Comenzaré
por desentrañar el “misterio” del capítulo para acallar la sospecha de título
tan sorprendente. “El misterio” se desencadenó en Archanda y quedó
perfectamente aclarado una mañana de un enero cualquiera de l969 en una clínica
particular de unos pisos de la algorteña Avenida de Algorta. Motivadores, tal
vez, la brisa del Cantábrico o las alturas del restaurante mirador de Archanda,
donde inesperada y misteriosamente se fraguó la noticia del evento: en la
sobremesa de una cena familiar con tío Emilio y el presidente de la federación
bilbaína de boxeo y esposa, en el popular restaurante del monte bilbaíno, Palmira
comenzó a sentirse incómoda e indispuesta: “que le había sentado mal la cena”, “que
se habría resfriado”, “una molestia pasajera”… fue el diagnóstico de los comensales. Mas, el malestar fue aclarado y desvelado por el ginecólogo
de turno, a los pocos días del incidente. Resultado analítico: sin estar
planificado, ni solicitado, ni aun siquiera pensado, resultó que Palmira estaba
embarazada. ¡Nada menos que de tres meses! Y ¡sin previo aviso de los
sintomáticos vómitos, mareos o antojos consustanciales a tales circunstancias! El cachondeo fue general en la colonia de
amigos alemanes y españoles, siendo interpretado el caso por los circunspectos
como “búsqueda del futuro heredero” para completar el trío de las hermanitas. ¡Lo que no supo, o
no pudo, explicar la medicina de entonces fue cómo en tres meses el feto de una
futura cantaora-bailarina-profesora musical (el “misterio” se llamaría LUCILA)
no había dado señal alguna de vida!
Antropólogos
más sabuesos coincidieron en afirmar, sin embargo, que la motivación era debida
a los genes maternos. Y dos de ellos, versados en letras, se atrevieron a
testificar que el fenómeno se explicaba, simple y llanamente, por la
inconfundible naturaleza de la madre que, como la de Platero, tenía acero. “Acero
y luna de plata al mismo tiempo”. Veredicto avalado por la valentona Palmira
que, como lo más normal del mundo, traía al mismo a los nueve meses justos, una
mañana tibia de enero, mientras el marido esperaba noticias nervioso e
impaciente en la Universidad de Deusto, a la cuarta de la dinastía, a la Lucila
que, por nacimiento, matrimonio y circunstancias familiares tan vinculada
continúa a la Algorta de nuestros amores.
Una
puntualización marginal no debe ser silenciada: del cachondeo y pitorreo
inicial de amigos y conocidos a la difusión de la noticia del embarazo se pasó
a los pésames y condolencias ante la
frustración de los progenitores al ver desvanecidas las esperanzas de ruptura
de la serie femenina. ¡Falsa interpretación! Palmira y Manolo, felicísimos ambos
por la llegada de la cuarta, no sólo porque un buen banco precisa de cuatro
patas, sino, y principalmente, porque la historia y las leyendas cuentan que un
hijo único, el más pequeño y mimado entre féminas hermanas, irremediablemente
acarrea problemas educacionales, profesionales e insomnios maternos y paternos,
acrecentados en la senectud. Y fue además un “acierto” pleno, pues sus hermanas
disfrutaron haciendo de madrecitas de su hermana pequeña como demuestran las
fotos adjuntas.
Una
vez desvelado el “misterio” del título y después de la bienvenida a la Cuarta
de las González, dediquemos un breve espacio, merecidísimo, a sus hermanitas,
quienes compaginaban a las mil maravillas el papel de niñeras, con el de
estudiantes de bachillerato, al cambiar de ruta y de colegio, sustituyendo el Colegio
Alemán por el recién inaugurado Instituto de Enseñanza Media de Guecho, y el
torturador madrugón y lento viajecito en autobús recogiendo alumnos por la ría
y city bilbaínas hasta Ocharcoaga por un paseíto mañanero hasta Fadura, a tiro
de piedra de Kasune.
“Acierto”
al pleno y ”Compensación” asegurada, según proclamaba el título del capítulo,
pues nuestras tres mayores salieron a flote respondiendo brillantemente al
cambio, obteniendo felicitaciones, reconocimiento y hasta premio en algunas
asignaturas, como demuestran las históricas y elocuentes fotos de entrega de
premios por D. Jacinto, popular director del Instituto, y los profesores de las
asignaturas correspondientes.
Sin
embargo, cuando Antje acababa ya de cursar 1º de Filogía Moderna en Deusto,
y el patriarca superaba una seria
estancia de casi un mes en el hospital de Basurto, una llamada-oferta de la
Complutense madrileña propiciaba otro cambio de mayor envergadura y trascendencia
y clausuraba una de las etapas más hermosas y determinantes de nuestras vidas.
Etapa que permanece grabada con letras de oro en nuestra memoria como premio a
nuestro saber estar, aceptar y adaptarse a otras tierras, lenguas, culturas,
climas y circunstancias. Pero de todo esto, y mucho más, en el capítulo
correspondiente.
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