¡Dejemos hablar al Tiempo!)
En el capítulo precedente J.C. Onetti, y su brillante pluma lírica suplicaban con ejemplos líricos insuperables… “DEJEMOS HABLAR AL VIENTO". Hoy, en el presente, una vez más, volvemos a ceder la pluma a mi admirado Onetti para presentarnos al simpar “colega” y a su inmortal y universal creación:
“Todos los novelistas, sea
cual sea el idioma en que escribamos, somos deudores de aquel hombre desdichado
y de su mejor novela, que es la primera también y mejor novela que se ha
escrito”.
Don Quixote y Dulcinea, ilustración de Jean Bosschere. |
Leyendo, disfrutando - ¡y refrescándose! - el pasado tórrido verano con la relectura de “El ingenioso Hidalgo de la Mancha”, este humilde y veteranísimo bloguero volvió a enfrascarse - una vez más - con las Mudanzas Meteorológicas y el papel y trascendencia del Tiempo en las aventuras y desventuras quijoteriles. Esta vez siguiendo, por tanto, el ejemplo, y plagiando, al excepcional “meteorólogo” Don Miguel de Cervantes - “moderno hombre del tiempo” - ... y tomando préstamos de su inmortal herencia. “La del alba sería cuando Don Quijote salió de la venta tan contento, tan gallardo por verse armado caballero, que el gozo le reventaba por la cincha del caballo.” (cap. III parte 1ª)
Pero ya en el segundo capítulo “Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso hidalgo”, Cervantes comenzará su meticulosa información meteorológica como sigue: “Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día, que era uno de los calurosos del mes de julio, armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante… y por la falsa de un corral salió al campo”. (cap. II 1ª parte).
Y continúa informándonos D. Miguel, que “nuestro flamante aventurero iba hablando consigo mesmo […] Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos … y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus arpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora …” (cap. II 1ª parte).
Y unos capítulos más adelante Cervantes continúa
su minuciosa información como “hombre del tiempo” con la noticia que da título
al presente capítulo del Blog:
“Y así, sin darle parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día, que era uno de los calurosos del mes de julio […]” Y sin importarle un bledo condiciones atmosféricas y sinsabores de la meteorología, (según informa a su Ama) “los caballeros andantes verdaderos, al sol, al frío, al aire, a las inclemencias del cielo, de noche y de día, a pie y a caballo, medimos toda la tierra con nuestros mismos pies [...]” (cap. VI 2ª parte).
Y… también un año más, y una vez más, Cervantes y Don Quijote se quejaban, ambos a dúo, de las inclemencias del Tiempo: “Era el caso que aqueste año habían las nubes negado su rocío a la tierra y por todos los lugares de aquella comarca se hacían procesiones, rogativas y disciplinas, pidiendo a Dios abriese las manos de su misericordia y les lloviese; y para este efecto la gente de una aldea que allí junto estaba venía en procesión a una devota ermita que en un recuesto de aquel valle había.” (cap. LII 1ª parte).
D. Quijote en los campos de Montiel (Ilustr.: Jiménez Aranda, José (1837-1903) |
Si bien el amanecer y el alba, la rosada
aurora y la alborada, según el sabio que escribió la historia de las
andanzas del famoso caballero, eran horario predilecto del
madrugador caballero andante, ambos a su vez eran amigos del tiempo,
madrugadores a ultranza y enemigos del sol “fementida canalla”. Sirvan de muestra
algunos ejemplos:
“Mas apenas comenzó a descubrirse el
día por los balcones del oriente” (cap. XIII 1ª parte).
“Acabó en esto de descubrirse el alba, y de parecer distintamente las cosas,
[...]” (cap. XX 1ª parte).
“En estos coloquios y otros semejante pasaron la noche amo y mozo; mas viendo que […] a más andar se venía la mañana” […](cap.VIII 1ª parte).
Sin embargo, cuando “en fin llegó el último día”
y “Don Quijote cayó malo”... “durmió de un tirón, como dicen, más de seis horas” [...] (cap. LXXIII
2ª parte)
El tiempo fue hasta el final de
sus correrías amigo inseparable de Don Quijote y Sancho: “Siento que me voy muriendo a toda priesa” [...] confiesa en el
lecho de muerte, lo que hizo conjeturar que había “vuelto con tanta facilidad de
loco a cuerdo”. (cap. LXXIII 2ª parte)
“A Don Quijote los cuatro (últimos) días de espera se le iban haciendo a la cuenta de su deseo cuatrocientos años”. “Señores, dijo Don Quijote, vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño, no hay pájaros hogaño” [...]. (cap. LXXIV parte 2ª)
Y cerramos el presente capítulo con el sentencioso y meticuloso mensaje sobre “El Tiempo” con el que la inmortal pareja meteoróloga - Cervantes - Don Quijote - cierran su universal historia:
“El tiempo es breve, las ansias crecen, las
esperanzas menguan y con todo esto llevo la vida sobre el deseo que tengo de
vivir”.
(Dedicatoria de “Los trabajos de Persiles y Segismunda”, publicada en 1617).
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