien acabó empapado hasta las rodillas.


Superado finalmente el trance, enfilamos el sendero que ascendía al pueblo. En el cercano horizonte, la silueta de las escarpadas peñas y los tejados de las primeras casas. Los incrédulos espectadores, estupefactos ante tan magna imprudencia, nos recibieron alborozados, aunque reprochándonos tamaña imprudencia. Todos ensalzando la bravura del caballito en su lucha contra la caudalosa corriente.

Después de tanto suspense, más de un lector estará intrigado por conocer la autoría de los dos jinetes suicidas. Pues, ni más ni menos que el caballero que llevaba a las ancas de su caballo a un joven - emulando al Jariche de la canción charra (“Jariche se la llevaba a las ancas del caballo”) era el padre del novio del cap. X, que iba a ver a su novia a Palacios del Arzobispo.

Después de trascurridos tantos años del acontecimiento, y de que el Tormes  haya transportado caudales y más caudales de agua al Océano, no recuerdo ni lo más mínimo de circunstancias posteriores pormenorizadas del viaje. Suposiciones me llevan a pensar que los hechos acaecieron en mis años de estudiante universitario, y que mi padre - pasado el río a caballo - me acercaría hasta San Pelayo, para yo continuar a pie el viaje hasta Palacios. Probablemente él regresaría a casa por el puente de Los Baños, evitando el consabido y peligroso vado. El coprotagonista de la hazaña pernoctaría en Palacios para, al día siguiente, viajar en el coche de línea a Salamanca.

El dichoso vado, tantas veces cruzado, pervive en mi memoria a pesar de la distancia temporal, aunque haya sido borrado de la geografía fluvial con la moderna creación de pantanos, acequias y canales de regadío. Retratado en sus aguas me veo todavía  atravesándolo descalzo, con alpargatas o sandalias de la mano, o con la bicicleta al hombro, salvando los resbalones  entre las pizarras, piedras y verdecinas ovas. Ya nadie puede escuchar el rumoroso torrente de la cascada de las ruinosas - casi hoy desaparecidas, presas, pesqueras y aceñas que lo configuraban - en las serenas mañanas de primavera al levantar la niebla. ¡Qué espectáculo tan lejano y añorado! Sus aguas pasan ahora de largo olvidadizas, sin remanso alguno o piélagos en los que recrearse y detenerse para alimentar las aceñas o molinos o regar las huertas y  pastizales de sus vegas y riberas hoy patrimonio de los extensos  maizales fruto de las canalizaciones fluviales.
¡“El Río de mi vida” convertido en otro río! Pero nunca en  “El río del olvido”, como Julio Llamazares bautizara el suyo en una novelita maestra de excepcional belleza.

“La importancia que se les da a cosas y actos insignificantes acaba volviéndolos importantes y seductores al recordarlos”. (MJG)


domingo, 20 de septiembre de 2015

Adiós a TECLA, MORGAN y LIRA, trío canino inolvidable

Verano 2015

El trienio 2013/14/15 registró comienzos estivales puñeteros. Los dos primeros con situaciones, males y sustos personales monumentales. ¡Mejor no meneallo! Gracias a Dios, como solíamos exclamar los viejos, exitosamente superados. Y el inmisericorde 2015 actual que, por no quedarse atrás, comenzó poniendo punto final a una dinastía canina, nacida en Algorta hace casi medio siglo, capitaneada por Niebla I y finiquitada por el trío del encabezamiento, que cumplida la edad reglamentaria, superada la quincena, nos decía adiós para siempre. Último eslabón de una cadena compuesta por Tecla, la titular de La Colina, Morgan, el alcarreño y Lira, la madrileña, animadores los tres de nuestras estancias en La Colina con sus alegres y eufóricos saltos de bienvenida y sus ladridos ensordecedores cuando menos te lo esperabas. Súbita e inesperadamente saltaban en tropel aullando a coro y corriendo cual posesos hacia el camino al menor ruido o movimiento de vehículos o transeúntes.

Le cuesta al viejo bloguero imaginarse comidas o cenas en el porche sin la compañía de los tres saltarines y mimosos bajo la mesa o entre las piernas - la melindrosa Lira con el hociquito sobre mi pierna, esperando a escondidas mi golosina, o el dormilón de Morgan acurrucadito sobre el felpudo, entorpeciendo desde el anochecer la entrada al interior de la casa.

Numerosas fueron las situaciones y momentos en los que ocuparon primacía y protagonismo. Memorables algunas de las veladas nocturnas rompiendo el silencio de la noche, cuando dormían en la recocina o a la luz de las estrellas. Mejor dicho cuando, caso Tecla, ésta se pasaba horas y horas ladrando sin pausa en serenata torturadora a algún gato que en la persecución había trepado hasta la copa de un árbol. No se le quedaba corto Morgan cuando en las cenas y sobremesas, compitiendo con la sinfonía de grillos y sapitos, organizaba conciertos sin fin ladrando al mínimo ruido de vaquitas y ovejas que pernoctaban en parcelas de las cercanías.

Sentados obedientes a la espera
del pedacito de pan
Delicias perrunas del trío era su compañía en nuestros paseos o excursiones en bicicleta o a pie a la viña, a la parcela o a los huertos. Al instante, instintivamente, olisqueaban y adivinaban nuestras intenciones y preparativos. Vernos con cayada o bastón o con el manillar de la bici en la mano y ponerse a brincar o saltar, enloquecidos y juguetones a nuestro alrededor como niños a la salida del colegio era todo uno.

Gracias al portentoso don de la memoria, estos guardianes temporales de La Colina continuarán siendo mis fieles amigos desde la primera a la última hora de la jornada. Sirva de ejemplo una escena familiar diaria, el estreno de la mañana, perpetuada en esa tierna foto costumbrista: la jornada comenzaba cumpliendo meticulosamente con mi papel de madrugador de la familia y el oficio de portero de los perritos que, gimiendo y arañando a la puerta de la recocina, reclamaban salida al aire libre. Lo habitual era la salida  atropellada de la jauría al abrirles la puerta para calmar sus perentorias y urgentes necesidades: Morgan alzando la patita indefinidamente sin olvidar un solo ailanto o acacia del entorno y madre e hija, - ¿ había dicho que Lira era la hija de Tecla? Pues dicho queda - Tecla y Lira, féminas más discretas y recatadas haciendo pis donde cuadrase, distanciándose entre los tomillos y las jaras.

Contraviniendo la normativa generalizada y la costumbre alimentaria de “al perro comida única y al acostarse”, el viejo amigo era partidario de un frugal desayuno al levantarse y disfrutaba como un niño soñando diariamente con la bella escena rural  que muestra la foto adjunta: ordenaba al trío - el día de la foto faltaba Morgan - sentados obedientes y ensimismados en semicírculo en el pasillo de pizarra que lleva a la pérgola, donde por riguroso orden de edad y categoría comenzaba por Tecla el juego, consistente en coger al aire con la boca el pedacito de pan que iba repartiendo. A veces el machista de Morgan se pasaba de listo, saltándose a la torera las reglas de juego, e intentaba coger la ración de sus compañeras. Pero entonces la dueña de la casa, la mandamás de Tecla, enseñándole los dientes, conseguía poner orden, doblegándose  sin más el desobediente valentón esperando cabizbajo su turno.

Ante el cariño de Martín, Morgan se dejaba
incluso utilizar de almohada sin rechistar
El perro es tal vez el animal que mejor entiende y sintoniza con el hombre. Y por supuesto con los niños. “El perro y el niño, donde le dan (o ven) cariño”. Prueba y demostración de ello pueden dar todas nuestras nietas y nietos zalameros, con ellos encariñados, y algunas de las numerosas fotos que podíamos brindar a nuestros lectores.

El lenguaje de los perros, sus ladridos, aullidos o quejidos, la expresión de su mirada, sus lamidos o besuqueos con su morrito, el movimiento de su cola, acercamientos o desplantes, indescifrables a veces, son de fácil interpretación para quienes les queremos. Cuando les hablas, ordenas o corriges, les acaricias o les riñes, te escuchan embebidos prestándote más atención que la mayoría de los humanos. A nuestros “silbos amorosos”, me estoy dirigiendo a nuestros tres, - cuando se alejaban o distanciaban, o acercaban a la carretera - en especial Lira, ¡el chulesco Morgan con frecuencia hacía oídos sordos!- acudían veloces  a nuestra vera como mansos corderillos.

La historia de su nacimiento o su llegada sería una historia interminable como la de Michael Ende: Tecla, hija única de la última Niebla, nacida en la leñera una noche cualquier de agosto. Siempre mimada y bien alimentada. Lira, a diferencia de su madre, hija de parto prolífico. ¡Ocho churumbeles de una camada! Había Fox Terrier para toda la familia: Adela y Paloma, tía Tina de Palacios, Carmen y Paco de Logroño etc., etc. A la hora del reparto - tragedia al canto que prefiero no recordar, apareció Morgan, abandonado por sus primeros dueños en la calle, llegado de rebote, sustituyendo a Lira destinada para Adela en Cabanillas y que pasaba a Madrid cedida para Paloma, que había quedado huérfana por la muerte del ejemplar más lindo a ella destinado. Y sintonizando con aquel trance y, puesto que de lo que quería tratar este capítulo era de adioses y despedidas, creo que ha llegado el turno al adiós último a nuestro trío de homenajeados.

El final de Lira y Morgan fue un final parejo. De urgencia, dado su lastimoso estado de senectud. Pero bien programado y llevado a cabo por veterinarios, profesionales ejemplares amantes de los animales: Lira en Villamayor (Salamanca) y Morgan en Cabanillas. La separación de Tecla  fue, sin embargo, inesperada. Tan sorpresiva como trágica: regresábamos Palmira y yo de un paseíto en coche a la viña, cuando al enfilar la cuestecita que lleva al cruce, distinguí a lo lejos un perrito tendido muerto en el arcén izquierdo de la carretera. ¡Era Tecla! Atropellada por un coche. Sin una sola herida. Un leve raspón en la cabeza. Sorda y casi ciega, atemorizada y desorientada por la tormenta, habría salido en nuestra búsqueda cuando ya ni salía de La Colina. Como el perrito de Neruda, descansa a la sombra de un árbol, a la del gigantesco piñonero el epicentro del pinar.


El beso de despedida  a Lira en el maletero del coche - primero y último de mi vida a un animal - atestigua el amor familiar a los perritos.  El pobre animal no quería - ¡es que no podía! - ni sentarse ni quedarse en el coche. Lo interpreté como que no quería separarse de nosotros y dejar La Colina para siempre, intuyendo el significado del último viaje. Me costó días volver a la realidad y aceptar, con humildad y tristeza,  que los animales que he mimado, los árboles que he plantado, las flores que he regado y los pajaritos que he adorado son mortales. Como todo lo que poseo y más quiero.

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All things I possess and love the most. from Paloma Martín on Vimeo.

miércoles, 19 de agosto de 2015

C R Ó N I C A S D E P A L A C I O S V

Historia de un Camino: “AÑORANZA DE UN PASADO PERDIDO. A LOS AMIGOS QUE MARCARON LA HISTORIA DE UN PUEBLO”

El presente capítulo es la prometida continuación a la Historia del Camino del Carbajo, del que transcribo el siguiente párrafo como eslabón de enlace: “lo más apasionante de su historia era el desfile diario y permanente, auténtica pasarela de modelos y variopinto espectáculo de personas y personajes que fueron dictando y transcribiendo su centenaria historia” ( v. cap. IV). Los trabajos cambian. Las formas cambian. Los gustos y los programas cambian. ¡Los Hombres cambian!, pero quedan las huellas, el ejemplo y las verdades imperecederas.                                                                                                                   
A continuación ofrezco una apasionante retrospectiva, “espejo al borde del camino”, de transeúntes - parientes algunos, tertulianos y amigos  todos - cuyos nombres e imágenes, alguna desvirtuada, guardo cuidadosa y amorosamente en el archivo de mi memoria con gestos, palabras, anécdotas, saludos de bienvenida o despedida, chismorreos y noticias oficiales de aldea. Nómina que a la mayoría de mis lectores (oyentes) les sonará a patrañas de viejo, pues la mayoría de los protagonistas eran ya ancianos cuando este octogenario bloguero era todavía joven. Pero aunque más bajitos y pequeños de estatura que las actuales generaciones, eran fuertes como las encinas de los sembrados y duros como los robles del “Saceo”. Nacidos para trabajar, especialmente en estas jornadas veraniegas y en estos días sin fin cuando el sol caía a plomo, implacable, sobre personas, campos y poblados. Viejos amigos desaparecidos, que dejaron sus huellas en estos paisajes y en este camino de carros, hoy espacioso y ancho, transitado principalmente por veloces vehículos de todo tipo de ruedas y motores.       

Sin orden ni concierto, en absoluto desconcierto, se nos van presentando, cada cual a su paso y a su aire. Como la veteranía siempre es un grado, encabezan el desfile abuelos y bisabuelos, a quienes en aras de la brevedad con un calificativo o rasgo característico:                                                                                                                                     

HORTELANOS que en verano, mañana y tarde, iban y venían a los huertos del Carbajo, las Fuenticas, el Caño o la Bandera EN CABALLERÍA (burro o mula), EN CARRO PROPIO o EN EL DE SAN FERNANDO. He aquí los más representativos:                                                                                                                                             

-En caballería María y Goyo mozo, ella despatarrada a lo hombre, capitaneando la vieja caballería. Mudos y abstraídos.                                                                                                                                                                                  

-El tío Jose Manuel de la tía Luisa, tranquilo en su en burro. Atento y bonachón, nunca olvidaba los “Buenos días” o “Buenas tardes”.                                                                                                                                                   

-El padre de José Carlos en mula andadora. No llegué a saber cómo hablaba.

 -El Sr.Venancio, el Chico en mula elegante trotona. (Merece especial mención más adelante por tanto como le debo).

-De la larga Dinastía de los Ra- (apodo que no debe interpretarse como peyorativo, pues RA era nada más y nada menos que una de las grandes divinidades egipcias!), Juan Antonio. Siempre a deshora y contracorriente. Subiendo en su viejita burra blanca cuando los demás bajaban. Hablador, chistoso… En cierto ocasión, hablando de negocios, recuerdo me propuso “cambiar la burra por mi mujer”.

-Enrique, el pastorín, siempre a galope en su burra bandera.

En el “COCHE DE SAN FERNANDO”, a pie o andando, en alpargatas raídas, abarcas o toscas sandalias con piso de goma de ruedas de coche, los dos patriarcas del pueblo:

 -El Sr. Facio y el tío Pepe Álvarez, pequeños ambos, pero grandiosa su ternura y entrañable su afecto. Recuerdo a ambos manejando habilidosamente la guadaña  en el paseo de los frutales. También caminando con el carretillo, la azada al hombro.

-Manuel Rodríguez, releído, amante de la historia , archivero de uno de los documentos mas ilustrativos de la historia del pueblo: “Relación de  emigrantes de Palacios  a las Américas a comienzos del s. XX".

-El Sr. Rafael Vicente, paseante- visitante de su huerte- hoy módelica versión de Elías- dialogante y ameno conversador.
Aris, en su bicicleta, regalándonos un ratito de su tiempo

En BICICLETA, MOTO o CARRO (la técnica y el nivel social avanzaban que era una barbaridad).

Sobre dos ruedas había un trío que se llevaba la palma:

-El famoso Aris, el cartero, canturreando y llevando atada a la trasera de su bicicleta a su perrita de caza. A él debo, a su simpatía y amistad, la sombra que hoy rodea a La Colina, aunque algún gracioso, viéndonos plantar árboles en aquel erial exclamase: "¡Coño! ¡La siesta que vais a echar a su sombra!” (v.foto)

-Rafael Álvarez, el primo fiel guardián de la Colina, siempre pendiente de podas, riegos  o injertos en viña y chalet.  Duro como una roca, con alpargatas y en bicicleta en pleno invierno.

-Esteban, el caminero, con su "moto" y su destreza insuperable en el manejo de azada, pico y pala, demostrada en sus paradas,  ayudas y enseñanzas a torpes aprendices.  (¡Un abrazo agradecido Esteban!)

En CARRO

-El tío Farruco, acompañado  por su hija Transi, sentada en la trasera del carro jugando  con su perrita saltarina  a coger  la vara.

-Alfonso, el charro. Filósofo, sentencioso, dicharachero y refranero, con quien compartía mi afición a los dichos y proverbios.

-Eladio Vicente, canturreando cómodamente sentado en un taburete en el carro. Conservaba alguno de sus versos, pues una de sus aficiones era la poesía. Leído y resabido.

-Virgilio, el herrero. Vecino de viña y huerta. Con afinidades profesionales (mi padre fue también herrero) y simpatías vinícolas. "Sácame un vaso" era su predilecto saludo.

-Constante, fiel alguacil. Con frecuencia bien acompañado por Cesárea, maestro de la jota charra.           

-Juan Antonio Calvo. También a veces en compañía de su media costilla Leocadia. Parco en palabras. De trato dulce  y afectuoso . De rebelde caballería . Protestona y opuesta a las paradas y saludos obligatorios.

-Teófilo, el más cercano en el recuerdo, se marchó sin despedirse, precipitada e inesperadamente. De memoria y charla prodigiosa, contándome con pelos y señales vivencias e historietas inolvidables. 

-Manuel Turrión y su segunda esposa Teresa, quienes aunque en sus paseos no pasaban de las encinas del cruce, disponíamos de tiempo para recordar algunos poemas de su creación.

CABREROS, PASTORES Y BOYEROS: Palacios era tierra de pastores y rebaños, de ovejas, vacas y bueyes. Y de una cabriada, de la que era guardián vitalicio                 

Mariano, cuidando el rebaño de cabras
-Mariano, cabrero  por excelencia. Imborrable su imagen siempre acompañado de su reata de perros, su cuerno, su garrote y su morral. (v. foto)

-Miguel, el de Filomena. El último de la desaparecida profesión, con la consiguiente pérdida del exquisito cabritillo.

Los Rebaños eran numerosos, abundaban las merinas negras, aunque no faltaban las blancas. Y también muchas eran las vacadas  o los vaqueros de categoría y variada calidad y cantidad. Algunos simultaneaban  las dos especies, por ejemplo:

-El trío de los Ras: Clemente, Cencio y Daniel, trío entrañable, campechanotes y cordiales, invitándome en cada pasada a  beber una pinta y comer un cacho en sus respectivas casas.

-La dinastía de los Rivas, en sus diversas ramas y matices: el señor Vicente con su pareja bandera de vacas negras. Manolo, su hijo, quien le iba a la zaga con su pareja, sus mulas, su viña y su huerto. Tertuliano estimado y agradecido. Emilio y Antonio, y el popular y chistoso José, soltero jacarandoso y donjuanesco. Amante de la cháchara y el parloteo. Y otro Rivas: Lucas padre, ameno conversador y antiguo vecino-amigo de mis tiempos en la Repatilla.

Y para no hacer tediosa e interminable esta Ofrenda  pediremos que cierren capítulo, pues se merecen apartado propio: AMIGOS con mayúscula, en una retahíla capitaneada por:

-Cencio, inseparable a todas horas y en todos los lugares, desde la Izcalina, al Carbajo, La Bandera…                                                             

-A mis queridos vecinos de huerta José Manuel y Agustín, entrañables, cordiales y generosos siempre.

-Y al cuarteto, ya tan lejano, de Enrique, Isabel, Dori y Manolo.

-A Jesús Herrero y sus fieles hijos, fans de este Blog.

-Antonio Martín y Joaquín- ¡nunca olvidados y siempre agradecido al recordaros!

También merecen nuestro agradecimiento y aplauso ese largo etcétera de amistades anónimas, albañiles y herreros, braceros o jornaleros, poceros, ganaderos, agricultores y viticultores, quienes  con sus pasos y andadura  han conseguido ensanchar y agrandar este caminito de la “Ancha Castilla! Obra a la que han aportado su granito de arena los numerosos PASEANTES Y PASEANTAS, deporte reducido a su mínima expresión. Dignamente representado en la actualidad por Juli y Jesús y el fiel trío de jóvenes promesas femeninas: Conchita, Mari y Charo. Y los heróicos hortelanos continuadores del casi extinto gremio: Paco el de Esteban, José el de Socorro, Domingo Coca, Palmira y Goyo, Elías, Marisa y Lali. Y el refuerzo de Pablo el de Charo e hijo, agradecida sabia nueva, llegada de Las Arribes, y Miguel y Trini, vecinos, envidia como profesionales de la huerta.
  

Sirva este singular capítulo de cordial y sincero homenaje a quienes nunca fueron homenajeados, a los que fueron y a los que están. A quienes rememoramos agradecidos los mayores y no deben olvidar los más jóvenes, pues, ellos fueron portadores y transmisores de unos valores que no tienen por qué ser sepultados por la modernidad, ya que a ellos debemos muchas enseñanzas y muchísimos gratos e inolvidables momentos. Ellos nos ayudaron a conocer mejor y a querer  los animales y las plantas, el agua, los pozos y las fuentes, la tierra… A ellos debemos, en suma, la realidad y la pervivencia de nuestro pueblo.