lunes, 21 de noviembre de 2016

Adiós a Rafa Alemany


Mi querido y admirado Rafa: A nuestros hijos Blancaluz y Jorge y a nuestra nieta Patricia debemos nuestro afortunado parentesco, magnificado con una Amistad-con mayúscula- que supera a vínculos familiares de cualquier tipo ¡Qué agraciado ha sido el cuarteto Irene-Rafa, Palmira-Manolo al congeniar a las mil maravillas y poder compartir y disfrutar en común de andanzas, correrías y vivencias inolvidables. 

Nos acogisteis amorosa e incondicionalmente a Palmira y a mí en vuestro cordial y jovial círculo, y nosotros correspondimos haciéndoos un huequecito de privilegio en los nuestros.  

¡Cuántos kilómetros recorrimos y cuántos lugares pateamos juntos! Memorable el viaje a Egipto con vuestro grupo, el de Italia con el nuestro y el de Portugal los cuatro solitos acompañados de Berta, hermana de Irene desde sus años de niña exiliada en Bélgica. 

¿Por España...? ¡Ni te cuento! En el almacén de los recuerdos se agolpan y pelean por salir a escena infinidad de ellos: de Majadahonda a Valencia, Monserrat o Salamanca (Palacios), Ávila, Segovia… en fin, por las dos Castillas. En algunos de ellos, a los viajes me refiero, con nuestro querido y fiel Paco Vizcarro como cronista de excepción. Ambos formabais un dúo de paseantes excepcional en las mañanas… por el parque de Colón majariego. A veces me sumaba -¡qué delicia acompañaros!- a vuestros coloquios y circunloquios, escuchando embelesado vuestras angustiosas peripecias durante “la guerra”.  

Tú fuiste, Rafa, lo que antes llamábamos un “hombre bueno y justo”, un auténtico señor. Un caballero. Al comunicar hoy tu muerte a una amiga de ambos, te definió como una persona “¡tan dulce y educada!”. Tu carácter, siempre optimista y conformista era aleccionador. Jamás salió de tu boca una crítica hiriente, amarga o malsonante. Y nunca te oí una palabra más alta que otra.


Espíritu del que contagiaste -¡o tanto aprendió!- Irene: icono de esposa, compañera, acompañante y guía sin parangón… ¡Quien tantos años sobrellevó tan dignamente tu ceguera! Tan “estupendamente“ dirías tú. Tan maravillosa y ejemplarmente decimos todos los que la admiramos.  

Valores de “una” y de “otro” que, serena y calladamente supisteis implantar en vuestros tres hijos: Rafa, Jorge, Javier. Ejemplo al que han sabido corresponder y  exteriorizar en sus saludos y abrazos cariñosos. Siempre sonrientes, a quienes  queremos.

No me he olvidado de tu hija Irene. Ella merece apartado especial. Ella ha sido la encargada de poner el broche de oro a este “Adiós estupendamente ejemplar”, al tradicional “Responso de despedida” en el tanatorio de Majadahonda.  Mientras parientes  iban llegando de Valencia, Barcelona o Madrid, una mensajera volaba sobre el Atlántico para aterrizar, procedente de México, un soleado domingo de Noviembre en el Tanatorio de Majadahonda. Era vuestra hija Irene, una heredera más de vuestra riqueza cristiana. Y quien con sola su presencia…, mejor “con sola su mirada” (San Juan de la Cruz), cambió hasta la decoración y la habitual atmósfera de tristeza y muerte que suele flotar en estos recintos.

Irene hija sustituyó el rutinario Responso por la  misa más íntima, cercana y de más profundo sentir religioso que vivimos algunos de los presentes. (Al recuerdo me vino acto similar y particular en una catacumba romana con el P. Patino y en la casita-cueva de la Virgen, en Israel, con un grupito de Paco Puértolas). Perdón por el inciso. En tu caso Rafa, el celebrante ha sido otro Paco, amigo de siempre de vuestro grupo, quien contribuyó con Irene a atenuar la tristeza y mitigar el dolor, ostensible en las inevitables lágrimas de nietas y condolientes.

¡Vivencia inolvidable! Por primera vez en mi vida -con noventa tacos a la espalda- experimenté en un velatorio el poder de la música y la fe que transmitían Irene y el coro de  compañeras consagradas. La oración-cántico de voces y corazones creyentes contagió a familiares y amigos. Fue un ADIÓS sin traumas ni visos de tragedia. Una serena, ordenada y amorosa despedida. ¡En consonancia con tu carácter! Te despedimos cantando al partir el furgón de la funeraria. Yo me sumé al coro. Incluso me permití  hacer un dúo de tenor -que me salió del alma- en la plegaria cantada a la Virgen.


¡Gracias Rafa! Y gracias también a los organizadores de tu despedida última por animarnos  a compaginar  Razón y Fe en “ Adiós tan estupendamente ejemplar!

1 comentario:

Lucila dijo...

Otra vez nos haces echar la lagrimita! Qué bonito homenaje! A Rafa le encantará allá donde esté