Todavía
coleaban en Majadahonda los homenajes, celebraciones y festejos de los ¡90! del
Bloguero cuando, sin tregua de recuperación y el calor castellano apretando con
ganas y sin pausa en Palacios del Arzobispo (SA), “la pareja de tortolicos” que
dieron el solemne “sí quiero” hace ¡60 años!, encontró un motivo más de
celebraciones: ¡siempre juntos -y revueltos- desde el 2 de Agosto de 1956!
Fecha en la que este dúo protagonista escribía la primera página a una Historia
de Amores que viene a ser la quintaesencia de este Blog y de este capítulo.
Intentaré
simplificar en lo posible la narración de esta efemérides, dejando a la cámara -¡una
imagen vale más que mil palabras!- que ofrezca algunas muestras de esta
celebración singular con la familia al completo: ¡novios!, hijas, yernos y niet@s!
Hasta los desperdigados por “el viejo continente”: Andrés (Alemania),
Teresa-Christofer, (Noruega), Paloma (Inglaterra) no quisieron perderse este
solemne evento familiar que, con Tordesillas (parador) como epicentro, registró
etapas culturales, gastronómicas y veraniegas de relieve.
Primer
alto en el camino,TORO.
“Tres cosas, sin ser de plata, hacen a Toro inmortal: la
Vega, la Colegiata y la Guinda garrafal”… y para algunos, especialmente para los
homenajeados e hijas, villa rica en herencias de recuerdos de tiempos lejanos. Toro
sirvió centenares de veces de “lugar de paso, tránsito o circunvalación ” en
nuestros numerosísimos viajes de ida y vuelta a Frankfurt(Alemania) o Algorta (Vizcaya)
desde Palacios. Sus tres joyas, alguna incluso de oro, como su colegiata,
revalorizada este año con la exposición
de arte religioso “Edades del Hombre”, con el agua como “leit motiv”- de cuya
visita disfrutamos- reivindicaban nuestro agradecimiento familiar. Agrandado
con la visita y paseo por las almenas del
remozado castillo y contemplación de las impactantes panorámicas de la Vega del
Duero desde lo alto de sus murallas y desde los jardines de la Colegiata.
Como
no era tiempo de cerezas o guinda garrafal de las que, en los soportales de la
plaza, comprábamos y saboreábamos todos los años, sustituimos esta joya, por
otra cuarta ”cosa” que no recoge la copla popular de entrada: el acreditado “Vino
de Toro”, que ha logrado abrirse hueco entre los famosos caldos hispanos y al
que rendimos tributo al día siguiente al regresar de Tordesillas, visitando la
moderna Bodega de Monte la Reina, una más de las que hacen “a Toro inmortal”: emplazada
en el remozado castillo que les presta su nombre, en lo alto de un cerro, presidiendo
viejos pinares y jóvenes viñedos y la extensa, verde y fértil vega del Duero, armonizando
modernidad y paisaje, se yergue señorial convertida en turismo rural de lujo.
El anciano bloguero, tan apegado al pasado y al terruño - relegó la degustación de tintos o verdejos de la zona- y disfrutó como un enano de los paisajes,
horizontes y panorámicas del trocito de Vega, donde, como joven estudiante
cumplió con los deberes patrios, sufriendo dos veranos consecutivos los calores
y rigores militares en el Campamento de Milicias Universitarias Monte la Reina.
(v. Semblanzas románticas… Veraneos en Monte la Reina pág. 98).
¡Los
lejanos años de la juventud, si se cultivan y miman, pueden florecer en la
memoria con el encanto de los cuentos de
hadas!
TORDESILLAS:
“¡La muy ilustre, antigua, coronada, leal y nobilísima!”
Si
el de Toro fue paseo y parada cultural, la muy ilustre, leal y antigua villa
amiga de Tordesillas, muy conocida y visitada por la familia González, tuvo que
contentarse con un saludo de vista de pájaro, rodeando parte de su muralla y
cruzando su afamado puente sobre el Duero. Pues, nuestra próxima “parada y
fonda”, era su “modesto” Parador, uno de los más antiguos de la prestigiosa
institución hotelera española. Este idílico y antiguo caserón remozadísimo,
escondido entre pinos, al abrigo del cierzo de la meseta y rodeado por el
verdor de un cuidado jardín campestre, fue el lugar apropiado para la celebración, en íntima y cordial
convivencia familiar, las 6 décadas de Palmira-Manolo
en armónica compañía y los 90 del novio Bloguero dando la lata por los cuatro
puntos cardinales.
El
Parador de Tordesillas contaba, además, con un valor añadido para los homenajeados.
Pues, para el tal matrimonio aventurero, España no terminaba en Los Pirineos, y
Tordesillas con su Parador -al borde del camino- sirvió en más de una
ocasión de zona de descanso en la
olímpica ruta- idas y venidas incluidas- que desde Salamanca conducía a París -
Frankfurt, Bilbao - Algorta, en suma: a un mundo nuevo, horizontes lejanos, a
Europa y la modernidad.
Y
si el de Toro fue paseo y visita histórico-cultural, como acabo de decir, la
estancia en el Parador, que no ascendió ni a las 24 horas, fueron horas de relax
y del disfrute frayluisiano - como el “Del monte en la ladera…”: momentos
gozosos disfrutando del encuentro familiar: quietud, tranquilidad, apacible
silencio en atmósfera distendida y cordial.
Momentos
animados y reconfortantes en la regia
Piscina - entrepinos. Cena - celebración en solemne saloncito ad hoc con
servicio excelente, cercano y grato. “Gallo de corral” como plato fuerte. Brindis
emocionante. Ambiente festivo y cálido.
Desayuno
(buffet libre) en idílico comedor. Enorme salón soleado, abierto a la terraza
del jardín del pinar. Puertas y ventanales acristalados agrandando el disfrute
de la belleza y paz mañaneras de la naturaleza campestre… ¡los pajaritos del
bosque pastando en el verde césped de la pradera!
Trato
gentil, afable y acogedor. Habitaciones confortables y apacibles.
Despedida
fragmentada (parte de la juventud madrileña anticipando el regreso reclamada
por los deberes profesionales) en la entrada del Parador. Temperatura tibia,
límpida y reconfortante en deliciosa mañana de verano ideal. Las golondrinas
que, en gran escala anidaban en los soportales de la fachada entraban y salía a
sus casitas zigzagueando y en vuelo raso y cercano, en son de despedida,
mientras la familia al pleno, ultimaba y repetía la ceremoniosa fotografía de grupo obligatoria, y los besos
y abrazos de rigor.
ZAMORA
“la bien cercada”, bien merece la última parada
Con
una paradita de una hora larga nos obsequió Zamora, vecina de siempre y vieja amiga
nuestra desde los años de noviazgo (V. Semblanzas…,
cap. Noviazgo a la antigua usanza, pág 58), en la que fue última estación
de vuelta.
En
una terraza del popular parque zamorano de la Marina, hoy en el corazón de la
ciudad, otrora dominio del traidor D. Sancho y, precisamente en el restaurante,
también viejo conocido, que luce su nombre, paramos a repostar y cobrar fuerzas
para el sprint final con un abundante aperitivo a base de variadas y apetitosas
raciones y refrescos.
El tiempo, esta vez uno más de nuestros fieles
aliados, se sumó a la celebración ordinaria de despedida, en la terraza del
parque.
Una
deliciosa y refrescante brisa procedente de los copudos árboles y el verde
césped del parque, impropia a tales horas y a comienzos del sofocante agosto
por aquellas tierras contribuyó a la última grata y agradable tertulia.
Amenizada con la bucólica presencia y coparticipación cercana de varias
torcaces picoteando en el verde pasto.
Fue
éste el broche de plata al final de histórica celebración familiar antes de
iniciar el viaje a la sagrada siesta con la que nos esperaba Palacios, y a la
que no ha sabido renunciar, a pesar de los años, el bloguero homenajeado que se
despide con la siguiente postdata, más bien DESEO y SÚPLICA:
POSTDATA : Que no se
pierdan celebraciones y encuentros familiares de este calibre mientras el cuerpo de los homenajeados aguante
y las ganas persistan. Que nuestra familia, todita entera, sepa disfrutar de lo
bueno y bonito que nos ofrecen la vida en familia, el verano, las vacaciones,
la ciudad y el campo. ¡Y que reinen siempre la concordia y el buenhumor!
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