La memoria en el corazón
elimina los malos recuerdos
elimina los malos recuerdos
y magnifica los buenos.
(García Márquez)
(García Márquez)
Algorta, al igual que Deusto, atesora multitud de recuerdos,
ilusiones y proyectos que han marcado una época y configurado una vida. Algorta
es más que un recuerdo. Es muchísimo más. Es una de esas etapas que, por muy
lejanas y apagadas que aparezcan, nunca se borran. Algorta destaca por su
relevancia, prestancia y señorío en el ayuntamiento vizcaíno de Getxo, y además
destaca en mi corazón, por su trascendencia en mi vida familiar (la
incorporación de Lucila, una fría mañana del invernal enero vasco). En mi
memoria, asociada y agrandada por su proximidad a Berango, tras la arribada de
Dori, Pepe y su numerosa e inseparable familia procedentes de Ermua.
Sin linderos ni marcas fronterizas, el término geográfico de
Algorta-Berango, o viceversa, se convirtió en armónico dúo asociado a cercanías y
entornos hoy todos hermanados y revueltos en el almacén de los recuerdos. País,
paisaje y paisanaje: Sopelana con sus dos playas, la salvaje y la moderna;
Urduliz con sus peñas, paseo y escalada predilecta de las tres González niñas;
Peñas de Urdúliz 1968 |
Lejona con su Martiartu y al final con la universidad; Las Arenas con el
puerto, el faro y el muelle de Arriluce (predilecto paseo marítimo vespertino
de la familia en las soleadas y tibias tardes algorteñas), su puente colgante,
Neguri y Jolaseta albergue de la rancia y encopetada alta burguesía vasca. Y
allá en la lejanía, por levante, la “cordillera” del Umbe, cuyo cordal
partiendo de las estribaciones de Berango, próximas al Colegio Americano - un
hito más algorteño, donde Palmira reinició y disfrutó de su actividad
pedagógica - trazaba el bellísimo horizonte natural, recreo permanente diario
para la vista desde nuestro salón o desde mi despacho. Lugares, en suma, inolvidables: paisaje, hábitos, tradiciones, costumbres, folklore, cultura y
deporte donde se forjaron tantos sueños y querencias, tantas celebraciones y
encuentros familiares.
Por eso y por otras muchas razones, este capítulo, más que la
tópica recapitulación de memorias, de hechos, vivencias y recuerdos personales, pretende ser canto lírico de un ferviente e implacable romántico, expresión de
sentimientos resucitados, paseo de un apasionado correcaminos, reandar por
lugares algorteños, tantas veces pateados. De aquellos retazos resucitados,
“capitaneando la manada”, Villamonte, nuestra primera vivienda de alquiler,
Descanso en Villamonte 1967 |
en esta pacífica, elitista y acogedora urbanización residencial. Tal vez
la primera urbanización moderna del ayuntamiento de Getxo. Cuando Algorta
empezaba a desmadrarse por el norte, el este y el oeste, devorando caseríos,
campas y campiñas, iniciando una expansión en la década de los 70, cuando “las
familias de clase media decidieron buscar un lugar más confortable para vivir” (según
Wikipedia), marcando consciente o inconscientemente esa divisoria socio-política,
esa dualidad histórico-antagónica entre margen derecha e izquierda, norte y
sur, arriba y abajo que ni comparto ni defiendo.
Puerto Viejo de Algorta - J. Connell |
Algorta significó también descubrimiento y conquista. El
castellano viejo que echaba de menos la vasta espaciosidad, el cielo estrellado
y el gélido burgalés de la meseta, descubría la belleza y seducción del mar, el
hechizo del baño y el rumor de las olas, el aroma y sabor del agua salada
contrastando con la pobreza y turbiedad de las enlodadas charcas y riachuelos
del interior. Y ante todo y sobre todo el singular privilegio de los
espectaculares atardeceres y anocheceres crepusculares en la bahía del Abra: el
juego de luces en las lejanas aguas de poniente y los luminosos colores
nocturnos en el puerto y en los márgenes de Santurce, Portugalete y Ciérbana,
enseñoreándose en la caída del Serantes. El cambio de tonos y colores, del
amarillo y ocre al verde claro-oscuro de las campiñas vascas compensaba otras
ausencias, olvidadas por la sustitución y aparición de nuevos escenarios, ecos
y observatorios: los parques de Usategui y Reina Cristina, la avenida de
Basagoiti o el Puerto Viejo, Punta Galea y Aixerrota con las maravillosas e inigualables puestas de sol ¡tantas veces disfrutadas! El sol allá a lo lejos despidiéndose en el horizonte marino; agua y luz confundidos en un concierto de colorido reverberante. Y muchísimos más recuerdos memorables de las playas o acantilados de Ereaga, Arrigorriaga, Larrabasterra, Sopelana y Plencia.
Sopelana 1966 |
En mi memoria visual, en el plano de aquella Algorta, ya
historia, destaca la torre de la iglesia de los Trinitarios, faro
arquitectónico de los monumentos religiosos de aquella época (neorománico con
numerosas reconstrucciones). Al que habría que sumar la parroquia de San
Nicolás (neoclásico de mediados del XIX) aportando a la plaza, corazón de villa,
carácter y color de pueblo; y la de San Ignacio, más moderna (neor.-neobizantina)
enfrente y en consonancia con la prestancia del Ayuntamiento. Símbolos del
desarrollo, modernización y progreso económico en el siglo XIX, de los modestos
pueblos de pescadores de la cornisa cantábrica de profunda raigambre cristiana.
Perpetuada en la humilde parroquia de San Martín, la nuestra, la de
Villamonte, en unos sótanos de la urbanización.
Mas dejemos a un lado la historia y por el señorial
Basagoiti, desembocando en la calle principal, hoy Avda de Algorta, endulcemos
un instante el recuerdo con un alto en la, tantas veces visitada, pastelería de
Zuricalday, giremos a la estación del ferrocarril con el popular cercanías tantas
veces frecuentado, crucemos una vez más los desaparecidos pasos de nivel y
descendiendo por la Avenida de Salsidu, detengámonos en la calle Kasune. ¡Poder
disfrutar de los recuerdos de la vida es vivirla nuevamente! El recuerdo
algorteño de mayor valor y relieve es el de la calle Kasune y su Nº 1, cuando
antaño estaba asociada prácticamente a Villamonte y Villaondoeta. Ambas a rebosar de encuentros, bienvenidas y acogidas familiares, nacionales e internacionales.
Algorta era codiciada reserva de profesores de los colegios alemán y americano
con los que tantos vínculos nos unían. Pero de esto y mucho más, daremos buen
parte en próximos capítulos.
2 comentarios:
Soy de Algorta, soy de Villamonte. Y soy de la iglesia s San Martín. Leer estas líneas del blog me ha emocionado. No nos conocemos pero ser las dos del mismo sitio hace que algo sea ya para siempre nuestro. Esos recuerdos de Algorta que más bellos no pueden ser. Gracias por mostrar tan significativamente nuestra ciudad y nuestro barrio.un abrazo.
Gracias Tesa por tu comentario tan sorpresivo como cordial y estimulante. Además del apellido se da en nosotros una serie de Afinidades (Poesía (palabra)- Pintura(color)-¡ hermanas gemelas!-que configuran intereses, aficiones, amores y amistades- a pesar de las distancias que nos separan! (edad, residencia etc.)
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