Te fuiste sin despedirte. Pero dejando bien atados todos los
cabos. ¡Todo tan bien organizado! Como siempre. Pasaste a la otra vida, por
la que tú luchaste, en el día y fecha en que la España de tus amores festejaba
el tránsito a la democracia (6 diciembre). En el momento más oportuno: cuando
la mayoría de los tuyos, dispersos por la piel de toro, se encontraban en
Salamanca circunstancialmente: como si hubieran recibido tu mensaje y acudido a rendirte el último adiós. Elegiste para tu funeral el día de la Inmaculada, de la
que tú eras tan devota. Pues, no hay monumento, iglesia o santuario a Ella dedicado
que tú no visitaras o al que tú no peregrinaras: desde La Peña de Francia a Guadalupe y Fátima, desde la Purísima a María Auxiliadora en
Salamanca o La Salud de Tejares.
Te fuiste sigilosa. Una enfermedad devastadora pudo contigo. Y la “tía Tina” que siempre recordaremos y
querremos será aquella madre y hermana, cuñada, tía o prima apasionada y
luchadora, ansiosa de aprender más y más, de viajar y de enseñar. Guardiana y defensora de sólidos
fundamentos, fiel a viejos principios y tradiciones.
Pero… comencemos la historia por el principio. Nos
conocimos de jovenzuelos. Tres bachilleres,Tina, Palmira y un servidor, luchaban en una academia de la Puerta Zamora, por quitarse del medio el
fatídico y temido Examen de Estado o Reválida de aquellos tiempos. Las tres hijas del
secretario de Palacios del Arzobispo y el diablejo de su hermano Emilio moraban
y compartían habitáculo modesto y siberiano en el corazón del barrio
universitario salmantino, en la histórica calle de Libreros. Tina, como
primogénita oficial, cumplías a rajatabla con la responsable misión de “ordeno
y mando”. Con Palmira formabais un dúo
inseparable en el que la mayor, siguiendo la tradición, llevaba la melodía y la
batuta. Y desde que el compañero de academia comenzó a acercarse demasiado a tu
hermanita, bordabas tu papel de fortaleza protectora, vigilando entradas y
salidas, idas y venidas, vueltas y revueltas, citas y comportamientos. Dori, la
pequeña picaruela, con su dulce ingenuidad, se saltaba a la torera, secundando
a su hermano Emilio, normativas y reglamentos.
Terminada la carrera y alzado el vuelo, destino, maridaje y
profesión de las tres hermanas docentes os condujeron por distintos y lejanos
derroteros. Tú, sin embargo, después de breve estancia por tierras sanabresas
zamoranas (inolvidable Rioconejos), conseguiste asentarte definitivamente en
Palacios, en “la casa de la maestra”, a un pasito de tus padres.
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Un día del Pilar festivo, de 1955 |
El pueblo que te vio nacer y crecer se convirtió en el
pueblo de tus amores. Y desde el día de tu boda -un Pilar festivo, solemne e
inolvidable en los anales de Palacios del Arzobispo- Dª Tina la maestra y Dº Ignacio el veterinario
acabasteis convertidos en institución palaciega. Y aunque la profesión de Nacho
os trasladó a la capital y os ubicó definitivamente en la Plaza de la Reina, el
tirón del pueblo, sus gentes y familia, convirtieron a Palacios en centro y
campo de operaciones, de tus sueños y ensueños: la escuela y la iglesia, la
plaza y los bares, la tertulia y partidas a la brisca o al tute con prima(o)s y amigos, los celebrados festejos de San Juan, el Ofertorio o la fiesta de la Morera, asociación que
presidiste una temporada… por recordar algunas de nuestras comunes debilidades.
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Vendimia 1970 |
El traslado inicial a la capital de Salamanca no redujo en absoluto vuestro apego a la naturaleza y a los animales. Pusisteis en marcha en Villamayor una “granja modelo”, visita
obligada en vacaciones y veraneos, donde pequeños y mayores asfálticos disfrutábamos
al aire libre de la vivienda y piscina, y en la inmensa campiña, establos y
cobertizos de la compañía y fascinación de las vaquitas y terneros, de las gallinas
y cerdos.
Pero la impronta de Palacios en los
atardeceres de tu carrera, os arrastró a
trasladar la residencia rural a la tierra que os vio nacer, y levantasteis en la que fue olvidada
parada del coche de línea, un moderno chalet, Entrencinas bautizado, con su huerta
y frutales, tus rosas y tus flores. Acierto pleno de ubicación: en transitado cruce de caminos, con el mirador de
Valmiguel a tiro de piedra.
En
la larga estela de recuerdos de esa etapa final de jubilados jubilosos y voluntariosos,
figuran los viajes turísticos comunes que simbolizaban nuestra querencia por viajar,
ver y aprender. Siempre con boli en ristre y cuaderno de notas a punto. Juntos,
en compañía de alguna de tus hermanas y maridos, volamos hasta El Cairo y
navegamos por el Nilo hasta Assuan, viajamos por el extranjero y por España:
Italia, Israel o Portugal; Galicia, Extremadura o Cantabria, Santiago de
Compostela, Cáceres, Santander: por las dos Castillas y Madrid, Toledo,
Segovia, Ávila etc.
¡Te fuiste antes de tiempo! ¡Llevabas ya años ausente de
nuestras reuniones, Herreradas y celebraciones! Nada pudieron por salvarte ni
el celo, ni el modélico cariño de tus hijos.
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Entrencinas y el toro de su veleta |
Contigo se nos fue la matriarca de los Herrero,
la heredera en Palacios de una numerosa familia viajera, para la que serviste
de aglutinante. Fuiste el hada-madrina al borde del camino (además de madrina
de nuestra hija Emma). Entrencinas era parada y alto de familiares y amigos que subían y bajaban del pueblo a la Bandera o al Carbajo,
a la Viña o al Caño o viceversa. Tu palacete, en el que nada faltaba, es hoy
santuario vacío con su lucecita nocturna apagada. El toro de su veleta continúa
marcando la procedencia del viento. Tus mimosas continuarán anunciando la
llegada de la primavera, y por mayo volverán a florecer los lilos y rosales, y aromatizar el paso de
los transeúntes, que no te olvidamos.
Descansa en la paz por la que siempre luchaste.
Y como recuerdo de momentos memorables juntos, sirva de colofón esta muestra fotográfica:
1 comentario:
También era mi madrina... Madrina de Emma y mía. Hasta siempre, querida tía Tina.
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