“Hay que pasar la hoja – El pasado ya pasó”
(Paulo Coelho)
Y de vocación… esposo, padre, Opa y amigo. Y
de afición… naturalista y pajarero especializado en germanística. Cual
pajarillo saltando de rama en rama, desde los inicios de jovenzuelo como
maestro sustituto en su pueblecito natal, deambulando profesionalmente sin
rumbo fijo, y de salto en salto por tierras y pueblos extraños, acabé
aterrizando definitivamente en Barajas, mejor dicho, en la Complutense de la
metrópoli madrileña. Casi sin pensarlo ni guisarlo, según publicitado en el Capítulo
de “Algorta a Majadahonda…”, para finalizar descansando en la ansiada jubilosa
jubilación de Majadahonda.
Los comienzos en la metrópoli no fueron
jardín de rosas. Llegaba a Madrid convaleciente después de casi un mes en el hospital bilbaíno de
Basurto. No sé cómo explicarme o explicarlo, ahora de bloguero octogenario
afortunado, a distancia planetaria, perdido en la nubecilla gris de la memoria:
¡agridulces los episodios, circunstancias
y hechos borrosos de la historia de aquel cuarto de siglo!
¡Qué fenómeno tan raro! Así, a bote pronto,
se me ocurre pensar - comenzando por lo que no debo desvelar - que la pesadilla
y causa de mis insatisfacciones y sinsabores radicaba en que, más que a enseñar,
fui a la Complutense a trabajar a destajo, a aprender y a estudiar. A leer de
prisa y sin pausa lo prescrito y obligatorio. A investigar con tesón para
conseguir quinquenios. Eso sí, en mis predios favoritos: Picaresca europea,
Romanticismo germano, Novela alemana de postguerra - mi predilecto Heinrich
Böll a la cabeza, etc.
Ingratos fueron aquellos principios paupérrimos de la Filología Moderna
- con más asignaturas que alumnos y profesorado. Materias dispares: lengua y
literatura alemanas, cultura y civilización ídem, comentario de textos,
lingüística germánica... Clases a discreción. Simultaneando CEU e Instituto de
Idiomas. ¡Y si éramos pocos… curso nocturno! A petición de media docena de
alumnos profesionales en activo. Y si aún no fuera suficiente… ¡el primer año,
curso de doctorado en Deusto los sábados por la mañana! Viajando en tren los
viernes por la tarde a Bilbao, para regresar los domingos por la noche.
Fachada de Facultad de Letras (UCM) Foto de Nano Abad |
Pero, siguiendo el sabio consejo que reza: “En
la jubilación no debemos estar lamentándonos del Pasado, pues, lo único que se
consigue es amargar el Presente”, debo confesar que, a pesar de los pesares, en
mi tránsito por Compluto las luces predominaron sobre las sombras: aprendí
a cerrar puertas, abrir capítulos nuevos y derribar viejas barreras. Fundamental
fue acabar, tras varios años como agregado provisional, con la inestabilidad e
interinidad profesionales previo paso por las termópilas, la malhadada y
satánica prueba de las dichosas oposiciones. El desarrollo de la misma merece ser reseñado por la singularidad
y exotismo de las circunstancias. Tres éramos los candidatos a dos plazas de
germanística en la Facultad de Letras de la Complutense. Los tres ¿amigos? Dos
de Madrid y uno de Valencia. Presidente del tribunal D. Emilio Lorenzo, quien
en un alar de imparcialidad y para evitar suspicacias de nepotismo, decidió que
la oposición se celebrase en Salamanca como campo neutral. Los dos candidatos
madrileños se alzaron con las dos vacantes y el tercero tuvo que conformarse
con aprobado sin plaza. La suerte - tocada de charra - me sirvió de aliada y
compañera de fatigas obsequiándome como regalo de Reyes con el “number one”, a
pesar de que éstos ya habían pasado, pues, las pruebas tuvieron lugar el 6 y 7
de enero. Sin asomo de falsa modestia, debo aclarar que fue premio a mi edad o
experiencia profesional, ya que en el primer apartado, “relación de méritos” o
exposición del currículo fui obsequiado con 4,50 puntos -¡el máximo eran 5! -
con doble valor en el cómputo global, sumando en consecuencia 9, cuando 10 eran
los puntos necesarios para el aprobado.
Para más inri, al hoy bloguero de “Semblanzas Románticas”, los hados fueron tan espléndidos con él, que
sacaron del bombo la bolita de “Die deutsche Romantik” como lección magistral.
¡Sin comentario! ¡Toda la cuadrilla de mis amiguetes románticos alemanes bailando
en coro celestial a mi alrededor echándome
una manita!
No puedo pasar por alto la celebración del
acontecimiento: Los cuñados Tina y Nacho - continuamos agradeciéndooslo, aunque ya no estéis con
nosotros - obsequiaron a los triunfadores con una suculenta degustación de
productos de la tierra regados con el bon vino de la propia bodega en Entreencinas,
su chalet de Palacios.
Los esbeltos cedros del jardín meridional (Foto de Nano Abad) |
Como podrá irse percatando el lector ladino,
en esta croniquilla alternan luces y sombras. Pasemos página de estas últimas. En
el paisaje de la Complutense, en la antigua Facultad de Letras - ignoro su actual etiquetación - continúan enhiestos y
esbeltos los cedros y pinos de su jardín meridional. Pero ha desaparecido el
trino de los ruiseñores que anidaban en los setos y arbustos, ahuyentados por
el tráfico contaminante y la invasión del cemento y el ladrillo. Viva, simpática e irrepetible permanece, sin embargo,
aquella clase práctica al aire libre, cuando “¡por mayo era por mayo!”,
coincidiendo poesía amorosa medieval alemana con el jardín en explosión primaveral, con Walter von der Vogelweide
como poeta animador y con la amorosa sinfonía del ruiseñor. A “papá González” - filial apodo en aquel cariñoso, reducido e irrepetible curso, se
le ocurrió permutar el aula por el idílico jardín de verde césped, rosas de
Alejandría y rumoroso surtidor. Y al
comentar una de las numerosas Minnelieder
(canciones de amor) en las que el ruiseñor era coprotagonista y símbolo de la
fidelidad en el amor, una sonora carcajada interrumpió la poética escena
literario - campestre. Una alumna, compañera y amiga de Antje y Quique en “comunes”,
confesaba avergonzada y ruborizada su ignorancia supina: “¡Qué vergüenza! Ahora
comprendo. ¡Y yo que creía que el “Nachtigall” era un cuervo. También divertido
fue el comentario sobre arboricultura. Para la mayoría de las asistentes, todas
las coníferas - por ejemplo abetos, cedros y cipreses - eran pinos.
En su afán didáctico el viejo profesor defendía el
principio de la amenidad y abominaba el aburrimiento en la pedagogía. Y hasta
se permitió introducir en su programa, creándola y practicándola, la asignatura
de la Amistad. Pero esta intrusa en mi plan de estudios particular bien merece
otro capítulo.
3 comentarios:
Que apropiado este capítulo ahora que estoy comenzando mi capítulo docente entre preescolares y bachilleres. A veces los comienzos si que son un jardín de rosas, aunque con espinas, pero si algo voy aprendiendo en la vida es a intentar coger las rosas sin pincharse y a quedarse con el disfrute de su aroma y su belleza. Gracias por compartir tus memorias opa!
Por qué será que nos resulta difícil de retener los nombres de plantas y aves que nos rodean en la naturaleza?
Una asignatura pendiente en nuestro vocabulario...Estupendo saber que se cuela por las esquinas de los programas.
Teresa, que bueno que te sirva de inspiración, para mayor deleite....
...y gracias al bloggero por recordarnos en sus memorias cómo convertir los caminos de espinas en árboles del paraíso.
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