miércoles, 17 de octubre de 2012

LUNA DE MIEL HISTORICA, insólita y excéntrica

De Sequeros a Frankfurt am Main

Aunque la luna prosiga impertérrita en su girar y en sus fases, sus clases y géneros han sufrido alteraciones y cambios importantes. Una de las mutaciones más significativas y llamativas es la operada en la popularmente conocida como "Luna de miel".

No voy a detenerme a estudiar su evolución histórica. Tampoco voy a perder el tiempo analizando sus cambios semánticos y sociales. Voy a centrarme únicamente -sin entrar en minuciosas intimidades- en una luna de miel ciertamente llamativa por su singularidad espacial y personal. Con pelos y señales  cronológicas y espaciales debo señalar que esta Luna de Miel comenzó el 2 de Agosto de 1956 en el idílico rincón perdido de la sierra salmantina, conocido por Sequeros y que se prolongó hasta Alemania, hasta  la histórica ciudad de nacimiento de Goethe, que medio mundo sabe que fue Frankfurt del Main.

He olvidado en qué fase se hallaba la testigo nocturna de los enamorados. Solo puedo testimoniar que esta Luna de Miel fue uno de los sucesos más rocambolescos, insólitos y descabellados que acaecieron en la ciudad del Tormes:

"¡Novios salmantinos pasarán su luna de miel en el serrano pueblito salmantino de Sequeros!"

El comunicado periodístico es ficticio. Pero bien pudiera haber sido uno de los habituales titulares en las Crónicas de Sociedad de la provinciana prensa charra La Gaceta Regional o El Adelanto. El simple enunciado hubiera provocado hilaridad y carcajadas. Lo habitual y sonado en la creciente burguesía de entonces, según notición en la prensa local, con foto incluida, era que la feliz pareja salía en viaje de  novios para Mallorca, Madrid, Barcelona, Andalucía, París o el extranjero.

Nuestra pareja de protagonistas -Palmira y Manolo- en el taxi de un portugués, amigo del cuñado Delfín, después de finalizar el obligatorio baile de bodas que cerraba el festejo nupcial  (véase capítulo correspondiente) partieron dirección a Sequeros como dos potentados en diligencia imperial.

Todo estaba organizado con meticulosidad por el recordado cuñado Ignacio. Un amigo, veterinario de Sequeros, antiguo compañero de estudios en Zaragoza, nos había reservado habitación, con pensión completa, en la fonda del pueblo, jardín y terraza incluidos. La diligente posadera nos recibió con  exquisita amabilidad, lo que nos hizo concebir ilusas expectativas. Mas el cielo se nos vino abajo al anunciarnos que estaba al completo. Ante el inminente desvanecimiento de la novia, la diligente fondista nos tranquilizó anunciándonos que: "simplemente para dormir nos había agenciado un apartamento a estrenar, en la plaza del pueblo, cercano a la iglesia. Desayuno y comidas caseras en la fonda."

Acabábamos de tomar posesión de la "suite", una minúscula buhardilla "lujosamente amueblada" con una simple cama "moderna" niquelada y una rudimentaria silla haciendo juego, cuando el veterinario Maxi se presentó con su novia para invitarnos a un "picnic" en un pinar de los alrededores. 

Foto de la novia con amigos y perro
La cordialidad nos resultó desorbitada ya que los recién desposados preferían la soledad a la merienda, pues, según receta del poeta, la soledad más hermosa es la soledad de dos en compañía. Ésta llegó al fin y una espléndida luna llena se enseñoreó de los dominios de la noche. Mas, ésta se tornó "toledana" y no por lo  que suposiciones  fantásticas puedan  imaginar. Causantes aguafiestas de la velada fueron el reloj de la torre de la iglesia, que no se dejó ni un solo cuarto en el badajo, y una parejita de envidiosos gatitos encelados encargados de organizar la serenata en el tejado (la censura no permite detalles pormenorizados, simplemente aclararé que el novio, como pésimo durmiente que es, apenas pegó ojo en toda la noche). Fue una noche de luna meliflua, como el propio juego de palabras indica, fue el dulce sueño de una noche de verano.

Entre  los numerosos  documentos del evento archivados en la papelera de la memoria figuran las comidas en la Fonda. Recuerdo todavía con fruición y regusto la fuente de porcelana blanca a rebosar de filetes de ternera serrana: ¡los filetes más ricos, tiernos y sabrosos de mi retentiva culinaria! Y si algo les faltaba… ¡servicio a discreción!

De reseñar es también una excursioncita al riachuelo de Casas del Conde. Memorable el descenso, romántico y dificultoso, cogiditos de la mano, por un sendero entre peñascales, zarzales y majuelos. El pueblecito guardaba gran valor sentimental para el novio que, de estudiante había ido a comprar las famosas cerezas de las Casas con el cuñado Delfín.

Igualmente es de recordar y resaltar la curiosidad que la pareja de tortolitos despertó entre los veraneantes de la fonda. Matrimonios mayores y mamás jóvenes, veraneantes con niños,  no nos quitaban ojo, intrigados por la procedencia y actividad de aquella parejita solo visible a las horas de comedor. Averiguada nuestra  identidad se mostraron en todo momento, cordiales y afectuosos. Orgullosos de la compañía de tan distinguidos y singulares huéspedes.

El primer capítulo de tan excéntrica luna de miel tuvo la escasa duración de una semana. Todo tiene su explicación: el novio, profesor asistente en Frankfurt, sólo disponía de un mes de vacaciones, plazo que hubo que distribuir racional y equitativamente entre preparativos de boda, luna de miel, visiteos y cumplidos familiares en los correspondientes pueblos.

La Luna de Miel acababa de comenzar. Empezaba ahora la segunda  parte, la odisea del "Viaje de Novios al Extranjero"… a Alemania. Éstas fueron, en verdad,  auténticas noches toledanas. La anunciada función comenzó ya en el punto de partida, estación de tren de Salamanca. En la ventanilla del exprés Lisboa-París un cartel rezaba: NO HAY BILLETES. Se rogaba esperar la llegada del tren y se confiaba en que quedasen plazas libres. Ilusiones frustradas. La negación continuó impertérrita. Gracias al tío Valentín, padre de los primos Benjamín y Antonio, que prestaba su servicio en la estación como guardia de seguridad, conseguimos subir al tren con baúl, maletón y bolsos. Asientos libres, un sueño. En el pasillo atiborrado de viajeros y equipaje, como sardinas en banasta, malsentados encima de las maletas y equipaje, transcurrió esta interminable noche de viaje de novios al extranjero. Antes de la llegada a Irún, el revisor, mediante un sello en el pasaporte, nos concedió el visado que nos otorgara entrada en Francia. Previamente había que cambiar de tren, pues la España de Franco seguía anclada en los trenes de vía ancha. El joven novio llegó hecho unos zorros. Mas que joven enamorado parecía viejo decrépito incapacitado para continuar el viaje. La feliz pareja tuvo la más descabellada idea que humano pueda imaginar: bajarse del tren, hacer noche en Irún y continuar viaje al día siguiente: así conseguirían mal dormir en una pensioncilla barata de estaciones de ferrocarril.

A la mañana siguiente, pasados los engorrosos trámites de la aduana, cómodamente  asentados en el tren de París, el revisor no acepta el visado de entrada con fecha del día anterior. El ilustre novio deberá iniciar veloz carrera con los pasaportes a la aduana en busca del nuevo visado requerido. Pero como las desgracias nunca llegan solas, una vez de vuelta en el tren, Palmira se percata de la falta del bolso azul con el reglamentario jamón, regalo de los abuelos de Palacios, y…¡otra carrera más! Contrarreloj casi suicida, pues el silbato de salida del tren ya había sonado. Con el jamón a cuestas, pude  tomar el tren  en marcha con el revisor hecho un basilisco jurando en hebreo y en gabacho… y nuevamente la joven dulcinea al borde del infarto.

Al cómodo viaje Irún-París Austerlitz seguía siempre la hora de suspense y nerviosismo en París, en la que el viajero dependía de la pericia del taxista y de la longitud de las interminables colas para conseguir tan preciado servicio, para poder tomar en la estación de  L’Est, el tren que le llevaría al anhelado paraíso de Frankfurt. Esta vez los hados nos fueron propicios. Aunque nos esperaba otra larga dulce noche de viaje de novios en tren. Nuestro compartimento y el coche-cama también al completo. Afortunadamente, entre súplicas y suspiros,  el revisor al ver nuestro aspecto de pardillos enamorados se apiadó de nosotros y nos acomodó -propinilla al margen- en un modesto apartadito con dos asientos extensibles, todo ello en consonancia con la categoría y anhelo de los novios de incógnito. El largo viaje transcurrió plácida y  dulcemente, como en el mejor coche cama del Orient Express. Nuestra llegada a la estación de Frankfurt no tuvo recibimiento oficial: ni banda de música, ni cohetes y volteo de campanas. No fueron ni esperados, ni necesarios. Nos bastó con haber llegado sanos y salvos, y despiertos, después de tan inusitado comienzo y tan azarosa continuación de nuestro viaje de novios al Frankfurt de nuestros amores.

La feliz pareja en 2012
En el antiguo barrio residencial judío del Westend, en una habitación sin derecho a cocina los fines de semana, construimos en la Unterlindaustrasse el primero de los tres niditos alemanes. Después de 56 añazos, dejemos a nuestros aventureros protagonistas disfrutando merecida y plácidamente, con el recuerdo, de aquella luna, que aunque en fase menguante, continúa resplandeciente. De ello da fe el adjunto testimonio gráfico de nuestra queridísima y admirada nieta Irene.

Muy  pronto aparecerán nuevos y apasionantes capítulos de nuestra feliz y fructífera estancia en el extranjero. En la palestra de estas Semblanzas aparecerán pronto tres de sus protagonistas estelares: Antje, Emma y Blancaluz tan vinculadas y encariñadas con nuestro Frankfurt.       

4 comentarios:

Lucila dijo...

Bueno , bueno... después de los 56 años el novio sigue teniendo la misma facilidad para contar historias .¡Casi se me sale el corazón con tanta carrera!

Anabel dijo...

¡Madre mía! Menos mal que sabíamos que la historia tuvo final feliz, con los tortolitos sanos y salvos en Frankfurt, que si no...
Que casi perdieran un tren... pase; pero un jamón... ¡imperdonable hubiera sido!

Iribú. dijo...

¡De película!

Paloma dijo...

¡Este viaje me ha dejado agotadita!