Mi querido y admirado Rafa: A nuestros
hijos Blancaluz y Jorge y a nuestra nieta Patricia debemos nuestro afortunado
parentesco, magnificado con una Amistad-con mayúscula- que supera a vínculos
familiares de cualquier tipo ¡Qué agraciado ha sido el cuarteto Irene-Rafa, Palmira-Manolo
al congeniar a las mil maravillas y poder compartir y disfrutar en común de
andanzas, correrías y vivencias inolvidables.
Nos acogisteis amorosa e
incondicionalmente a Palmira y a mí en vuestro cordial y jovial círculo, y
nosotros correspondimos haciéndoos un huequecito de privilegio en los nuestros.
¡Cuántos kilómetros
recorrimos y cuántos lugares pateamos juntos! Memorable el viaje a Egipto con
vuestro grupo, el de Italia con el nuestro y el de Portugal los cuatro solitos
acompañados de Berta, hermana de Irene desde sus años de niña exiliada en
Bélgica.
¿Por España...? ¡Ni te cuento! En el almacén de los recuerdos se agolpan y pelean
por salir a escena infinidad de ellos: de Majadahonda a Valencia, Monserrat o Salamanca (Palacios), Ávila, Segovia… en fin, por las dos Castillas.
En algunos de ellos, a los viajes me refiero, con nuestro querido y fiel Paco
Vizcarro como cronista de excepción. Ambos formabais un dúo de paseantes
excepcional en las mañanas… por el parque de Colón majariego. A veces me sumaba -¡qué delicia acompañaros!- a vuestros coloquios y circunloquios, escuchando
embelesado vuestras angustiosas peripecias durante “la guerra”.
Tú fuiste, Rafa, lo que antes llamábamos un “hombre bueno y justo”, un auténtico señor. Un caballero.
Al comunicar hoy tu muerte a una amiga de ambos, te definió como una persona “¡tan
dulce y educada!”. Tu carácter,
siempre optimista y conformista era aleccionador. Jamás salió de tu boca una
crítica hiriente, amarga o malsonante. Y nunca te oí una palabra más alta que
otra.
Espíritu del
que contagiaste -¡o tanto aprendió!- Irene: icono de esposa, compañera,
acompañante y guía sin parangón… ¡Quien tantos años sobrellevó tan dignamente tu
ceguera! Tan “estupendamente“ dirías tú. Tan maravillosa y ejemplarmente
decimos todos los que la admiramos.
Valores de
“una” y de “otro” que, serena y calladamente supisteis implantar en vuestros
tres hijos: Rafa, Jorge, Javier. Ejemplo
al que han sabido corresponder y exteriorizar en sus saludos y abrazos
cariñosos. Siempre sonrientes, a quienes queremos.
No me he
olvidado de tu hija Irene. Ella merece apartado especial. Ella ha sido la
encargada de poner el broche de oro a este “Adiós estupendamente ejemplar”, al
tradicional “Responso de despedida” en el tanatorio de Majadahonda. Mientras
parientes iban llegando de Valencia,
Barcelona o Madrid, una mensajera volaba sobre el Atlántico para aterrizar,
procedente de México, un soleado domingo de Noviembre en el Tanatorio de Majadahonda.
Era vuestra hija Irene, una heredera más de vuestra riqueza cristiana. Y quien
con sola su presencia…, mejor “con sola su mirada” (San Juan de la Cruz), cambió
hasta la decoración y la habitual atmósfera de tristeza y muerte que suele
flotar en estos recintos.
Irene hija sustituyó el rutinario Responso por
la misa más íntima, cercana y de más profundo
sentir religioso que vivimos algunos de los presentes. (Al recuerdo me vino
acto similar y particular en una catacumba romana con el P. Patino y en la
casita-cueva de la Virgen, en Israel, con un grupito de Paco Puértolas). Perdón
por el inciso. En tu caso Rafa, el celebrante ha sido otro Paco, amigo de
siempre de vuestro grupo, quien contribuyó con Irene a atenuar la tristeza y
mitigar el dolor, ostensible en las inevitables lágrimas de nietas y condolientes.
¡Vivencia inolvidable! Por primera vez en mi
vida -con noventa tacos a la espalda- experimenté en un velatorio el poder de la
música y la fe que transmitían Irene y el coro de compañeras consagradas. La oración-cántico de
voces y corazones creyentes contagió a familiares y amigos. Fue un ADIÓS sin
traumas ni visos de tragedia. Una serena, ordenada y amorosa despedida. ¡En
consonancia con tu carácter! Te despedimos cantando al partir el furgón de la
funeraria. Yo me sumé al coro. Incluso me permití hacer un dúo de tenor -que me salió del alma-
en la plegaria cantada a la Virgen.
¡Gracias
Rafa! Y gracias también a los organizadores de tu despedida última por
animarnos a compaginar Razón y Fe en “ Adiós” tan estupendamente
ejemplar!
1 comentario:
Otra vez nos haces echar la lagrimita! Qué bonito homenaje! A Rafa le encantará allá donde esté
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