domingo, 28 de noviembre de 2021

Romanza a la Vid y a la Viña


Sueño otoñal de un enamorado de las Uvas

“Somos el paisaje de nuestra infancia” (A. Teiner)
“Quien sabe apreciar la belleza del jardín, tiene aún más mérito que el jardinero”.

La viña exuberante
Tanto la sentencia primera como el proverbio siguiente encajan cual anillo al dedo de este vendimiador, viñador o “viñadero”, -¡triplemente jubilado! pero todavía activo - recopilador de refranes, dichos, sentencias y proverbios. Sirvan ambos de filosofía práctica y de orgullo a las herederas de la Viña de la Bandera, a su vez apreciadoras de la belleza de la jardinería. Y a la par, ejemplo y lección de vendimiadoras de este simplón 2021. ¡Tan pobre en frutos, como rico y exuberante en follaje y presencia, según testimonia la foto.

También recomendables a dueñas y vendimiadores/as de todo gremio y procedencia, sirvan los dos siguientes consejos dictados expresamente para La Bandera:

Si la viña quieres ver moza, pódala corta.
Poda corta tu viña y siempre será niña.

Viña recién podada
Transcurridos años y lustros, incluso décadas, liberado este bloguero - viñador y viticultor - de los trabajos de poda y escarba, arado y sulfatado, etc., etc., el pasado verano disfrutó cual enano de la panorámica de nuestra Bandera - convertida en tierna “niña” y dulce y garrida “moza” - a raíz de la poda drástica - ¡”a melón”! - por nuestro amigo Jorge y familia. Técnica obligatoria impuesta por el Coronavirus (véase foto de Jorge La viña recién podada) tras un año sin poda en el 2020, consecuencia del confinamiento generalizado de campo y ciudad.

Ha sido casualidad circunstancial la transformación que ha experimentado la centenaria viña de la Bandera tras estos dos años de relajación en las labores propias del viñedo y merced a las numerosas y sucesivas replantaciones anuales: sustitución de cepas semicentenarias por nuevas y novedosas variedades desconocidas en nuestra tierra: Tinta de Toro, Juan García, Verdejo blanco, moscatel “chico”, e.o.

“Mis Viñas“ - añadiendo a la Bandera del abuelito Clemente en Palacios la de mi padre Benjamín en Zarapicos - sueño de mi infancia, adolescencia y primera juventud.

N.B.: (Zarapicos, aldea prácticamente desaparecida - 48 habitantes censados, pero la mitad residentes en la capital salmantina - famoso hoy día por su campo de golf - lo fue antaño por sus uvas y sus viñedos ¡y por la singular, enorme y modernísima bodega de los Sexmeros, de dos plantas - también hoy desaparecida - levantada en una ligera hondonada, sobre un arroyuelo, regulador de la temperatura del líquido que fermentaba o envejecía en gigantescas cubas de madera, pero la ”pandemia del capitalismo” acabó con ésta y con todos los viñedos del municipio, convertido en inmenso “huerto” solar - ¡miles y miles de placas solares!-, compañeras del campo de golf, antaño encinar comunal). Perdón por tan extenso inciso.
¡Mi viñita!, la viña de mi padre Benjamín, fue viña modelo, plantada con todo mimo, pericia y esmero por el tío Saturnino (hermanastro de mi abuela paterna y de ella heredada, maestro y secretario que fue toda su vida del ayuntamiento), convertida por sus herederos, mi padre primero y mi hermano Luciano después, en recordatorio de oro: ¡nostalgia y felicidad hermanadas!

“La Naturaleza es la vida y es preciso conservarla y disfrutarla”, recomendaba su padre a mi adorado Miguel Delibes niño. “¿Cuántos siglos caben en las horas de un niño?”, se preguntaba a su vez mi inolvidable Neruda.

Mutatis mutandis: ¿Cuántos lustros caben en las décadas de un nonagenario afortunado, enamorado de la viña y las uvas desde la más remota infancia? Cuando, desde los diez o doce años hasta la primera juventud, cuando aprendió a volar- caminaba diariamente, todas las mañanas, campo a través canturreando y correteando, atajando y atrochando minifundios, senderos y linderos desde Carrascal a la viña de Zarapicos, rayana con otros viñedos de San Pedro del Valle, a espantar, gritando y “cencerreando”, las bandadas de tordos (estorninos), plaga frecuente en aquellos años, que solía arrasar viñas y acabar con la vendimia en escasos minutos.

¡Mi primera viña “bandera”! Inolvidable la estampa, el cariño y la simpatía del “guarda oficial” de las viñas, ”el cojo Domingo”, sentadito a cuclillas en su burrita blanca, silbando o contándome historietas graciosas del pueblo y de sus gentes.

“Existe algo que el tiempo no puede anular y son los buenos recuerdos, los rostros del pasado, las horas en que uno ha sido feliz” sentenciaba Julio Cortázar. Sirva de ejemplo corroborador mi única y última visita del pasado verano a nuestra viñita de la Bandera”.La viña y las uvas han contribuido y están contribuyendo al sueño de este aficionado moralista “ morir con ilusiones en edad avanzada y a poder soñar despierto”. Solamente podrás tener paz si tú la proporcionas.

Degustación de aperitivo obligado
Memorable el último- y único-saludo “La Bandera en esta añada de 2021. Atardecía por poniente. El sol vespertino ocultándose en el cercano horizonte de viñedos vecinales se despedía con el último adiós, filtrándose entre las ramas del gigantesco chopo, herencia y testigo único de la vieja huerta del abuelito Clemente. Absoluta gozosa soledad. Plácida panorámica otoñal disfrutando en solitario sentadito en una de las sólidas piedras - asientos históricos en la plataforma de la rústica caseta, merendero familiar predilecto anual y aperitivo obligatorio, coronación de la vendimia.

Post data: Finalizo el presente capítulo en el tono proverbial con que lo empezamos, pidiendo perdón públicamente por una de mis imperdonables debilidades: La Bandera ha contribuido - una vez liberado de los trabajos de poda, escarba, arado, sulfatado, etc…, ¡y vendimia! - al sueño de vivir con ilusiones en edad avanzada, soñando despierto a la espera de la centena... liberado de pesadillas, cargas y ambiciones.

lunes, 8 de noviembre de 2021

Carta abierta a las Vendimiadoras y Vendimiadores del 2021

Majadahonda, 20 de Octubre de 2021


En primer lugar, gracias mil por esa serie de alegrías, dulces como los amarillitos racimos de malvasía y el puñadito de mis favoritos verdejos con que nos obsequiasteis a vuestro regreso. No podéis imaginaros cuánto me costó el pasado año - primero de la pandemia -, renunciar a mi participación en nuestra anual y solemne, familiar y multitudinaria reunión de la vendimia en el pueblo. Quiero que sepáis que la presumible nostalgia y tristeza al no poder acompañaros en la “histórica” - ¡por su parquedad en todos los sentidos! - vendimia de este 2021 se ha visto endulzada por la orgullosa presunción - ¡corazón y mente no mienten”! - de que “nuestra” herencia - de Palmira y propia - ha caído en buenas manos. ¡La pervivencia de la  Bandera y del consiguiente vinillo tinto y blanco de la bodega de La Colina de Valmiguel están asegurados!

¡Magistral labor la vuestra! ¡Insuperable la serie de alegrías que durante todo el 14 de la pasada semana iban llegando a través de móviles y fotografías, desde la Bandera y la Colina de Valmiguel! Y desde la calle La Fuente de Palacios del Arzobispo: lagar, bodega y residencia veraniega - restaurante este año del tradicional y solemne cocido madrileño. Menú obligatorio - por obra, gracia y maestría anual de la chef Emma.

¡Feliz, Felicísimo! se siente este archijubilado viticultor y bodeguero al constatar el apego - muy pobre - de hijas y yernos, nietas y nietos, sin excepción. Aunque con notables y llamativas ausencias, debido a la fecha y a las obligaciones y deberes profesionales. Y sin olvidar a los fieles ayudantes anuales, llegados de Carbajosa. Hasta de Bilbao nos llegaba - de vez en cuando - ayuda y presencia. Tampoco faltaban amigas y amigos, de unas y otros, provenientes de Guadalajara , Madrid y Salamanca. e.o. lugares. Memorable e inolvidable la velada musical findefiesta; coralistas, guitarristas …

¡¡¡Un fuerte, fortísimo abrazo de  felicitación y agradecimiento a los protagonistas de este 2021!!!