domingo, 11 de agosto de 2019

Andanzas veraniegas 1: La apacibilidad de la lectura

“Como tanta gente de mi generación -¡y de las anteriores!- desde la invención de la imprenta en 1440 por Gutenberg, la lectura de los periódicos es una costumbre, casi una obligación matinal”.

Que perdone el autor de la cita el interjecionado en la misma, indicador de que ésa “generación anterior” es la mía propia; es decir, la del nonagenario bloguero. Muy -¡muy  anterior!- a la de su propio autor, Paco Novelty, admirado periodista, recién jubilado según propia confesión, del centenario diario salmantino La Gaceta Regional de Salamanca. Pues este servidor, ya de niño pueblerino, -¡qué tiempos aquellos!- cultivaba dicha costumbre como “lector oficial” del periódico, rodeado de madres angustiadas con sus hijos en “el frente”, escuchando temerosas la lectura del “parte de guerra” de la nefasta tragedia nacional del 36. La Gaceta Regional era único medio informativo en aquella minúscula aldea charra de Carrascal de Velambélez, donde predominaba el analfabetismo y donde, ni la luz eléctrica, la radio, y por supuesto la TVE, habían hecho todavía aparición.

Lectores veraniegos 2019
Sin embargo, el agraciado representante de aquella “anterior generación”, el hoy nonagenario, continúa todavía cual fiel suscriptor estival de la Gaceta en Palacios del Arzobispo, esperando diariamente -hogaño como antaño- la anhelada llegada matinal del periódico para saciar la inveterada obligación de la lectura. ¡Obligado pasatiempo  diario!, disfrutando -todo hay que decirlo- de la calidad y encanto del neo-clásico estilo literario charro de maestros de la pluma, herederos de la estirpe de los Villarroel, Maldonado, Unamuno, Torrente Ballester, por citar algunos de los grandes maestros que “de la apacibilidad de sus días gozaron” y de quienes aún continúan disfrutando y asentando cátedra en la Salmantica que “docet” a través de la prensa local, como es el caso de Román Álvarez, eminente y estimado filólogo y columnista, intentando adoctrinar al lector en la difícil tarea de aprender a distinguir y separar las “Churras de las Merinas” -(v. su “Opinión en Churras y Merinas”)- y permitiéndonos a los salmantinos de pura cepa disfrutar de la lectura en “este lugar donde se sueña la mocedad eterna” (Unamuno).

Debo confesar  -y no es petulancia de aficionadillo a las letras-  que a lo largo y ancho de mis correrías por la Europa Occidental, desde mi estancia en la Alemania de postguerra mundial, una de mis “debilidades turísticas” era la adquisición de la prensa local por las ciudades europeas que en familia o profesionalmente transitaba. Rico  inventario estadístico encabezado por los “Diarios” favoritos y representativos en aquellos tiempos -¡algunos ya desaparecidos!- de nuestras ciudades residenciales, Frankfurt, Bilbao, Madrid, Salamanca …:  el Frankfurter Allgemeine Zeitung, Hierro, ABC, El Adelanto o La Gaceta. Sin olvidar -incluso residiendo también en Alemania-  La Vanguardia barcelonesa o Las Provincias valenciana o el Norte de Castilla de Valladolid, donde Francisco Umbral hacía sus primeros pinitos periodísticos. Sin distingos de categorías urbanísticas, no faltaba en mi repertorio la prensa de pequeñas  ciudades limítrofes como Zamora, Burgos, Ávila, etc.                                                  


Consciente de que “un buen artículo literario vale tanto o más que un libro”, y si es lectura de verano -y éste además en el campo charro- la lectura veraniega diaria del periódico, además de relajación y disfrute, sirve para mantener vivo y reanimar el interés por el arte, la historia y la cultura. Y sabiendo emplear felizmente esta especial última prórroga a escasos afortunados otorgada, y saltándonos a la torera el dicho de que “ juventud y senectud no concuerdan”, precisamente la lectura de un artículo ilustrado en la La Gaceta del 12 de julio pasado ha servido, para en familia, armonía y concordia, recordar tiempos pasados, recorrer caminos transitados y disfrutar de excursión familiar matinal a tres de las iglesias recomendadas en dicho periódico: joyas, alguna semidesconocida, de las que brinda foto el reportero de La Gaceta (v. foto) y de la que este bloguero presume por haber  nacido y crecido a su vera, y haber contribuido a su restauración y disfrutado durante tantos años de su compañía. Pero de esto y mucho más en el próximo capítulo.