Adormecido y apático. Cansino y cansado, sin saber qué hacer con mi tiempo. Inactivo y alicaído intentando superar pensamientos sombríos y recuerdos, se me ocurrió retomar el bolígrafo y el blog varios meses en paro, cuando… - perdone el bloguero lector este obligatorio inciso- cuando el teléfono tempranero nos trajo la triste -aunque esperada- noticia de Luisa Regalado: "Pepe ha muerto. Ha dejado de respirar después de una noche tranquila dormido".
…
Pepe Regalado formaba, con Palmira y Manolo, el trío familiar nonagenario puro y duro. Él, el más joven, con 92 tacos. ¿Qué más vamos a pedir?
Las familias González Herrero y Regalado Herrero, quizás por culpa de un servidor -asentado durante una larga década en Algorta después de su traslado de Alemania a la universidad vizcaína de Deusto-, han sido dos de las más estrechamente vinculadas. Pepe y su mujer Dori, quien nos dejó con su temprana muerte antes de alcanzar los 70, vinieron a Euskadi, aconsejados y guiados por Palmira y Manolo, asentándose en un principio en Ermua -donde Dori fue profesora y nacería Javi, el benjamín del "septeto", y Pepe trabajando como encargado en Postes Nervión, empresa importante vizcaína y en localidad cuyo nombre no recuerdo. Seducidos y arrastrados por el tirón familiar, acabaron asentándose a orillas del Cantábrico, echando raíces en Berango y floreciendo también a nuestra vera en Algorta.
Fallecida Dori, trascurridos varios años de soledad, Pepe encontraría alivio a su viudez en Venezuela, en nuestra dulce y cariñosísima Zulay. De donde retornarían, tras varios años de estancia en el continente americano, para disfrutar el final de su senectud en Algorta, rodeados, en todo momento, del calor y compañía de todos sus Regalados.
Palacios sería -patria chica de Regalados, González y Herreros en todo tiempo, y... ¡ojalá! continúe siéndolo durante muchos año más- solar familiar veraniego: escenario óptimo de "Herreradas", encuentros deportivos, corales y culinarios.
Palmira y Manolo están orgullosos -¡recuerdo inolvidable!- de haber compartido mesa con Pepe y Zulay, y con nuestro ahijado Ramón, en Peñausende escasas semanas anteriores a su última despedida.
Pepe, charro por los cuatro costados, serrano de Linares de Riofrío, fue desde sus primeros años matrimoniales y a lo largo de su recorrido- principalmente en nuestras estancias palaciegas, y desde su breve estancia en Santiz, el factotum familiar: maestro-técnico, arregla-averías, chaperones y estropicios universales: fontanero, electricista, mecánico de coches, relojero, etc. etc.: recio, duro, como su hirsuta cabellera -íntegra hasta el final-. Lo mismo servía para un roto, que para un descosido. No había fechoría mecánica que se le resistiera. Incluso hasta en la cocina hacía sus pinitos y dejó su impronta: ¡los churros de Pepe para el desayuno gozaban de fama familiar interprovincial! Compitiendo con sus asados y pescados, sobresaliendo carpas y barbos que él mismo pescaba con su caña en el Tormes o el pantano de Cañedo.
Pero muestra de su pericia manual y
mecánica sirvan de ejemplo -con la simple intención de aliviar nuestra
tristeza, en estos primeros días sin su compañía- las siguientes fazañas:
dos peripecias o correrías de entre las numerosas que disfrutamos ambos
juntos en nuestra juventud:
Pepe Regalado relojero
Fecha de actos: una noche de un San Juan
cualquiera. Pepe Regalado y Manolo González, dos chulillos
estudiantes salmantinos, viajaban "estiraos" -aunque sin un duro en
el bolsillo- de la capital al pueblo a "ver la novia": dos de las "guapas"
hijas del señor secretario, autoridad relevante de aldea en aquellos tiempos.
Concluido el "baile de la noche" -que antaño, siguiendo las estrictas normas morales de aquellos tiempos- comenzaba a las 10 y terminaba a las 12, la pareja de pardillos, después de unas copichuelas de Osborne con amiguetes en el bar de "tío José Manuel"- ¡nada que ver con el botellón de agora!- fueron a descansar las escasas horitas restantes al hotel gratuito de "cá Socorro", simpática y cordial parienta lejana, quien nos había reservado alcoba de lujo con mesilla y todo, despertador obligatorio. Artilugio y circunstancia pintiparada para que mi amigo "relojero" demostrase sus habilidades artesanales, pues el viejo artefacto no lograba marcar bien la hora.
La operación restauradora se extendía más de lo normal y nuestro dormilón Manolo desesperado , no pudiendo conciliar el sueño con la luz encendida, no cesaba de repetir:
-"¡Pepe, por favor! ¡Apaga la luz!"
Pero la luz continuaba impertérrita sin apagarse, y Pepe... erre que erre.
-"¡Ya voy! ¡Estoy terminando!"
Pero la operación no tenía fin. Todavía
queda por saber a qué hora finalizó Pepe su laboriosa tarea. Solamente recuerdo
con nitidez que el reloj marcaba las 7 en punto, cuando la pareja de "ilustres
novios fiesteros" se desperezaba para a las 8 tomar el coche de línea que
los devolviese a la capital.
Pepe Regalado automovilista pionero
El estudiante Pepe Regalado era un
estudiante de "alcurnia". Su padre, contratista de carreteras, era
dueño del primer "carro" particular familiar que figura en mi
memoria. Un "cacharrillo" de los años de Maricastaña, que había
que arrancar a manivela y empujar, con frecuencia, para que se pusiera en
marcha: Una vez más la siguiente aventura como ejemplo. Marca,
matrícula y demás pormenores técnicos para mí desconocidos. Pero suficientes
para que su joven dueño presumiese de automóvil, cuando la simple bicicleta era
todavía lujo y categoría social.
Ocasión pintiparada para corroborar que cuanto antecede fue la excursioncita de Pepe con su bólido y otros dos amiguetes -Manolo uno del trío- por lindos pueblecitos serranos próximos a Linares, lindo e inolvidable. San Esteban de la Sierra, en el que, al ascender por una cuesta más empinada de lo normal, el vehículo de marras se declaró en huelga, o mejor dicho en paro, y nos costó Dios y ayuda poner el rebelde motor en marcha. Pero no hay mal que por bien no venga: aprendí a manejar la manivela de un coche -orgulloso de ser precisamente el coche de Pepe Regalado y feliz de regresar contentos de la aventura a la capital.
¡Gracias Pepe! Sirva esta entrada de mi blog de
despedida merecidísima por familia tan numerosa como cariñosa, jovial y
animosa. Artística, musical y danzarina. Haciendo gala de tu apellido, han
sabido convertir tu herencia en verdadero y valioso "Regalo".
¡Adiós, Pepe! ¡Hasta pronto! ¡Tu última -23 de agosto pasado- muda, leve y dulce sonrisa de despedida en Peñausende-, nos acompañará siempre!