1. UN BACHILLARATO de Infarto
El Bachillerato de hoy se parece al de hace medio siglo como el día a la noche. No sería descabellado calificarlo de desatino o dislate. Y siendo más moderado y realista el mío podría catalogarse de Bachillerato sin libros o Bachillerato de pacotilla. Cualquiera de ellos, incluido el del enunciado del capítulo, le sentaría como anillo al dedo. Su proceso discurrió entre lo irracional y lo inhumano.
La única lógica sostenible fue la del Ministerio de Educación al convalidarme única y exclusivamente los cuatro primeros años del seminario, debido a la escasa coincidencia de los planes de estudios de ambos centros. Como el Bachillerato superior constaba de siete años mas Reválida, para obtener el título me quedaba como salida única examinarme de los tres cursos restantes. El papá Estado me concedió, muy generosamente, la opción de poder matricularme libre de los tres en una sola convocatoria. Ni corto ni perezoso me eché la manta a la cabeza y tomé la descabellada decisión de examinarme de los tres en una sola tacada. Las asignaturas troncales como se dice hoy día, eran las consabidas de Lengua española y extranjera (Alemán - ¡vivir para verlo!), Latín y Griego, Filosofía, Historia de España y… el punto flaco en mi penoso batallar curricular: Matemáticas, Física y Química.
Para tan osado reto me fui a “preparar” a Salamanca. La casa de mi hermana Aurora, siempre con las puertas abiertas de par en par, me sirvió de parada y fonda, de estímulo y compañía durante todos los años de carrera. En el barrio de mi hermana vivía un estudiante de Ciencias, Crisantos Albarrán, una eminencia en Matemáticas. Muy popular y admirado como profesor de clases particulares. Durante un par de meses intentó adiestrarme en el campo de las Mate y las Ciencias. La preparación de las asignaturas restantes corría a cargo de mi propia cuenta y riesgo. ¡Allá te las arregles cómo puedas! Sin libros. Sin método. Sin orden ni concierto. Me incentivaba y transmitía ligera tranquilidad el dominio de las asignaturas cursadas en el seminario.
Lo inconcebible y tragicómico de la odisea faltaba por llegar. Una retahíla de incesantes, casi simultáneos exámenes, mañana y tarde. Auténtica olimpiada, ¡como si los osados sufridores fuésemos una máquina de fabricar churros! ¡Dos días completos! Los dos primeros obstáculos – quinto y sexto- fueron coser y cantar. Faltaba el rabo por desollar como se dice por tierras ganaderas. Y nunca mejor utilizado el dicho. Porque restaba el temible séptimo. Al fin fue también salvado, aunque “dejando los pelos en la gatera “, según viejo proverbio charro. Un 3 en filosofía: “Filosofía de los peripatéticos y El método de la razón de Descartes” fue la pregunta en el examen oral. ¡Qué atrocidad! En matemáticas un 4. Las fieles compañeras de por vida– Lenguas y Letras me salvaron de la quema y sirviéndome en la media de tabla de salvación a la que me así como naufrago con el agua al cuello.
2. Una REVÁLIDA de MUERTE
Si el Bachillerato fue una operación de Infarto, la Reválida fue un trance de Muerte. Antes del invento de las LOGSES, LOES, Exámenes de Estado y otras tantas de esas maravillosas siglas o zarandajas, invento de la sesera de los magníficos políticos que no engendran más que estos abortos, los bravos bachilleres que soñaban con estudiar en la Universidad, tenían que sufrir, nunca mejor dicho, un examen de las asignaturas básicas del Bachillerato ante un tribunal integrado exclusivamente por catedráticos de Universidad. Mayor y mayúscula aberración, impensables. Era como pretender hermanar un riachuelo con un océano o una pulga con un elefante.
Una vez más la tortura de siempre elevada a la enésima potencia: ¡Matemáticas, Física y Química a la vista! Menos mal que también puntuaban los latines, geografías, historias, lenguas y letras. Aprobé a la primera, ¡qué heroicidad! Un amiguete de Villarmayor, pueblo salmantino de la cuñada Chon, tiró la toalla después de ocho suspensos consecutivos. Los compañeros de Apemes (v. Capítulo “Una Academia cum laude”), Palmira (aún libre de trabas amorosas ), su hermana Tina y el amigo Juanito Martín, aprobaron a la segunda, muy de celebrar en aquellos tiempos de tragedias estudiantiles a la orden del día. El resultado del examen se hacía público en la prensa local y en el tablón de anuncios de la Universidad. Cada examinando, como si de presidarios se tratase, tenía el numerito correspondiente. En convocatorias normales la cifra solía rebasar el millar. Solamente recuerdo que el mío era un setecientos y algo. La ausencia de tu número en el tablón de marras solía provocar escenas de tragedia helénica: profusión de lágrimas, lloriqueos y hasta algún que otro desmayo.
Pero dejemos a un lado la razón de la sinrazón, e inmortalicemos tanta locura con dos anécdotas para amenizar el capítulo:
Universidad de Salamanca |
Con gran estupor logré también el pase en Ciencias, ante uno de los ogros, ¿otro más?, del tribunal, el profesor Teresa. Joven catedrático catalán, estiradillo y engreído. Uno más a los que en su deambular de La Plaza Mayor a la Universidad, Rúa arriba y abajo, había que dejarles expedita la acera con reverencia incluida.
Entre sustos y temores transcurrió la serie oral, apareciendo al fin el setecientos y pico, mi numerito de marras, en el tablón de anuncios de la Universidad. Pero, ¿dónde aparecen esos momentos mortales anunciados en el título del Capítulo? Como suele ocurrir en muchas películas y novelas el relato empieza por el final y concluye con el principio. Este es nuestro caso. Aquellas memorables y fatídicas Reválidas, como todavía recordarán los afortunados supervivientes de aquellas odiseas, se dividían en dos fases, una escrita y otra oral. A esta última pertenecen las dos anécdotas reseñadas. El examen escrito constaba de tres partes: Traducción de un texto latino, una Redacción de tema libre y un problema de Matemáticas o Geometría.
La famosa "rana" |
La Redacción, un tema de actualidad, no ofreció dificultad alguna al bachiller que empezaba a exteriorizar su tendencia literaria. Entre pitos y flautas y a trancas y barrancas, salvados sustos y escollos, vi abiertas y franqueables las puertas de la Salmantica que “docet”, según su presuntuoso lema histórico.
Pero previo a ese paso transcurrirá un largo interregno de un par de años. Años de estudios, prácticas primarias y docencia primera: Estudios de Magisterio y estreno profesional en Vegas de Matute (Segovia). Ambos merecen capítulo aparte.
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