Los libros envejecen como las coplas de Gabriel y Galán. ¡Pero no
mueren! Sirvan de ejemplo dos tomitos de ediciones del
poeta “charro”. Obritas sin encuadernar, desvencijadas y “sin
usar”: “Obras completas de Gabriel y Galán, Tomo I, 18ª edición, 1935, Madrid,
Librería Fe, Puerta del Sol 15”. Y “Tomo II, 17ª edición, sin fecha
de publicación, igualmente sin encuadernar ni abrir”, pero el
Tomo I prologado por ilustres plumas y ¡con misteriosa y singular
sorpresa! - como veremos más adelante a su debido tiempo.
“Poeta grande será el que más enteramente se comunique”. No solo por su palabra, sino también por su vida y por su obra. ¡Y el que
más fácilmente! Facilidad motivada y agrandada en el caso de Gabriel y
Galán por una serie de circunstancias, concomitancias y vivencias
personales comunes con este anciano lector, recitador del poeta charro-extremeño
desde la infancia.
Lugares y escenarios paralelos de infancia y juventud: limitados
por la breve vida del poeta -¡muerte a los 35 años de edad!-
pero coincidentes, casualmente, con algunos de los capítulos de juventud
de este bloguero: comencemos
dando la palabra al poeta con
su escueta autobiografía:
“Nací de padres labradores en Frades de la Sierra, pueblecillo de la
provincia de Salamanca. Cursé en ésta y en Madrid la carrera de maestro de
primera enseñanza. A los diecisiete años de edad obtuve, por oposición, la
escuela de Guijuelo (Salamanca), donde viví cuatro años, y después, por
oposición también, la de Piedrahita (Avila), que regenté otros cuatro años.
Contraje matrimonio con una joven extremeña ¡en Plasencia!)... Mis paisanos,
los salamanquinos, y lo mismo los extremeños, me quieren mucho.” Etc., etc.
¡Hitos vivenciales y escenarios comunes! ¡Concomitancias profesionales
juveniles, herencias
provincianas, costumbres y afanes paralelos! Algunos ejemplos: del
pueblecito salmantino de Frades de la Sierra, donde nació el poeta, era
mi entrañable e inolvidable amigo Dámaso. Amistad fraguada en la
adolescencia en el seminario salmantino -hoy Universidad pontificia - y
tras largo distanciamiento profesional, retomada con entusiasmo y cordialidad
en la jubilación. Etapa en la que el amigo Dámaso era apodado
“Sandámaso” por la decena de “reencontrados en la jubilación”, al haber
superado “milagrosamente” una doble tuberculosis pulmonar. Premiado,
además, con una torrentera de voz insuperable y una grandeza de corazón sin
precedentes.
Del cordial amigo Dámaso llegaba todos los años la primera entrañable
y personalísima felicitación navideña, cuando ésta era tradición española generalizada,
siempre ilustrada y acompañada de poemita personal propio. Incluso
algún año que otro con versos de su adorado paisano Gabriel y Galán.
Devoción corroborada un año con la celebración en Frades del “Encuentro anual
estival” en el pueblo de uno de los supervivientes del curso. La celebración
el año que le tocó a “Sandámaso” fue celebración histórica ¡a bombo y platillo!:
¡con misa comunitaria solemne y aperitivo a base de productos de
la tierra, con recital obligatorio de versos patrios del ilustre poeta, hijo de
Frades.
Pasamos página: y nos trasladamos a la provincia de Ávila, también
escenario común juvenil. Una de las concomitancias o vivencias personales
con el poeta. En Piedrahita, importante y bello pueblo abulense, célebre por el histórico Palacio del
Duque de Alba -el famoso cuadro de Goya de la duquesa de Alba- Gabriel y Galán regentó
también durante otros cuatro años, según sus palabras, como “maestro de
primeras letras”. Pues en Piedrahita también este bloguero, con edad
similar a la del poeta charro, 22 años, y “maestro igualmente de primera
enseñanza”, disfrutó con jóvenes compañeros salmantinos y abulenses de un
“cursillito”- nunca mejor dicho- para … ¡título! de “Instructor elemental del
Frente de Juventudes”, obligatorio en aquellos años del franquismo para ejercer
la enseñanza oficial, de la que disfruté solamente un curso completo,
en el inolvidable pueblo segoviano de Vegas de Matute, en la falda norte de los
cerros del Caloco, coronado por La Mujer Muerta del Guadarrama en
lontananza.
En Plasencia, pequeña, pero histórica e importante, villa extremeña, que optó en tiempos a capitalidad de
Extremadura, se casó nuestro poeta. Curiosamente en la precedente -¡y escueta!-
cita autobiográfica silencia su nombre y se limita a comunicarnos: “contraje
matrimonio con una joven extremeña”. Sin embargo, la villa extremeña presume de
lugar de casamiento del poeta. La iglesia de San Esteban, situada en el
Rincón de San Esteban, próximo a la Plaza Mayor, pregona y presume
con placa en su fachada, como lugar de boda del ilustre poeta con una
extremeña de Carrascal del Camino -topónimo que, por coincidir con el de mi
Carrascal natal, de infancia y de juventud, merece también mención honorífica
más adelante.
Pues… en mi querida e inolvidable Plasencia -y con edad similar a la de la
boda del poeta- cumplió este bloguero con sus deberes patrios durante seis
breves meses como, Alférez de Complemento.
Oportunidad pintiparada aprovechada por este simpatizante y fiel devoto -¡ya
entonces!-del poeta charro-extremeño para recorrer y enamorarme de la idílica
comarca del Jerte, con los cerezos en flor, y de la romería placentina de
La Virgen del Puerto. Y, por supuesto, visitar algunos de los famosos
escenarios de su vida como campesino y labrador. Sin olvidarme de los
escenarios de cuna y herencia de su esposa Ana María. Pues a ello invitaban una
estrofilla popular del poeta:
No hay bajo el cielo divino
del campo salamanquino
moza como Ana María
ni más alegre alquería
que Carrascal del Camino.
El topónimo cacereño fue lugar de nacimiento de Ana María y futura
residencia como “labrador” de Gabriel y Galán, que abandonó la enseñanza para
convertirse en campesino, asumiendo dirección y administración de una
importante dehesa denominada El Tejar, propiedad de un tío de Ana
María en el Guijo, donde vivió y murió el poeta, y hoy Casa Museo de
Gabriel y Galán.
“Poetizo como hablan mis paisanos y amigos, próximos y lejanos… Por obra y
gracia de la palabra dialectal, popular campesina”.
Y si eran pocas las concomitancias de vida y profesión, mi visión romántica
del pasado y mi devoción por la obra de Gabriel y Galán se vieron
agrandadas, como anuncié al principio de capítulo, con la adquisición de
edición histórica de la obra del poeta, comprada a un “amigo” poeta, vendedor
de libros de anticuario en el Rastro madrileño.
¡Los Libros envejecen. Pero no mueren! Sirvan de ejemplo los 2 tomitos anunciados
de las Obras completas de Gabriel y Galán:
LIBRITOS SIN ESTRENAR
RELEGADOS Y OLVIDADOS! Aunque no devaluados. Valor añadido y agrandado
por la categoría de los prologuistas: Emilia Pardo Bazán, Joan Maragall, Fernando
Villegas (Zeda) y el P. Cámara, ilustre obispo salmantino de principios
del s. XX.
Confieso avergonzado que los dos libritos -(Obras completas de Gabriel y
Galán), comprados de anticuario, han permanecido relegados en la estantería de
“libros empolvados” durante una larga década. Hasta que un día -¡bien y
largamente jubilado!-se le ocurrió a este viejo simpatizante del popular poeta
charro echar mano de esta antigualla. Y ¡oh sorpresa! Guillotina en
ristre, al ir abriendo al azar algunas páginas del Tomo I, iban
apareciendo
maravillosos Marcapáginas sin precedentes. !Misteriosos registros
ocultos sin igual!
¡Preciosas, pequeñitas y grandes plumitas multicolor de
ave. Plumitas de pajarito o ave de difícil catalogación iban apareciendo
indistintamente. Marcapáginas
colección valiosa de plumas, reservada para este lector-pajarero en
su retiro nonagenario.
Tras el descubrimiento de esta retahíla de originales Marcapáginas, este
viejo Librito ha rejuvenecido, pasando
por valor propio al catálogo de ¡Los
libros que no mueren! Estos dos ejemplares de la Obra Completa de Gabriel y
Galán mantendrán viva nuestra relación con la aparición de estos “misteriosos
marcapáginas” sin precedentes. Mas no perdonaré al primer comprador -¡primer
lector de una docena aproximada de poemas!- haber silenciado en el momento de
apertura de hojas y colocación de cada plumita marcapáginas, número de
página y título del poema escogido y señalizado. De este modo, nombre del
primer comprador y lector misterioso de Gabriel y Galán, y plumitas
marcapáginas pasarán a la “histórica lista” de aficionados anónimos a
la lectura de “Libros que envejecen pero no mueren”.