jueves, 6 de enero de 2022

MI VIDA AL AIRE LIBRE ... VIENDO PASAR LAS NUBES


Vámonos al campo,

Señor Don Quijote, divino chalado.

Debajo del cielo de tu idealismo,

la tierra de arada de mi realismo.

Siéntate a mi lado, Señor Don Quijote.

 La estrofa y la bella imagen de los versos de Blas de Otero nacieron de la amistad y de mi amor a la poesía. De mi amistad con Sabina, compañera estimada  en la Complutense, y de mi entusiasmo por la poesía de su marido, Blas de Otero. Ambos, además, vecinos en la Majadahonda, donde murió el poeta, y en la  Vizcaya ¡de lejanos tiempos! antes de trasladarnos a Madrid… 

"Cuánta Bilbao en la memoria…

Por Pagasarri, las últimas nieves,

y por Archanda qué sé yó qué…"


 ¡Nuevamente Blas de Otero versificando! Cultivando la poesía pura.

A todos nos ha tocado un terreno que cultivar, como "Emerson cultivó su huerto". Y Luis Landero, con su "Lluvia fina", ha sabido plantar y labrar magistral y -hasta líricamente- el tesoro de su huerto. Herencia de Emerson, este bloguero ha sabido cultivar disfrutando de las maravillas de prosa sin igual. Y también como este gran maestro, "con toda mi vida ya vendimiada" - infancia y adolescencia, juventud y senectud-, he aprendido a "vivir sin estar viviendo" a través de la literatura.

Desde jovenzuelo, enamorado de "La vida al aire libre" (Miguel Delibes) y de los "cantores" de la Naturaleza -cielos y tierra-, prosistas y poetas, clásicos y modernos: Aristófanes (Las Nubes), Lázaro González (Lazarillo), Calixto y Melibea, La Celestina,  Fray Luis de León, Campoamor, Azorín, Unamuno y Delibes, Onetti, Padura, Luis Landero, Alberti, Juan Ramón Jiménez, León Felipe, Cernuda, Octavio Paz, etc., etc… -que me perdonen tantos y tantos maestros cantores de nubes olvidados involuntariamente. De todos ellos aprendí a interpretar, entender y disfrutar de la maleable ductilidad de las nubes, su forma y su color, "vivir sin estar viviendo" (Cernuda), símbolo del tránsito del tiempo en el azulado espejo del cielo. 

Incluso en plena senectud, sentadito en la terraza, o en una hamaca, sillón o silla, hasta en una piedra, a la sombra de una encina, un chopo, una acacia o una morera, se puede ser feliz "viendo pasar las Nubes" o contemplando el desfile y el coqueteo, que no acaba nunca, con el sol, la luna y las estrellas.

¡Vivir es disfrutar viendo pasar las nubes allá en lo alto! ¡En la cercanía! ¡Y en la lejanía! Lo mismo que pasan los días, los meses y los años, las Nubes son imagen y metáfora del tiempo. Prestan encanto y belleza a las letras y los libros. Fueron concausantes de mi despertar a las letras y de mi  afición a la poesía. Quizás "el jardín de la memoria se haya marchitado ya", según sentencia Luis Landero en su última publicación "El huerto de Emerson" -memorablemente escrita. Como Landero, he sentido "el placer estético y la voluptuosidad de las palabras al leer "El Lazarillo" y "El Woizeck" y "El Jarama" de Ferlosio.

Y hablando de "Huertos" memorables, pionera fue para este aficionadillo a las letras "la huerta de Melibea", "amena y frondosa... las golondrinas cruzando raudas sobre el azul del firmamento". Y como Calixto: "puesta la mano en la mejilla "mirando" pasar a lo lejos sobre el cielo azul las nubes". A través de La Celestina y desde Aristófanes, enamorado de “Las Nubes”. Las nubes y el sol compañeros inseparables de viaje, pero dúo en lucha constante. El sol jugando al escondite. Las nubes peleando por su autoría. De mil modos y maneras…

La existencia que no es sino un juego de nubes "Siestas con viento sur, dejando hablar al viento". "Dejemos  hablar al Viento"...  (Juan Carlos Onetti). Y dejemos pasear Las Nubes, el Viento y las Estrellas, el Sol y la Luna por "La Colina de Valmiguel", paisaje familiar donde habitan la paz y la armonía, el descanso veraniego y vacacional. Disfrutando del espectáculo de las Nubes: intentando descifrar sus mensajes y diagnosticar su lenguaje, fase y forma: nubes blancas y grises de lluvia refrescante y beneficiosa, cúmulos montañosos y nubarrones tormentosos, presagiando truenos, rayos y relámpagos. Unas y otros dependiendo de hora, día y estación. Hermosos e inolvidables días primaverales y veraniegos. La brisa atlántica acariciando trigales, viñedos y encinares. Noches estrelladas de ensueño. Jornadas de luna señorial peleándose, o jugando al escondite, con la blancura de nubes en el oscuro escenario de la noche…

Y hablando de tormentas, no puedo pasar por alto las bellísimas expresiones y pintorescos modismos, con ellos relacionados, que aprendí en la infancia de boca de mi padre y de amiguetes del pueblo: ¡La que se avecina!, ¡La que nos espera!, ¡La que se está preparando!, ¡La que va a caer es gorda!,¡Van a caer rayos y centellas!, ¡Que Dios nos tenga confesaos!, etc., etc.

Y como punto final y con mi Gerardo Diego -sin epítetos-:

"Yo llevaré mis nubes por todos los caminos de la tierra y el cielo".

1 comentario:

Francisco Marcos dijo...

Querido Manolo: Movido por tus recientes publicaciones del año 2022, te escribí ayer, pero creo que se ha perdido y no ha llegado a ti. Hablaba de la carta que me escribiste cuando yo era un jovencillo y escribí mi primer cuento en "El Adelanto" de Salamanca, y en especial de tus lecciones de lector avezado, de maestro de la lectura y, sobre todo, de la bella prosa poética de tus escritos, de la contemplación de las nubes y del quehacer misterioso que te (nos) provoca. Tus escritos son una maravilla. Nacen de la pluma de un magnífico escritor e intelectual.

Un abrazo a los dos. Pronto hablaremos en Palacios.