viernes, 7 de octubre de 2011

3. Carrascal de Velambélez

Escenario primero de estas MEMORIAS,
idealizado y engrandecido desde la distancia

Buscando etimologías y raíces históricas, este minúsculo pueblecillo -uno de los más insignificantes en la “piel de toro”-, podría ser diseñado -ateniéndonos a su toponimia- como un perdido oasis de carrascas, repoblado -y señorío por tanto- del conde aragonés VELEZ1, a comienzos del s. XII, según mandato de Alfonso VI, conquistador de las tierras del Duero, con todos sus afluentes, Tormes incluido. A aquellos remotos tiempos puede pertenecer la primera piedra - románica, por supuesto de la capilla-iglesia, centro geométrico del pueblo y único, pero memorable, monumento histórico reseñable.

En las décadas centrales del s. XX -época en la que se desarrolla nuestra historia- Carrascal malvivía humilde, calladamente. Languideciendo, estancado y escondido entre altozanos, recostado sobre una leve ladera, descansando reclinado sobre un estrecho valle, cordón umbilical que une San Pedro con su anejo.

Casa de Carrascal, donde vivió el autor de estas memorias
Una veintena de casas achaparradas, de rústica piedra, argamasa o adobes, alternando con ruinas de años, formaban la calle principal. La única. denominada La Larga. Paradojas del callejero rural: porque dicha rúa no pasaría de los doscientos metros que cruzaban el pueblo de norte a sur o viceversa: sin aceras, ni asfaltados, tapizada de cantos rodados, por donde el agua corría desbordada, a sus anchas, en tormentas y borrascas.

Sus habitantes a duras penas rebasaban el centenar, hoy reducidos a la media docena. Los Martín en su mayoría. Más de la mitad de las familias. Los González en solitario.

Tan agazapado y escondido en su humildad que el forastero desorientado no se percata de su existencia, hasta tropezarse con la torre de la Iglesia. Y es que, exceptuado el camino de San Pedro que discurre paralelo al valle que los une, bordeando el regato, los demás, -caminos de carros- son incógnitas que conducen a ninguna parte.

Viniendo del sur (Zarapicos), del este (Almenara - Santibánez) o del norte (Torrecilla - La Narra), el viajero no percibe señales de vida hasta vislumbrar y percibir el humo de las chimeneas de las primeras viviendas. El único camino sin barreras es el del viento, el de las nieves, el del sol y de la luna. El cielo con sus alturas es el único rasero, espacio igualatorio con los demás mortales: el reino de los sueños y los ensueños del protagonista de estas Memorias. La torre de la Iglesia servía de pararrayos o atalaya de comunicación y vigilancia. 
 
Fue el mío -durante tantos años- un microcosmos. Un horizonte de campanario, marcado por el Teso del Palomar, los montículos de encinares y leves altozanos, de barbechos o trigales.

Un minúsculo poblado bajo mínimos: una infancia y adolescencia sin luz eléctrica, sin agua corriente, sin teléfono, sin motores, sin comerciantes, ni artesanos -exceptuado mi padre, el herrero- sin funcionarios, un cura y un maestro casi siempre de prestado.

Un mundo en un puño. Autosuficiente. Impensable en el s. XX. Con estadísticas unas y únicas: una Iglesia, una Escuela, un Puente, una Fuente, una Poza, una Taberna… La Charca Grande y la Charca Chica, el Río, el Monte, el Teso del Palomar, el Valle, el Regato, el Pozo, el Chopo del cementerio, el Carcabón y un largo etcétera. Excepción única la “mozarrá” del pueblo: una veintena de mozos, fornidos y hermosos, que eran la atracción, cuando la bandada aterrizaba en pueblos y fiestas de las cercanías. Entre otros: La Vega de Tirados, Golpejas, Villamayor y La Mata de Ledesma, donde varios de ellos -entre éstos mi hermano y Juanito- fueron a encontrar su media naranja.

Esta realidad de unidades comunitarias con visos de leyenda constituían este pequeño mundo. Un mundo feliz que no podría imaginárselo ni el propio Huxley. Siempre con la Naturaleza como “eterna y fiel compañera”. Un mundo natural. Un pobre paraíso idílico en el que el niño y adolescente vivía en armonía plena. En ciega complejidad con el mundo circundante.

Desde una óptica socio-política actual puede resultar ofensiva alguna de mis interrogantes: ¿Se puede ser feliz en tan reducido oasis de mediocridad? ¿ En este pedregal en el que los rollos o cantos figuraban como la cosecha más abundante? ¿En un receptáculo medieval, de hábitos y costumbre milenarias, de necesidades y apetencias mínimas, de carencias y limitaciones máximas? Pedagogos, sociólogos y psicólogos han demostrado que la influencia ambiental sobre la niñez configuran decisivamente la existencia del ser humano. El aire de la ciudad hace libre”, rezaba una máxima medieval. Y ya en el s. XX Unamuno anatematizaba: “El pueblo embrutece, envilece y empobrece2”. Soy de la opinión de que ambas sentencias resultan hoy día anacrónicas y obsoletas, mientras que sigue teniendo validez la filosofía rousseauiana: “El niño nace bueno, la sociedad lo corrompe”.

La Escuela de Carrascal
Quien esto escribe se sintió de niño feliz y libre. El encanto del campo y el contacto inmediato y directo con la naturaleza -escuela abierta de día y de noche- anulaban carencias en la pequeñez, en la sencillez, en las privaciones. Convertían en poesía lo prosaico; lo vulgar y cotidiano lo transformaban en insólito y extraordinario. No es de extrañar por tanto que para la retina del observador infantil el arroyo fuese río, el montículo montaña, el campanario catedral, la escuela de dos pisos rascacielos, las charcas lagunas, el Tormes Amazonas, el cura obispo, el maestro catedrático.

Pero no todo el monte fue orégano. Ni poesía fue toda la Enciclopedia Álvarez de mi niñez. Ese niño, gozando de la libertad del pueblo, correteando por calles, eras, arroyos y montes, solo o con su amigo Juanito, o sus compinches Oni y Toño Torres, sin la permanente custodia de los padres, sin la vigilancia de personas mayores, incluso yendo a pescar al río solo, tendría que cargar durante muchos, muchísimos años de su vida, con un torturador complejo de inferioridad, producto de las primitivas circunstancias de su infancia y juventud y de la cobardía del pobre. (Complejo superado tras muchos años de titánica lucha consigo mismo. Alemania como paliativo).

Este era mi pueblo: mi mundo, mi universo, hoy resucitado de las reliquias de la memoria, rescatado del peso de la herencia medieval . Embellecido y enriquecido por el desarrollo y el paso del tiempo. Esa isla espiritual, caída del cielo, para quien mi idolatrado Juan Ramón Jiménez parece haber escrito esta dedicatoria final: Isla de gracia, de frescura, de dicha, edad de oro de los niños, siempre te halle yo en mi vida… y que tu brisa me dé su lira… igual al trino de la alondra en el sol blanco del amanecer”.
1 VÉLEZ, hijo de Vela. Por deducción… Velambélez*
2 Esta sentencia atribuida a Unamuno la he encontrado en la Pardo Bazán (Los Pazos de Ulloa), anterior a la de Unamuno.

12 comentarios:

Teresa dijo...

me ha encantado como "para la retina del observador infantil el arroyo fuese río, el montículo montaña, el campanario catedral, la escuela de dos pisos rascacielos, las charcas lagunas, el Tormes Amazonas, el cura obispo, el maestro catedrático." es, a veces, la mejor forma de ver lo que nos rodea :)

Lucía y Marta dijo...

Hola, por casualidad hemos encontrado su blog porque nuestro padre es de Carrascal. Es hijo de Nicolás y Bella y sobrino de su amigo de la infancia Juanito.
Nos ha encantado leer recuerdos de aquellos años de Carrascal.
Un saludo de Marta y Lucía.

Manuel Jose González dijo...

Que sorpresón el ver vuestro comentario en mi blog Lucía y Marta. Nos ha hecho inmensamente felices, especialmente al tratarse de parientes de Carrascal. No dudéis en compartir mis memorias con otras personas que puedan estar interesadas. Un saludo cariñoso y agradecido.

Margarita Garcia Martin dijo...

Hoy, buscando datos sobre los frescos de la iglesia de Carrascal, por casualidad, he encontrado su blog. Me he sentido totalmente identificada con sus vivencias en Carrascal.
Creo estar segura de haberle visto este verano por Carrascal, una tarde que estaban mi madre y mis tias sentadas tomando el fresco, y llegó usted con su família.Me emocionó mucho la alegria con la que se abrazaron usted y mi madre al reencontrarse despues de tantos años.
Soy hija de Eloina y sobrina de su compinche Oni(DEP), vivo en Alcobendas. Si no le importa,lo comparto con mi gente de Salamanca.
Un saludo de Margarita.

Margarita Garcia Martin dijo...

Haciendo memória, creo que fué el verano pasado.Es lo que tiene ir todos los años a Carrascal.
Perdón y un fortísimo abrazo, espero verle por allí el verano que viene.

Alberto Torres dijo...

Leer esto me ha hecho recordar q su compinche Toño Torres, mi abuelo, con el que tanto he aprendido del valor que tiene el pueblo. He recordado todo lo que menciona usted y me ha parecido que su relato es muy emocionante. Como vecino del pueblo y actual alcalde le emplazo a que podamos seguir en contacto. Un abrazo

Palmira Herrero dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Palmira Herrero dijo...

Hola Margarita! Aunque mi memoria no sea ya privilegiada, me acuerdo perfectamente de ti en nuestra última visita a Carrascal. Tu entrañable comentario me ha hecho muy feliz. Por supuesto puedes compartirlo con los paisanos que desees. Disculpa mi tardanza en reaccionar. Circunstancias especiales han sido culpables. Saludos cariñosos, también para tu madre.

Manolo González

Palmira Herrero dijo...

Hola Alberto! Tu sorpresivo comentario y el saber que eres alcalde y nieto de mis inolvidables Toño y Felicitas fue este año una hermosa felicitación navideña. Perdona mi retraso en agradecértela. A pesar de la edad y la distancia, Carrascal continúa ocupando un rinconcito en mi corazón. Si deseas más alusiones a “nuestro pueblo”, mi e-mail es: palmanu6@gmail.com

Manolo González

Unknown dijo...

q pena he veraneado alli durante 20 años, desde q naci hasta q la abuela dejo de ir.
estando a escasos 10 km no paso por alli por los recuerdos de añoranza que me traen a la cabeza.
me ha encantado

Unknown dijo...

He encontrado este blog trasteando en google y como dice mi hermana me han venido muchos recuerdos, sobre todo del verano. Un saludo de un nieto de Primitiva

Belén H. Sánchez dijo...

Hoy se lo he enseñado a mi madre y ha llorado de alegría al verlo. Muchos recuerdos........Saludos de otra nieta de Primitiva.