lunes, 15 de junio de 2020

Los pajaritos de San Antonio

Amaneció este 13 de junio con dejes de cifra fatídica. Sin pena ni gloria: confinados por la nefasta pandemia universal que nos amilana y sin la más remota alusión ni recordatorio del santo del día: San Antonio de Padua.

Ni romerías, bailes y festejos en la popular e histórica ermita de la Florida madrileña a la que San Antonio le prestó su apodo… y ni verbenas ni festejos patronales en las aldeas de la geografía hispano-portuguesa.

Gracias a Marina, ardilla saltarina, mariposa volandera, captadora de esencias poéticas populares, aparecieron en el móvil de Palmira Los Pajaritos de San Antonio: regalo infantil, juvenil y nonagenario sin precedentes en los últimos tiempos. Agradecido, por mensaje tan bello como enternecedor. Con los versos y pajaritos de Antoñito, hemos disfrutado de esta historieta que aprendimos de nuestras abuelas y hemos oído, cantado y repetido en nuestros pueblos al calor de la lumbre en las heladoras cocinas de antaño. Versos y canción con frecuencia convertidos en hitos de mi historial turístico.

En Padua, en una de las capillas catedralicias, dedicada a San Antonio, un grupo de turistas majariegos entonamos estrofas del popular romance. En la Lisboa natal del Santo de los pajaritos, disfrutamos Palmira y yo visitando la capilla del posible lugar de su nacimiento.

Y para que no perdamos tan bonito recuerdo, a continuación comparto con mis lectores el encanto de los versos de la azaña de Antoñito a sus 8 años y la melodía que nos acompañó e hizo felices durante tantos años.




ROMANCE DEL MILAGRO DE SAN ANTONIO

Divino Antonio precioso,
suplícale al Dios inmenso
que por tu gracia divina
alumbre mi entendimiento.

Para que mi lengua
refiera el milagro
que en el huerto obraste
de edad de ocho años.

Desde niño fue nacido
con mucho temor de Dios,
de sus padres estimado
y del mundo admiración.


Fue caritativo
y perseguidor
del mal enemigo
con mucho rigor.

Su padre era un caballero
cristiano, honrado y prudente
que mantenía su casa
con el sudor de su frente.

y tenía un huerto
en donde cogía
cosecha del fruto
que el tiempo traía.

Por la mañana, un domingo
como siempre acostumbraba,
se marchó su padre a misa
cosa que nunca olvidaba.

Le dijo: Antonio,
ven aquí, hijo amado,
escucha, que tengo
que darte un recado:

mientras yo estoy en misa
gran cuidado has de tener,
mira que los pajaritos
todo lo echan a perder.

Entran en el huerto,
comen el sembrado,
por eso te encargo
que tengas cuidado.

Cuando se ausentó su padre
a la iglesia se marchó,
Antonio quedó al cuidado
y a los pájaros llamó:

venir pajaritos,
dejar el sembrado,
que mi padre ha dicho
que tenga cuidado.

Para que mejor yo pueda
cumplir con mi obligación,
voy a encerraros a todos
en esta habitación.


A los pajaritos
entrar les mandaba,
y ellos muy humildes
en el cuarto entraban.

Por aquellas cercanías
ni un pájaro quedó,
porque todos acudieron
como Antonio les mandó.

Lleno de alegría
San Antonio estaba,
y los pajaritos
alegres cantaban.

Al ver venir a su padre
luego les mandó callar;
llegó su padre a la puerta
y comenzó a preguntar:

-Dime, hijo amado,
¿qué tal, Antoñito?
¿has cuidado bien
de los pajaritos?

El hijo le contestó:
-Padre, no tenga cuidado
que para que no hagan mal
todos los tengo encerrados.

El padre que vio
milagro tan grande
al señor Obispo
trató de avisarle.


Acudió el señor Obispo
con grande acompañamiento,
quedando todos confusos
al ver tan grande portento.

Abrieron las ventanas,
puertas a la par
por ver si las aves
se querían marchar.

Antonio les dijo a todos:
-Señores, nadie se agravie,
los pájaros no se marchan
hasta que yo no lo mande.


Se puso en la puerta
y les dijo así:
-Vaya, pajaritos,
ya podéis salir.

Salgan cigüeñas con orden,
águilas, grullas y garzas,
gavilanes, avutardas,
lechuzas, mochuelos, grajas.


Salgan las urracas,
tórtolas, perdices,
palomas, gorriones
y las codornices.

Salga el cuco y el milano,
canarios y ruiseñores.
Salgan verderones
y las corujadas
y las golondrinas.


Al instante que salieron
todas juntas se ponen
escuchando a San Antonio
para ver lo que dispone.

Antonio les dijo:
no entréis en sembrados,
marcharos por montes,
por riscos y prados.

Al tiempo de alzar el vuelo
cantan con gran alegría,
despidiéndose de Antonio
y toda su compañía.

El señor Obispo
al ver tal milagro,
por diversas partes
mandó publicarlo.

Arbol de grandiosidades,
fuente de caridad,
depósito de bondades,
padre de hermosa piedad.

Antonio divino,
por tu intercesión
todos merezcamos
la eterna mansión.
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Dedicado a Antje, heredera de mis debilidades por los pajaritos.