miércoles, 22 de febrero de 2023

LIBROS QUE ENVEJECEN

Los libros envejecen como las coplas de Gabriel y Galán. ¡Pero no mueren! Sirvan  de ejemplo dos tomitos de  ediciones del poeta “charro”. Obritas sin encuadernar, desvencijadas y “sin usar”: “Obras completas de Gabriel y Galán, Tomo I, 18ª edición, 1935, Madrid, Librería Fe, Puerta del Sol 15”. Y “Tomo II, 17ª edición, sin fecha de publicación, igualmente sin encuadernar ni  abrir”, pero el Tomo I prologado por ilustres plumas y ¡con misteriosa y  singular sorpresa! - como veremos más adelante a su debido tiempo.

Poeta grande será el que más enteramente se comunique”. No solo por su palabra, sino también por su vida y por su obra. ¡Y el que más fácilmente! Facilidad motivada y agrandada en el caso de Gabriel y Galán por una serie de circunstancias, concomitancias y vivencias personales comunes con este anciano lector, recitador del poeta charro-extremeño desde la infancia.

Lugares y escenarios paralelos de infancia y juventud: limitados por la breve vida del poeta -¡muerte a los 35 años de edad!- pero coincidentes, casualmente, con algunos de los capítulos de juventud de este bloguero: comencemos dando la palabra al poeta con su escueta autobiografía: 

“Nací de padres labradores en Frades de la Sierra, pueblecillo de la provincia de Salamanca. Cursé en ésta y en Madrid la carrera de maestro de primera enseñanza. A los diecisiete años de edad obtuve, por oposición, la escuela de Guijuelo (Salamanca), donde viví cuatro años, y después, por oposición también, la de Piedrahita (Avila), que regenté otros cuatro años. Contraje matrimonio con una joven extremeña ¡en Plasencia!)... Mis paisanos, los salamanquinos, y lo mismo los extremeños, me quieren mucho.” Etc., etc.

¡Hitos vivenciales y escenarios comunes! ¡Concomitancias profesionales juveniles, herencias provincianas, costumbres y afanes paralelos! Algunos ejemplos: del pueblecito salmantino de Frades de la Sierra, donde nació el poeta, era mi entrañable e inolvidable amigo Dámaso. Amistad fraguada en la adolescencia en el seminario salmantino -hoy Universidad pontificia - y tras largo distanciamiento profesional, retomada con entusiasmo y cordialidad en la jubilación. Etapa en la que  el amigo Dámaso era apodado “Sandámaso” por la decena de “reencontrados en la jubilación”, al haber superado “milagrosamente” una doble tuberculosis pulmonar. Premiado, además, con una torrentera de voz insuperable y una grandeza de corazón sin precedentes.

Del cordial amigo Dámaso llegaba todos los años la primera entrañable y personalísima felicitación navideña, cuando ésta era tradición española generalizada, siempre ilustrada y acompañada de poemita personal propio. Incluso algún año que otro con versos de su adorado paisano Gabriel y Galán. Devoción corroborada un año con la celebración en Frades del “Encuentro anual estival” en el pueblo de uno de los supervivientes del curso. La celebración el año que le tocó a “Sandámaso” fue celebración histórica ¡a bombo y platillo!: ¡con misa comunitaria solemne y aperitivo a base de productos de la tierra, con recital obligatorio de versos patrios del ilustre poeta, hijo de Frades.

Pasamos página: y nos trasladamos a la provincia de Ávila, también escenario común juvenil. Una de las concomitancias o vivencias personales con el poeta. En Piedrahita, importante y bello pueblo abulense, célebre por el histórico Palacio del Duque de Alba -el famoso cuadro de Goya de la duquesa de Alba- Gabriel y Galán regentó también durante otros cuatro años, según sus palabras, como “maestro de primeras letras”. Pues en Piedrahita también este bloguero, con edad similar a la del poeta charro, 22 años, y “maestro igualmente de primera enseñanza”, disfrutó con jóvenes compañeros salmantinos y abulenses de un “cursillito”- nunca mejor dicho- para … ¡título! de “Instructor elemental del Frente de Juventudes”, obligatorio en aquellos años del franquismo para ejercer la enseñanza oficial, de la que disfruté solamente un curso completo, en el inolvidable pueblo segoviano de Vegas de Matute, en la falda norte de los cerros del Caloco, coronado por La Mujer Muerta del Guadarrama en lontananza.

En Plasencia, pequeña, pero histórica e importante, villa extremeña, que optó en tiempos a capitalidad de Extremadura, se casó nuestro poeta. Curiosamente en la precedente -¡y escueta!- cita  autobiográfica silencia su nombre y se limita a comunicarnos: “contraje matrimonio con una joven extremeña”. Sin embargo, la villa extremeña presume de lugar de casamiento del poeta. La iglesia de San Esteban, situada en el Rincón de San Esteban, próximo a la Plaza Mayor, pregona y presume con placa en su fachada, como lugar de boda del ilustre poeta con una extremeña de Carrascal del Camino -topónimo que, por coincidir con el de mi Carrascal natal, de infancia y de juventud, merece también mención honorífica más adelante. 

Pues… en mi querida e inolvidable Plasencia -y con edad similar a la de la boda del poeta- cumplió este bloguero con sus deberes patrios durante seis breves meses como, Alférez de Complemento.

Oportunidad pintiparada aprovechada por este simpatizante y fiel devoto -¡ya entonces!-del poeta charro-extremeño para recorrer y enamorarme de la idílica comarca del Jerte, con los cerezos en flor, y de la romería placentina de La Virgen del Puerto. Y, por supuesto, visitar algunos de los famosos escenarios de su vida como campesino y labrador. Sin olvidarme de los escenarios de cuna y herencia de su esposa Ana María. Pues a ello invitaban una estrofilla popular del poeta:

No hay bajo el cielo divino 

del campo salamanquino

moza como Ana María

ni más alegre alquería

que Carrascal del Camino.

El topónimo cacereño fue lugar de nacimiento de Ana María y futura residencia como “labrador” de Gabriel y Galán, que abandonó la enseñanza para convertirse  en campesino, asumiendo dirección y administración de una importante dehesa denominada El Tejar, propiedad de un tío de Ana María en el Guijo, donde vivió y murió el poeta, y hoy Casa Museo de Gabriel y Galán.

 “Poetizo como hablan mis paisanos y amigos, próximos y lejanos… Por obra y gracia de la palabra dialectal, popular campesina”.

Y si eran pocas las concomitancias de vida y profesión, mi visión romántica del pasado y mi devoción por la obra de Gabriel y Galán se vieron agrandadas, como anuncié al principio de capítulo, con la adquisición de edición histórica de la obra del poeta, comprada a un “amigo” poeta, vendedor de libros de anticuario en el Rastro madrileño.

¡Los Libros envejecen. Pero no mueren! Sirvan de ejemplo los 2 tomitos anunciados de las Obras completas de Gabriel y Galán: LIBRITOS  SIN ESTRENAR RELEGADOS Y OLVIDADOS! Aunque no devaluados. Valor añadido y agrandado por la categoría de los prologuistas: Emilia Pardo Bazán, Joan Maragall, Fernando Villegas (Zeda) y el P. Cámara, ilustre obispo salmantino de principios  del s. XX. 

Confieso avergonzado que los dos libritos -(Obras completas de Gabriel y Galán), comprados de anticuario, han permanecido relegados en la estantería de “libros empolvados” durante una larga década. Hasta que un día -¡bien y largamente jubilado!-se le ocurrió a este viejo simpatizante del popular poeta charro  echar mano de esta antigualla. Y ¡oh sorpresa! Guillotina en ristre, al ir abriendo al azar algunas páginas del Tomo I, iban apareciendo maravillosos Marcapáginas sin precedentes. !Misteriosos registros ocultos sin igual! 
¡Preciosas, pequeñitas y grandes plumitas multicolor de ave. Plumitas de pajarito o ave de difícil catalogación iban apareciendo indistintamente.
 Marcapáginas colección valiosa de plumas, reservada para este lector-pajarero en su retiro nonagenario.

Tras el descubrimiento de esta retahíla de originales Marcapáginas, este viejo Librito ha rejuvenecido, pasando por valor propio al catálogo de ¡Los libros que no mueren! Estos dos ejemplares de la Obra Completa de Gabriel y Galán mantendrán viva nuestra relación con la aparición de estos “misteriosos marcapáginas” sin precedentes. Mas no perdonaré al primer comprador -¡primer lector de una docena aproximada de poemas!- haber silenciado en el momento de apertura de hojas y colocación de cada plumita marcapáginas, número de página y título del poema escogido y señalizado. De este modo, nombre del primer  comprador y lector misterioso de Gabriel y Galán, y plumitas marcapáginas pasarán a la “histórica lista” de aficionados anónimos a la lectura de “Libros que envejecen pero no mueren”.