La Historia Interminable
"Los Árboles
hacen más azul el azul del cielo" (MJG)
El protagonista de
la siguiente historieta vino al mundo en un pueblecito castellano-leonés, más
concretamente salmantino, al que pudiéramos catalogar como el 3P: Pequeño,
Pobre, Perdido.
Pequeño, pues sus vecinos no llegaban a la veintena. Perdido, ya que en el
aquel entonces no había llegado todavía el asfalto al par de caminos de carros
que lo comunicaban con los poblados vecinos. Y Pobre, finalmente (en plena
acepción del adjetivo y por mi relación y conocimientos de arboricultura), pues,
exceptuada la encina y familia, el árbol que le prestó nombre: Carrascal (1.
sitio poblado de carrascas, 2. encina pequeña o mata de ella) y las zarzas
(zarzamoras) invadiendo paredes divisorias en los minúsculos “cortinos” de la
periferia, el resto de vegetación arbórea podía contarlo con los dedos de una
mano. De frutales, árboles de adorno, coníferas, incluso de choperas, alamedas
y robledales… ¡nada de nada!
El niño amante de
los animales creció, vivió, y convivió, con gatos y perros, gallinas y palomas,
cabras y ovejas, cerdos y burros, mulas y caballos, vacas y bueyes… entre los
que se sentía como pez en el agua. Y, ¡para qué contar de las aves y pajaritos
que alimentaban sus sueños! Pero entre ellos reinaba el vacío y la pobreza
vegetal -¡ni flores, ni jardines, ni árboles!-, la dominante en los secos
veranos y lluviosos inviernos de meseta. Excepción que confirma la regla:
algunos chopos -tres de ellos legendarios ¡desaparecidos!- estirándose hacia el
cielo, enhiestos vigilantes: 1. el del camposanto, 2. el del “cortino” del
señor Eusebio a la entrada única del pueblo, en el camino de San Pedro, dando
la bienvenida a los forasteros, y 3. el de los charcos, centinela por el este.
Tal vez fueran
estas circunstancias primitivas, el vacío o la pobreza vegetal, quienes al
ampliar mis horizontes, desataron en mi alma el interés y la pasión por la
Naturaleza.
Cuatro fueron las
etapas importantes en mi largo deambular por el reino vegetal. Fases o momentos
que configuraron este recorrido por el Bosque de mi Vida.
El Árbol en el Pasado recobrado.
Primeros pasos:
Zarapicos, autodidactismo idílico.
Este minúsculo
municipio, a tiro de piedra de mi Carrascal, distancia recorrida de niño
saltando y cantando hasta la casa de mis abuelitos paternos, fue mi primera y
más práctica “Cartilla de Ciencias y Amor a la Naturaleza”. “Oasis de verdor y
frondosidad”, lo definí en uno de los primeros capítulos de este Blog.
Simplemente quiero repetir que allí se fraguó mi amor y pasión por la Naturaleza.
Rara era la
familia que no compaginaba jardín con huertecito, flores con frutales. Fue
vivero y escuela de prácticas y cariños: con primos y amigos aprendí a
distinguir alamedas, donde anidaban las oropéndolas, de choperas preferidas de
las urracas. Con el par de frondosos alcornoques y algún roble en el
Valporquero, huerto del abuelito, aprendí a diferenciarlos de las encinas del
monte de Carrascal. Y en los babilónicos jardines de la tía Irene convivían
flores y frutas: rosas de todos los colores y un árbol del paraíso, compitiendo
en aromas con mimosas y celindas. Peras, ciruelas y manzanas de toda clase,
coloridos y sabores, alternando con membrillos, nogales e higueras, avellanos y
almendros. Unos y otros, todos ellos, continúan adornando la plaza de mi
memoria con las ramitas y frutos robados a los que se atrevían a sobrepasar la
pared de la plaza del pueblo.
El Árbol hecho Palabra y Poesía
Un paso de gigante
en este campo fue el descubrimiento de la belleza de la Palabra y la Poesía: al
Árbol debo también mi debut escriturario y mi afición a la pluma. Incentivado
por el artículo de prensa local que noticiaba la Fiesta del Árbol, redacté una
breve reseña de la historia de dicha fiesta. Animaba a los lectores de La Gaceta
Regional a seguir el ejemplo de Nebraska (EE.UU) donde a partir del 10 de abril
de 1872 -primera fiesta del árbol registrada- llegaron a plantarse más del
millón de árboles para proteger del viento, las tormentas y la calima las
llanuras de este estado americano. Y tuvo que llegar -¡y llegó!- mi devoción al
árbol en forma de verso. Fueron los chopos y álamos del río, de mi trocito de
Tormes, quienes
me arrastraron hasta la pasión por los álamos y chopos del Duero de Antonio
Machado:
He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la Ribera
…
Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas
…
Esos chopos del río que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua cuando el viento sopla…
El árbol hecho
verso. El árbol un libro abierto. El jardín y el huerto convertidos en Poesía.
Paisaje y Poesía armonizados al ritmo de “Campos de Castilla” de A. Machado, de
“El Ciprés de Silos” de Gerardo Diego, de “La Encina” de Gabriel y Galán, y de
“El Huerto “… “Del monte en la ladera, plantado…” por Fr. Luis de León, ...
Alemania, mi maestra en tantas materias
La ampliación de
horizontes culturales y profesionales, desencadenada del lastre del pasado,
acució mi afición y amor a la Naturaleza, a los vegetales y a las plantas. A
ello contribuyó también cierto episodio anecdótico que me permito relatar a
continuación (¡el suspenso más vergonzoso en mi carrera de aprendizajes!): durante
mi primera estancia como becario en Frankfurt, supe conquistar la amistad del
director de Turismo en la ciudad del Main. Herr Möhring, tal era su nombre,
funcionario cordial y hospitalario, acogió con simpatía y altruismo a este
españolito, uno de los primeros emigrantes hispanos que llegaban a la Alemania
de Postguerra a mediados del pasado siglo. Con frecuencia invitábame a su casa
y a pasear por el frondoso bosque de la ciudad, el famoso Frankfurter Wald. En
su interés por el español y la cultura española insistía una y otra vez en
repetir la pesadita pregunta habitual en nuestros paseos: Wie heisst Das?” (“¿cómo
se llama esto?”), refiriéndose a todo tipo de vegetal del entorno. ¡Tierra
trágame! Como buen españolito, para mí todas las coníferas eran pinos, todos
los árboles con hojas eran chopos y todos los arbustos escobas o carrascas.
¡Qué vergüenza! ¡No sabía ni un solo nombre en español! En suma, cero en
terminología y conocimientos de botánica y arboricultura. Pero no hay mal que
por bien no venga. Desde aquel suspenso, me apliqué en cuerpo y alma a
observar, estudiar y disfrutar de la naturaleza. ¡Un inmenso espacio se abría
ante mí! Muestra de ello son la plantación y cultivo de árboles y plantas de
todo tipo en La Colina de Valmiguel: “vivero familiar” donde impera el valor y
belleza del árbol, el amor a las flores y las plantas.
La Colina de Valmiguel en Palacios del
Arzobispo y los Jardines familiares.
Historia
interminable. La
práctica hace al maestro. Y… “la labor de la viña, ella lo paga en vendimia”… en
fruto, agradecimiento y alegrías. El Amor al árbol, plantas y flores es
tradición familiar que mis hijas, yernos y niet@s cultivan con esmero. En su
pequeño jardín crecen: higueras o nísperos, ailantos o acacias. Florecen lilos,
forsitias y mimosas. Adelfas y romeros. Prunos, árboles de Júpiter y trepadoras
varias. Al cobijo de las parras de uvas, flores de primavera y verano pueblan
arriates y jardineras, tiestos y terrazas. En el Bosque de las ilusiones
familiares conviven perennes, brotando y floreciendo todas las primaveras,
infinidad de árboles y plantas adornando las veredas de nuestro caminar.
Árboles, plantas y flores son nuestros mejores aliados.
“Si supiera que el
mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol”. (Martin Luther
King)
Y como punto final,
un pensamiento griego que subrayo pretendiendo llevarlo a la práctica:
”Una sociedad se
hace más grande, cuando los ancianos plantan árboles, aunque saben que nunca se
sentarán a su sombra”.
[i]
Nota obligatoria. El pueblecito 3P
continúa pequeño, es cierto. Pero, transformado en el de las 3R: “Resucitado,
Remozado y Reencontrado”. Resucitado y remozado por nuevas generaciones, que de
las ruinas y abandono han levantado vida y verdor: un coqueto parque al amparo
del campanario, chalés y nuevas viviendas con su jardincito y sus flores.
Incluso hasta nuevas plantaciones en lugares simbólicos. ¡Fiesta del Árbol
publicada en La Gaceta!