jueves, 24 de diciembre de 2015

Historieta del Ratón listillo...

 ...que sabía más que el Doctor Bustillo

Nuestro protagonista es un roedor que, en realidad, no se diferencia gran cosa de los de su especie. Pues, es pequeñito como un ratón de campo y grisáceo y familiar como un doméstico. Como uno más de la familia se caracteriza por los pícaros ojuelos, los presumidos bigotitos, el largo rabillo juguetón y el puntiagudo hociquito. Pero, en lo que es un crack, es en su olfato de perro perdiguero: no hay queso ni producto alimentario que se le resista en despensas y cocinas, y  también insuperable en su pasmosa habilidad excavadora trazando túneles y galerías subterráneas de camuflaje donde asentar su nido o su casita. Con idéntica destreza se cuela y desliza furtivamente en armarios y cajones, aun cerrados con siete llaves, en paneras, queseras y otros receptáculos.


Pero donde se mueve como pez en el agua, enseñoreándose y pavoneándose de sus saberes y decires, es en el amplio y docto recinto de la cultura, es decir: en bibliotecas, librerías y papelerías, en estantes y anaqueles poblados con libros, pergaminos y papelotes diversos. De ahí que pomposamente presuma del apodo “ratón de bibliotecas”. Hasta el punto de que, de tanto roer y roer y engullir, perforar y devorar páginas y páginas,  ha acabado convertido en el ratoncito listejo más leído e instruido que conoce la historia. A tal altura y a tal grado asciende su culturón, que hasta ha aprendido poesía; las palabras y los versos le salen como rosquillas (su dulce favorito) por las orejas. Maestría y muestra de ello dio en el siguiente contratiempo que contaremos a continuación. 

Aunque “Speedy Gonzales”  (tal era el apodo por el que era mundialmente conocido) gozaba de una salud de hierro, cierta noche fue presa de tan insólito como inesperado fuerte dolor de barriga que, su madre, alarmada, temiendo por su vida, solicitó con urgencia la visita de un doctor en medicina. Y dicho y hecho. En un santiamén hizo su aparición el Dr. Bustillo, médico de guardia de la zona. El enfermito y quejica roedor se retorcía en la cama tumbado panza arriba, hinchado como un sapo, gruñendo como gorrino en matadero. El Doctor, suplicándole calma y tranquilidad, sacó su libreta de la cartera y, bolígrafo en ristre, comenzó el habitual y consabido interrogatorio.

– Vamos a ver. ¿Cómo te llamas chiquillo?

– Yo no me llamo. Me llaman.

El Dr. boquiabierto insiste:

– Que cuál es tu nombre.

– Yo no tengo nombre, soy sólo pronombre.  Yo soy yo, y juego al yoyó.                          

Lentamente al galeno se le iba agotando la paciencia, al ver cómo el paciente “piripiaba” desvergonzado y chulesco…

– Pero, ¿tendrás un nombre de pila?, digo yo.

– De la pila no me acuerdo. Me han dicho que me pusieron Calixto, por eso soy tan listo. 

– Chulillo sí que eres. Irás al colegio.

– No lo necesito. Además… me aburro, porque duermo de día, ya que soy nocturno. Trabajo de noche, a la luz de la luna y de las estrellas… y me gustan las pellas. ¡Ah! y también me gusta rechupar las paellas.

– Algo raro me resultas, ratoncito, - puntualizó el Doctor -. Pero vayamos al grano. Cambiemos de tema. Con que… dices que te duele la barriga.¿ Y te duele mucho?...
La respuesta fue un quejido, cual si lo estuvieran desollando. El doctor recapacitó un instante y se preguntó cuál pudiera ser la causa. ¡A saber qué habría comido, el dichoso bichejo!

– Dime muchacho ¿qué es lo que comes?

– ¿De noche o de día? – respondió la criatura.

– ¡Por cien mil diablos! ¡Contesta de una vez! – malhumorado insistió el galeno.

– Como soy listillo, como lo que pillo. Y como soy ratón, de noche como melón. Si es dulzón…  Y de día como sandía, si es rica y está fría. También como soy goloso, como bizcochos. Y pan y rosquillas, y otras muchas cosillas. Manzanas y avellanas… si no están vanas.

– ¡Cuánta locura! ¡Y qué cosas dices!

– ¡Ah!... se me olvidaba. El queso… no puedo vivir sin eso.

– No digas sandeces. Aunque bien pensado tonto no pareces. Pues hablas en verso y haces pareados. Mas… cambiemos de tema: ¿dónde naciste?

– Yo no nací. Al mundo me trajo mi madre a las orillas de un río… en Salamanca la blanca, cortina verde.

– ¡Caramba! ¡Caramba! Te voy comprendiendo, y hasta casi sospecho que tu madre fue una tal Celestina.

– ¡Esa vieja pelleja? No. Aunque sí la conozco, pues vine al mundo cerca de la Peña así apodada, en las riberas del Tormes, cerca de la aceña donde vio luz primera mi pariente y primo Lazarillo, el pícaro. “Pues, sepa vuesa merced, ante todas cosas, que mi nombre”, perdón, mi apellido es González, el mismo que el de Lázaro. Y no crea Usted que miento.

– ¡Caracoles! ¡Vaya! Me lo imaginaba. ¡Qué categoría! ¡Que hasta de memoria sabe los comienzos del libro! Y me supongo que hasta por la famosa universidad de tu cuna pasarías? ¡Bueno, suficiente muchacho! Tu caso está bien claro. El diagnóstico es de manual: Indigestión al canto. Empacho de letras, palabras y libros… ¡que hasta poesía rezumas! Eso se cura con una dieta estricta: prohibición terminante de frecuentar lugares donde los libros abundan… ¡Cantando y bailando, y al fútbol jugando!

¡Caramba! ¡Qué hasta me has contagiado! ¡Ya en verso me salen las recetas médicas! Pues... perdona chiquillo: 

¡Duerme a pierna suelta!
Disfruta de lo lindo en estos dulces días de fiesta.
Y no te hagas caso de lo que dicen las viejas recetas:
come con prudencia,
moderación y ganas,
turrones y bombones,
pastas y polvorones,
mazapanes y roscones
… y si duele la barriga, y el dolor no es ¡muy, muy gordo!, no te apures por ello.

 Y si es grave y persiste, que llame tu madre al doctor Bustillo 
que de ratones mucho entiende 
y se divierte a lo grande curando a los más listos.               
                                        
Dedicado con todo el cariño a Inés y sus amigas, a Martín, más piripi que el Opa, y a sus amiguitas Ángela y Eva, que también lo son las mías… y a los lectores entrados en años, pues, quien cuentos lea en edad avanzada vivirá siempre la infancia dorada




¡¡¡ Feliz Navidad 2015 a todos !!! Os quiere el octogenario afortunado.

4 comentarios:

Teresa dijo...

que bonito cuento!le haré caso al médico para comer bien de dulces y excesos navideños, pero de las lecturas de este blog no me alejo ni en vacaciones!!

Anabel dijo...

¡Me encanta este cuento!
Yo, que soy de natural cuentero, he disfrutado muchísimo leyéndolo e imaginando a ese ratoncito... tan parecido a su autor. ¿Será cuento o será fábula?

Palmira Herrero dijo...

Anuska:
Tus palabras, tan cariñosas como benévolas, sirven de estímulo y aguijón a este octogenario, como tú, amante del libro y de la palabra, para plantarse sin casi pensarlo ni buscarlo en los 90!

Manolo

Iribú. dijo...

¡Tengo ganas de leer más capítulos y más cuentos!