viernes, 29 de enero de 2016

De profesión…profesor multidisciplinar I

“Hay que pasar la hoja – El pasado ya pasó” (Paulo Coelho)

Y de vocación… esposo, padre, Opa y amigo. Y de afición… naturalista y pajarero especializado en germanística. Cual pajarillo saltando de rama en rama, desde los inicios de jovenzuelo como maestro sustituto en su pueblecito natal, deambulando profesionalmente sin rumbo fijo, y de salto en salto por tierras y pueblos extraños, acabé aterrizando definitivamente en Barajas, mejor dicho, en la Complutense de la metrópoli madrileña. Casi sin pensarlo ni guisarlo, según publicitado en el Capítulo de “Algorta a Majadahonda…”, para finalizar descansando en la ansiada jubilosa jubilación de Majadahonda.

Los comienzos en la metrópoli no fueron jardín de rosas. Llegaba a Madrid convaleciente después de  casi un mes en el hospital bilbaíno de Basurto. No sé cómo explicarme o explicarlo, ahora de bloguero octogenario afortunado, a distancia planetaria, perdido en la nubecilla gris de la memoria: ¡agridulces  los episodios, circunstancias y hechos borrosos de la historia de aquel cuarto de siglo!

¡Qué fenómeno tan raro! Así, a bote pronto, se me ocurre pensar - comenzando por lo que no debo desvelar - que la pesadilla y causa de mis insatisfacciones y sinsabores radicaba en que, más que a enseñar, fui a la Complutense a trabajar a destajo, a aprender y a estudiar. A leer de prisa y sin pausa lo prescrito y obligatorio. A investigar con tesón para conseguir quinquenios. Eso sí, en mis predios favoritos: Picaresca europea, Romanticismo germano, Novela alemana de postguerra - mi predilecto Heinrich Böll a la cabeza, etc.

Ingratos fueron aquellos  principios paupérrimos de la Filología Moderna - con más asignaturas que alumnos y profesorado. Materias dispares: lengua y literatura alemanas, cultura y civilización ídem, comentario de textos, lingüística germánica... Clases a discreción. Simultaneando CEU e Instituto de Idiomas. ¡Y si éramos pocos… curso nocturno! A petición de media docena de alumnos profesionales en activo. Y si aún no fuera suficiente… ¡el primer año, curso de doctorado en Deusto los sábados por la mañana! Viajando en tren los viernes por la tarde a Bilbao, para regresar los domingos por la noche.

Fachada de Facultad de Letras (UCM)
Foto de Nano Abad
Pero, siguiendo el sabio consejo que reza: “En la jubilación no debemos estar lamentándonos  del Pasado,  pues, lo único que se consigue es amargar el Presente”, debo confesar que, a pesar de los pesares, en mi  tránsito por Compluto las luces predominaron sobre las sombras: aprendí a cerrar puertas, abrir capítulos nuevos y derribar viejas barreras. Fundamental fue acabar, tras varios años como agregado provisional, con la inestabilidad e interinidad profesionales previo paso por las termópilas, la malhadada y satánica prueba de las dichosas oposiciones. El desarrollo  de la misma merece ser reseñado por la singularidad y exotismo de las circunstancias. Tres éramos los candidatos a dos plazas de germanística en la Facultad de Letras de la Complutense. Los tres ¿amigos? Dos de Madrid y uno de Valencia. Presidente del tribunal D. Emilio Lorenzo, quien en un alar de imparcialidad y para evitar suspicacias de nepotismo, decidió que la oposición se celebrase en Salamanca como campo neutral. Los dos candidatos madrileños se alzaron con las dos vacantes y el tercero tuvo que conformarse con aprobado sin plaza. La suerte - tocada de charra - me sirvió de aliada y compañera de fatigas obsequiándome como regalo de Reyes con el “number one”, a pesar de que éstos ya habían pasado, pues, las pruebas tuvieron lugar el 6 y 7 de enero. Sin asomo de falsa modestia, debo aclarar que fue premio a mi edad o experiencia profesional, ya que en el primer apartado, “relación de méritos” o exposición del currículo fui obsequiado con 4,50 puntos -¡el máximo eran 5! - con doble valor en el cómputo global, sumando en consecuencia 9, cuando 10 eran los puntos necesarios para el aprobado.

Para más inri, al hoy bloguero de “Semblanzas Románticas”, los hados fueron tan espléndidos con él, que sacaron del bombo la bolita de “Die deutsche Romantik” como lección magistral. ¡Sin comentario! ¡Toda la cuadrilla de mis amiguetes románticos alemanes bailando en coro celestial a mi alrededor  echándome una manita!

No puedo pasar por alto la celebración del acontecimiento: Los cuñados Tina y Nacho - continuamos  agradeciéndooslo, aunque ya no estéis con nosotros - obsequiaron a los triunfadores con una suculenta degustación de productos de la tierra regados con el bon vino de la propia bodega en Entreencinas, su chalet de Palacios.

Los esbeltos cedros del jardín meridional
(Foto de Nano Abad) 
Como podrá irse percatando el lector ladino, en esta croniquilla alternan luces y sombras. Pasemos página de estas últimas. En el paisaje de la Complutense, en la antigua Facultad de Letras - ignoro su  actual etiquetación - continúan enhiestos y esbeltos los cedros y pinos de su jardín meridional. Pero ha desaparecido el trino de los ruiseñores que anidaban en los setos y arbustos, ahuyentados por el tráfico contaminante y la invasión del cemento y el ladrillo. Viva, simpática e irrepetible permanece, sin embargo, aquella clase práctica al aire libre, cuando “¡por mayo era por mayo!”, coincidiendo poesía amorosa medieval alemana con el jardín en explosión  primaveral, con Walter von der Vogelweide como poeta animador y con la amorosa sinfonía del ruiseñor. A “papá González” -  filial apodo en  aquel cariñoso, reducido e irrepetible curso, se le ocurrió permutar el aula por el idílico jardín de verde césped, rosas de Alejandría  y rumoroso surtidor. Y al comentar una de las numerosas  Minnelieder (canciones de amor) en las que el ruiseñor era coprotagonista y símbolo de la fidelidad en el amor, una sonora carcajada interrumpió la poética escena literario - campestre. Una alumna, compañera y amiga de Antje y Quique en “comunes”, confesaba avergonzada y ruborizada su ignorancia supina: “¡Qué vergüenza! Ahora comprendo. ¡Y yo que creía que el “Nachtigall” era un cuervo. También divertido fue el comentario sobre arboricultura. Para la mayoría de las asistentes, todas las coníferas - por ejemplo abetos, cedros y cipreses - eran pinos.

En su afán didáctico el viejo profesor defendía el principio de la amenidad y abominaba el aburrimiento en la pedagogía. Y hasta se permitió introducir en su programa, creándola y practicándola, la asignatura de la Amistad. Pero esta intrusa en mi plan de estudios particular bien merece otro capítulo.  

3 comentarios:

Teresa dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Teresa dijo...

Que apropiado este capítulo ahora que estoy comenzando mi capítulo docente entre preescolares y bachilleres. A veces los comienzos si que son un jardín de rosas, aunque con espinas, pero si algo voy aprendiendo en la vida es a intentar coger las rosas sin pincharse y a quedarse con el disfrute de su aroma y su belleza. Gracias por compartir tus memorias opa!

Anónimo dijo...

Por qué será que nos resulta difícil de retener los nombres de plantas y aves que nos rodean en la naturaleza?
Una asignatura pendiente en nuestro vocabulario...Estupendo saber que se cuela por las esquinas de los programas.
Teresa, que bueno que te sirva de inspiración, para mayor deleite....
...y gracias al bloggero por recordarnos en sus memorias cómo convertir los caminos de espinas en árboles del paraíso.