martes, 27 de septiembre de 2011

2. San Pedro o la modernidad


SAN PEDRO DEL VALLE era diferente. ¡Era la capitalidad! Si bien no aventajaría a sus dos compañeros de vecindad en una veintena de habitantes. San Pedro era la modernidad: sin historia ni tradición. Sin iglesia de referencia. Ensombrecida por las dos monumentales e históricas de Carrascal y Zarapicos.

Escuela de San Pedro del Valle
San Pedro era la progresía. Con médico, cura y secretario. Todos ellos compartidos con los dos poblados limítrofes. Con un MAESTRO -con mayúscula- ¡excepcional! Un Don José, admiración y envidia de los pueblos colindantes. Con entrega total - de día y de noche1 - a sus conciudadanos. Pequeños y mayores. Impronta cultural y modernista de un pueblo. ( A él le debo, agradecido, el primero de los aprobados en mi larguísima serie de exámenes, el de ingreso en el seminario).Y a él somos muchos los que le debemos gran parte de nuestro brillante futuro.

Frontón de San Pedro, ahora lleno de pintadas

San Pedro era la envidia de los pueblos vecinos: Carrascal, Zarapicos, La Vega de Tirados. Porque San Pedro tenía salón de baile, dos tabernas, dos panaderos, dos zapateros, dos tamborileros ( el Sr. Florián el zapatero y el Sr. Isidro el cartero). Todo a pares , como puede ver el lector. ¡Ah! Alguno más se me quedaba en el tintero de la enumeración: también tenía dos carniceros, un huevero, un sacristán (Fidel), que hoy hubiera hecho sombra al mismísimo Pavarotti. ¿Hay quien dé más? Pues sí: un frontón de competición a la antigua usanza y estilo castellano, un elegante muro de piedra de cantería labrada donde jugábamos a tríos. Una fuente-manantial de aguas frescas, oscuras y profundas, elixir de enamoradas que a ellas se acercaban con el cántaro a la cadera. Una poza de lavar que, feliz y cuidadosamente, los naturales han sabido conservar como monumento de aldea. Aunque el verdadero monumento histórico natural sea un fresno centenario recostado y descansando sobre la peña milagrosa, que un grupo de amantes de tradiciones y culturas rurales ha sabido elegir como escudo y nombre de una Asociación cultural. Y por último… !la Fiesta grande! La del patrono que le prestó nombre. La Fiesta de las Fiestas de la comarca: ¡el día de San Pedro!

Fuente de San Pedro
El Día de San Pedro continúa manteniendo para mí sabor y color de cerezas de la sierra. Ningún año faltaban los serranos con sus mulas y sus banastas de exotismo en los aledaños de la plaza festiva. También era dulzor, todavía fresco en la despensa de mi memoria, el arroz con leche del “baile del arroz”, que concluía en la Fuente, al frescor de su fresno el día de San Pedrito por la mañana. Tradición encantadora que no sé si perdura todavía.

¡Tres eran tres! Los tres despoblados y durmientes en invierno. Resucitados, redivivos y desconocidos en verano. Manteniendo parte de su esencia y su carácter perdidos. San Pedro ya no tiene funcionarios residentes. Ni menestrales. Zarapicos ha visto reducido su término a la mínima expresión. Como el pueblo de ceramistas toledanos, Puente del Arzobispo, sus límites se reducen al casco urbano. ¡Hasta la Casa Grande, antigua mansión, emblema de casa señorial campesina charra ha desaparecido para ser reemplazada por anodinos adosados! ¡Una inmensa tristeza inunda mi alma!, que diría el poeta. Un pionero del desmadre nacional se adueñó de todo el término. Arremetió con el monte comunal para plantificar uno de los primeros campos de golf de la España moderna y burguesa. Arrancó y destruyó viñedos convirtiendo la bella imagen que daba vida y alegría al pueblo en horripilante panorámica: ¡¿¿¿un huerto???! de renovables! San Pedro tampoco se vio liberado de la quema del barbarismo enriquecedor.

Pero con la revolución territorial llegó el boom turístico. Al éxodo “a la capital” y grandes urbes como Madrid, Barcelona o Bilbao, siguió, en muchos casos, el retorno estival de nativos a su querencia. Al sitio donde se criaron. Al lugar que archiva sus primitivas y profundas raíces. Los tres protagonistas de nuestra historia vivieron un renacimiento al amparo o tirón económico del golf, de los Baños - y de la Nuclear de Juzbado. Bastantes vecinos de las tres localidades vieron resuelto afortunadamente, gracias a ello, su problema laboral. Ante todo cabe destacar la vinculación de San Pedro a los Baños de Ledesma: desde el médico al jardinero, parte importante del personal del balneario, suministradores y tenderos, (una institución es el carnicero de San Pedro, de prestigio y reconocimiento en toda la comarca), hábil, inteligente y honradamente supieron compaginar vida en la ciudad y en el pueblo, en la urbe y en el campo. Retocaron y remozaron sus antiguas viviendas o construyeron modernos chalets, ejemplo seguido por turistas o golfistas foráneos.
1 Tuve el honor, después de jubilado D. José, de proseguir - con mis 20 años - sus “clases nocturnas”, en las largas noches de invierno. ¡Experiencia inolvidable! La mayoría de los alumnos eran mis amigos.   

viernes, 23 de septiembre de 2011

1. Zarapicos, remanso de paz y oasis de verdor y frondosidad...

Zarapicos - con sus connotaciones toponímicas y etimológicas árabes - era para mí, en aquel entonces, sinónimo de jardines y frutales.  Zarapicos era oasis de seducción. Poesía en estado natural. Brisa primaveral. Alamedas y choperas. Alcornoques y huerta de Valporquero. Oropéndolas en los álamos de sus choperas. Ruiseñores y jilgueros en los zarzales y chopos de sus cercados. Arroyo de aguas perpetuas. Agua por doquier. Huertas con norias de aguas frescas y cristalinas. 

Portal de la Iglesia: oasis de verdor
En el corazón del pueblo, la iglesia con su fachada escoltada por gigantescos y umbrosos olmos, y sus suntuosos ventanales renacentistas, uno en el frontispicio y otro en el ábside. Frutales y más frutales en cortinos y cercados: peras de don Guindo - ¡únicas! - manzanas y ciruelas - discretas. Y jardines… y, sobre todo, ¡rosas!: Rosas de Alejandría y rosas silvestres; de perfume embriagador; blancas, amarillas y rojas.

El jardín de la tía Irene
Ante todo, Zarapicos conserva, destacando  en mis recuerdos, perfumes de árbol de paraíso y celindas de los jardines de la tía Irene. Aromas de hinojo y almaraduz. Olor a incienso embriagador el día de las Candelas y revoloteo cautivador de las dos palomitas del ofertorio. Solemne procesión de Jueves Santo hasta la cruz del Moreno. Hondear de pendones al viento con estación en el cementerio, y cántico del Miserere por Heliodoro, un contratenor que llegaba con su atiplada voz hasta las nubes. Él fue como mi “maestro” de canto a quien acompañé, ya estudiante, en diversas ocasiones, y de quien aprendí canciones populares y religiosas, de las que conservo como oro en paño el “Ave María” del día de las Candelas. 

La cruz del Moreno
¿Quién se puede olvidar de las alfombradas calles tapizadas de tomillo y romero, pétalos de rosa, celindas, tomillo e hinojo, y los altarcitos  en portalillos caseros el Día del Señor? ¿Qué niño de antaño no recuerda con nostalgia a los confiteros bajo los olmos del atrio de la iglesia el día de Santiago? Y…  tantos y tantísimos otros recuerdos que empedraron de ilusiones los caminos de mi infancia y adolescencia. En ese entorno nacieron y crecieron verdaderas  amistades. ¡Inolvidables amigos de adolescencia y juventud! ¡Vecinos de mis abuelos y vecinitas entrañables! Primas y primos : hijos del tío Emilio que la vida dispersó para no volver a verlos  más. Infancia y adolescencia veraniegas en casa de los abuelitos, con Antonio y Benjamín, “primos de primera”. Íntimos e inseparables. Los más cercanos y entrañables. Con toda su prole los más fieles y más allegados.




Un triángulo amoroso: Carrascal / Zarapicos / San Pedro


La etiquetación de los vértices del triángulo son desilusionantes. El título promete un romance rosa, amoroso-erótico y resulta que en nuestro caso el amante es uno solo - el protagonista - y los amados, tres. Y… paradojas de la vida, el principal de los tres pueblos - o pueblecitos - personificados, el que ocupa la cabecera del frontispicio, es Carrascal, - ¡mi Carrascal! - totalmente relegado y olvidado en la Partida de “mi” Nacimiento, cuya rectificación debiera ser como sigue: “”.. se procede a inscribir el nacimiento de un varón (línea 7 y ss.) ocurrido … en la casa de sus padres, en Carrascal de Velambélez, anejo de este Ayuntamiento.”

Pero bueno… pelillos a la mar.

Situación del triángulo en el mapa
Lo que sí es de resaltar es que estas tres aldeas, equidistantes entre sí dos escasos kilómetros, estaban íntimamente vinculadas, no solo por los lazos familiares, sino por cierto espíritu de mancomunidad, debido a su proximidad geográfica.

Había, no obstante, una causa mayor que motivaba mi afecto, el imán que puerilizaba mi alma: mi orfandad, mi falta de madre. En Zarapicos vivían mis abuelos paternos: Cipriano y “Meregilda” (hipocorístico de Hermenegilda). En San Pedro mi abuela materna: Mª Agustina. La casa de las abuelas - las abuelas sucedáneo de las madres - era un remanso de paz, de mimos y de cariños. Los tres abuelos - el abuelo materno muerto también joven - y los tres pueblos -¡tres eran tres! - con sus circunstancias, impregnaron mi alma de niño, mariposa volandera, jugando a las tres esquinitas. ¡Dulces, tristes y alegres paisajes perpetuados!