domingo, 27 de mayo de 2018

VIVA EL TURISMO II

Conductor a la fuerza – Automovilista de pacotilla

Mi salida al extranjero, al margen del beneficioso fenómeno cultural y del exotismo de la nueva vida, supuso un cambio radical y de progreso socio-económico, tan valorado en aquellos tiempos. La adquisición y posesión del automóvil, la imagen del automóvil o del coche como familiarmente es designado, era valencia autobiográfica sobresaliente en la época histórica de post-guerras europeas. A mediados del pasado siglo, cuando el único coche reinante en el ámbito rural y provinciano charro era el “coche de San Fernando”, el automóvil solía ser fiel reflejo de clase social, incluso de la personalidad de su dueño y conductor.
Flamante pareja en su VW
Para este humilde profesor, españolito honrado y luchador, ciudadano de a pie en Alemania, lograr al año de casarse y con su flamante joven esposa, asentados sus reales en Frankfurt del Main, tan flamante como anhelado tesoro, era motivo de orgullo y satisfacción.
Bloguero en su VW
El Volkswagen se convirtió en inseparable compañero de trabajo: transporte y medio de locomoción particular en el recLorrido diario por calles y cercanías de mi inolvidable Francoforte del Meno!!!, (traducción frecuente antaño) capital y centro industrial de la Wiederaufbau (reconstrucción) alemana.
El modesto Volkswagen, “coche del pueblo” hitleriano, seguido de los “Opeles” , Seats , Vento o Renault…fueron el cordón umbilical o vínculo con la familia y “motor” del sueño anual de nuestro vacacional viaje veraniego a la pequeña patria, cruzando toda Francia por París o por Lyon, permutando fronteras por Irún o por Port Bou, y atravesando España de Norte o Nordeste hasta alcanzar el Occidente salmantino.
Comenzando por el principio la historia de nuestra relación familiar con el automóvil fue ésta una página tan exitosa como memorable: un 15 de agosto, día laborable y de mañana lluviosa en una de las barriadas más populares de Frankfurt, aprobaba -¡a la primera! – el examen de conducir un servidor, uno de los poquitos emigrantes españoles que pululaban por aquellas latitudes nórdicas. Confieso, con la mano en el pecho, que la consecución del “carnet de conducir alemán”, ha sido uno de los hitos memorables en mi curriculum automovilístico. Por lo demás, volviendo la vista atrás con melancolía, pero sin encono, quiero que quede bien claro que mi entusiasmo por el volante, mi afición al automovilismo, mi interés por el último modelo o la fascinación por las grandes marcas germanas del Mercedes o el Audi – por algunos amigos recomendadas- eran igual a cero absoluto (en eso no he envejecido nada, sigo a cero).
Sirva como prueba fehaciente de mi exigua pasión por mi coche, mi imposibilidad de memorizar ni una sola matrícula de los ¡8 utilitarios utilizados!...y ni se te ocurra preguntarme, estimado lector, por la cilindrada, velocidad máxima, marca de neumáticos, ni por el nombre o la ubicación de las piezas del motor. Incluso olvidaba la existencia de algunos de los numerosos botones o mandos del salpicadero. Conformábame con saber abrir y cerrar las tapas del refrigerador y del depósito de gasolina, aunque más de una vez me olvidase de ésta última en la estación de servicio. Atenuante a tamaña ignominia, que a mi favor puntuaba, estaba el socorrido par de latas de agua y gasolina respectivamente almacenados siempre en el maletero.
Bloguero con su "lujoso" 850
¡Pero no todo fue indiferencia o desinterés! Grabado en un rinconcito de mi memoria visual, aunque ligeramente desvaído por los años, se mantiene el color de cada uno de los ejemplares de “mi parque móvil”: Desde el rojo del Seat 850 al amarillo del 124 y al azul del Panda, del gris del VW -¡semi-descapotable!- primero de la serie (ver foto de la chula pareja de propietarios), al gris- blanco del Opel Cadet al azul-blanco del Opel Record – el que nos devolvió a España- , un Vento gris, y el Renault rojo o último- heredado de Blancaluz– aún en rodaje por Palacios!-
Opel Record con saltamontes
Y ¡ bastan y sobran datos técnicos! Como “la Naturaleza es un libro abierto”, este “automovilista a la fuerza”, bibliófilo y lector por oficio y devoción, olvidaba con frecuencia sus papeles de conductor. Y relegando volante, indicadores o señalizaciones del asfalto, cual “Arriero” argentino “guapeando” por esas carretera, gustaba de echar el ojo a diestra y siniestra, o a lo alto, recreándose en las prácticas de vuelo y caza de las rapaces y en la observación de los paseriformes: alondras, verdecillos, jilgueros y pardillos que alegraban, en bandadas o por parejas en inviernos o primaveras, campiñas, sembrados, barbechos y arboledas.
Resumiendo: el Coche, a la par que de guía turística y campo de entrenamiento y desarrollo para mis aficiones ….geográficas y lingüísticas (toponimia y etimologías) fue y continúa siendo archivo y baúl de episodios y acontecimientos inolvidables: vivencias, peripecias, aventuras y desventuras viajeras vinculadas al automóvil que reclaman un tercer capítulo sobre El Turismo.

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