martes, 10 de marzo de 2020

Una España más donde habita el recuerdo

La España vacía de mis duermevelas

Confieso que hay aficiones que ni con la edad decrecen. Un ejemplo más, el de este bloguero nonagenario, que acaba de disfrutar con la fascinante lectura/aventura de “La España vacía” de Sergio del Molino, viaje literario que suscribo y avalo con mi granito de arena y con mi optimista aportación a la ardua empresa de su reconquista y repoblación:
“La España vacía... es un frasco de las esencias. Aunque esté casi vacío, conserva perfumes porque se ha cerrado bien.”
Aunque esté herméticamente cerrado somos todavía muchos los que disfrutamos con las “esencias” memorables de un recorrido por caminos ancestrales de difícil catalogación. Continúo citando del mismo autor:
“La España vacía nunca estuvo llena. Incluso está menos vacía ahora que antes."
La España vacía es un cúmulo de enfrentamientos de muchos resentidos que inventan un pasado lleno de vida, de niños y de gente, como el de un servidor, uno más de los poquitos que quedamos, testigos-protagonistas de la historia de aquellos remotos, perdidos e incomunicados pueblecitos de la España hoy “casi vacía”, que conserva y ofrece perfumes a algunos de quienes “aún viviendo en el fango, lo hacían mirando a las estrellas” (Oscar Wilde). Los recuerdos, si yacen muy lejanos, se deforman y falsean... o idealizan. Todo depende de cómo haya sido la noche o cómo amanezca el día... siempre del color del cristal con que se miren. Otro periodista- prosista y poeta admirado, Antonio Lucas, ponía también el dedo en la llaga en una serie de reportajes en El Mundo: "Donde habita el olvido", excursiones veraniegas a pueblos “vacíos” , pueblos españoles . Pueblos de la España vacía, “que agotan su pulso o mantienen su hilo de existencia con la pleamar de unos pocos habitantes que aún resisten... y beben de las fuerzas que conserva el campo”... “Te llena el cuerpo de paz este espacio contrario a la misérrima estampa a la que se asocia la España vacía”... o la “España medieval”!

Yo viví la Edad Media” era el título de la novela que soñaba llevar a la imprenta mi predilecto primo Benjamín, Benjamín Pedraz, nacido, escolar y estudiante en la capital del Tormes, donde, de niño y adolescente, transcurría medio año soñando el otro medio con las vacaciones escolares veraniegas que, juntos, libres y a nuestro albedrío, disfrutábamos a nuestras anchas en el pueblo de nuestros abuelos, Zarapicos, “remanso de paz, verdor y frondosidad”, según este bloguero (Triángulo amoroso). Hoy uno más de los deshabitados y vacíos. El malhadado y maldito Alzheimer truncó tristemente los sueños de mi primo y su sueño escriturario quedó en agua de borrajas, que no en mi olvido.

Quien esto escribe suele hablar - y soñar, todavía emocionado - de la infancia y adolescencia, de los paisajes y correrías de aquellos niños que correteaban por las embarradas y empedradas calles, las lóbregas y tenebrosas callejuelas y callejones sin salida - caminos polvorientos en verano, lodazales en invierno - sin luz eléctrica ni agua corriente. Conviviendo con animales. Persiguiéndonos en las eras, el valle, los montes y el río, jugando al frontón con pelotas de trapo y al fútbol con balones de goma. Al aro y a la peonza. A las canicas. Y al escondite en habitáculos oscuros, ruinosos y semiolvidados, etc., etc.

En suma, viviendo la pobreza y la escasez. La desinformación y el aislamiento. Sin teléfono. Y por supuesto sin móviles. Sin radio, ni televisión. Navegando como se podía en la penuria de la guerra entre hermanos y la posguerra entre el hambre y la miseria. Una España rural numéricamente muy superior a la actualmente “vacía”. La “España medieval” de mi primo. España increible e incomprensiblemente llena. Escuelas e iglesias llenas, con frecuencia a rebosar. Conviviendo apiñados, en minúsculo hábitat, familias numerosas, animales y personas. Compartiendo, pared por medio... no siempre, alcobas y cocina con cuadras y pajares, gallineros y pocilgas.

Difícil deslindar, pasado y presente y valoraciones tan diversas. Incongruente comparar recuerdos y realidad. Volviendo la vista atrás, con ojos de niño y mente de anciano:

”No sé que tiene la aldea
donde vivo y donde muero…”
(Lope de Vega)
…”que sueño siempre con ella,
aunque esté lejos, muy lejos.”
(MJG)

Con los años y la distancia, la experiencia y los nuevos tiempos, uno ha aprendido a ver las cosas como son, en el contexto del momento y a valorar en su justiprecio la irreconocible transformación de la “actual España vacía” de infinidad de pueblos remozados y resucitados en ambas Castillas y León, Aragón, y otras tantas regiones del “mapa de piel de toro”.

La historia moderna de estos pueblos se escribe con lenguajes diferentes. La despoblación del campo es real. Sirvan de ejemplo las provincias salmantina y zamorana del noroeste español. Según recientes estadísticas casi un centenar de pueblos de la provincia de Salamanca no alcanza el centenar de habitantes. Aldeas que en su mayoría llegaron a sobrepasar el medio millar. Y la cifra continúa descendiendo. Sin embargo la alarma actual es consecuencia de un lentísimo, casi secular, proceso, en el que desarrollo económico y despoblación van de la mano.

La emigración masiva nació en la España franquista, que al abrir las puertas a Europa facilitó la emigración masiva de trabajadoras y trabajadores a la Alemania de la “Wiederaufbau, la del milagro alemán ”, la de la reconstrucción del viejo canciller Adenauer, la que viví durante mi estancia en Alemania.

Nacío en la España “medieval” de mi primo y propia: la España pobre de artesanos y trabajadores del campo que poblaban las aldeas, que cantaron los poetas campesinos como Gabriel y Galán :

“Mayorales, gañanes y renteros, 
Cabreros, pastores y porqueros,
Colones y yegueros,
Guardas y aperadores,
Montaraces, zagales y vaqueros…”
-----------------------
Esta tarde siento 
mortales tristezas.
La tarde está sorda
Sin ruido la aldea
Desierta la plaza
Cerrada la iglesia…
¡Qué sola está el alma!
¡Qué tristes las tristes memorias que dejan!
(Gabriel y Galán)


La vieja Castilla, Extremadura, Aragón... morían para dar paso a una “tierra de campos” nueva, a la industria y la emigración. “Moría - como lamentaría mi Delibes en su “Mi vida al aire libre”... “la siembra a voleo, el arado romano, los aldeanos con traje de pana - la trilla con yuntas, los carros hundidos en el barro hasta los cubos”, etc. Ello trajo consigo la liberación y redención de aquellas gentes.

De las ruinas, los escombros, la suciedad y la desaparición, oficializada, de los animales de los corrales, establos, cuadras y pocilgas a las obligatorias granjas alejadas del pueblo, han surgido nuevas viviendas y se han remozado y rejuvenecido las deterioradas. Nuevos frontones, plazoletas asfaltadas y ajardinadas, espacios verdes y de juegos para los niños y chalets de los hijos del pueblo residentes en la capital, o en las grandes urbes de Madrid, Bilbao o Barcelona. Incluso de las vecinas Valladolid, Zamora o Ávila.

Es cierto que en los largos meses de invierno de meseta las calles están tristes y desérticas y la mayoría de las casas cerradas a cal y canto. Incluso algunas blindadas para protegerlas de la lluvia y los raterillos, pero no están vacías. Están amuebladas y más confortables que en “la edad media”. Y el edificio de la escuela erguido y trasformado en centro social o en bar autoservicio. Las iglesias, la mayoría incluso con reminiscencias románicas, remozadas y rejuvenecidas. (Foto de la iglesia de Carrascal) resguardando orgullosas el tesoro de su historia y arte seculares.



En las ruinas de una de las casas del labrador más importante del pueblo y junto al campanario aparece todavía el fantasma de pasado convertido en el orgullo del pueblo, un jardín, obra, gracia y arte de uno de los hijos del pueblo. Son muchas y distintas las formas de percibir e interpretar la realidad.




“Los pueblos de interior beben de las fuerzas que conserva el campo.
Viven de recordar, viven de vivir” - (Antonio Lucas).

Es preciso conservar estas fuerzas. Aprender y “enseñar” a amarlas. A disfrutarlas.

“La mitad de la belleza depende del paisaje, la otra mitad de la persona que lo mira” (Hermann Hesse) .

De ello han dado testimonio y ejemplo poetas, escritores y cantores de todos los tiempos. Con los versos de dos de ellos ponemos punto final a este capítulo…entre nostalgias y esperanzas :

Amapolita morada
Del valle donde nací
Si no estás enamorada
Enamórate de mi”
(Octavio Paz)

“Vuelvo de mis anhelos trashumantes
Y se me hacen de plata todas las rutas,
De azafrán las carreteras, las retamas
Custodian mi camino a casa.
………………………………….
En ... “Castilla se rozan los cielos...
Abraza tu pueblo, abraza tu tierra”.
(Maribel Andrés Llamero)

“Volved” - En las Orillas del Saar (1884) - Rosalía de Castro.

De esto, lo otro y lo de más allá en el próximo capítulo!


No hay comentarios: