(Primera parte)
Perdonen nuestros lectores la
metamorfosis de mi blog convertido en pseudo-diario íntimo. Las memorias
no son siempre relatos de recuerdos de antaño, sino también comunicación de
sentimientos y vivencias recientes.
Las vacaciones de verano del 2013 (primero
y último13) de mis andaduras terrenales comenzaron en Palacios un 2 de julio y
concluyeron un 2 de septiembre del fatídico mal-augurador año. Dos meses justos
tras un impertinente retraso, que Dios quiera no vuelva a repetirse: Antje
hospitalizada en la Clínica Moncloa y el Opa con un resfriado de garganta. Si a
estas incidencias añadimos la primavera gris, con una Omi “radiándose“ y un Opa
operándose de cataratas, pues, como recoge el dicho popular, “apaga y vámonos”.
Acompañados de Lucila, Inés y Martín,
Palacios nos recibió con un sol cegador, sofocante y asfixiante, batiendo
records: tres o cuatro días acercándonos a los 40º. ¿Sería la temperatura, las
circunstancias familiares, una Colina menos concurrida de lo habitual, las
oscuras gafas de sol obligatorias, las causantes del retorno a la realidad
insospechada, escondida tras el espejo, falso amigo, o el espejismo de la edad,
en apariencia insospechable? “No sé, pero hay algo que explicar no puedo” - parafraseando
al romántico Bécquer.
Los días, largos. Semejantes a las
noches. Grises, aunque soleados, los primeros y, oscuras y borrascosas las
últimas: el sueño, costoso de reconciliar. Los fines de semana, inmensos: de
jueves a lunes. Algunos en solitario como el primero. Día y noche girando en
torno al teléfono esperando noticias de Antje. Soledad atenuada con la cariñosa
compañía de María José para ahuyentar los fantasmas tenebrosos de La Colina.
Nos trasladamos a la calle La Fuente de
Palacios, buscando la amorosa compañía de la vecindad - Tere y Miguel Ángel - y
acompañados durante los paseos nocturnos tranquilizadores de Pepita o Sure. El
acogedor dormitorio de Andrés con antigua campana de cocina castellana y su
claraboya-observatorio de estrellas elevó ligeramente mi decaído ánimo.
La enfermedad de Antje y vacío de la
Colina fueron circunstancias que enturbiaron el rumbo veraniego. La
incertidumbre del pronóstico en la Moncloa, el peso de la edad, de los años y
del pasado planeando sobre la Colina y reflejados en tristes horizontes,
próximos y lejanos. La evolución del pueblo y sus gentes. La transformación del
campo y la campiña: amarillentas y mortecinas rastrojeras deshabitadas,
bostezando aburrimiento, los oscuros pinares de los Cerracines, las pacientes, tristes
y serias - este año frondosas - encinas clamando compañía animal o humana.
A mediados mes llegó la necesitada y
ansiada compañía de Emma-Juan. Se hizo la luz. Efímera ante los inminentes
acontecimientos, pero graciosamente animada por los coristas de los Peñascales,
Juande, Manolo e Inma, quienes dieron sabor a la parrillada y a la velada de
despedida, con el humor del charro Manolo, rememorando historietas y batallas
de niñez y juventud en nuestra Salamanca.
También inolvidable el reencuentro con la
Tante Lola y el Onkel Pepe en Salamanca .La cariñosísima Tante, que telefoneaba
y rezaba diariamente por Antje, como otras(os) amigas(os) creyentes, para que
todo resultase bien. La fe mueve montañas. Los aperitivos cinco estrellas en un
bar de la calle Zamora y el humor característico e insuperable del Onkel (ejemplar
siempre su filosofía y postura modélicas ante los achaques) fueron
reconfortante remedio para mi alicaída moral.
Y la casi institucionalizada visita de Paloma,
casi una más de la familia, Jorge, siempre dispuesto a echar una mano en lo que
sea, Iván, mi pequeño gran amigo y su hermanita Ángela, llegan a la Colina para
aligerarnos del peso del verano con dejes otoñales, ya que anuncian de nuevo el
vacío de la Colina por otra semanita.
El 22 de julio queda especialmente
registrado en mi memoria: la operación de Antje: sol tibio las primeras horas
del día, atardecer lento y fresco. Las primeras noticias son satisfactorias,
pero quedamos a la espera del resultado de la biopsia.
Inesperada y terapéutica la visita de
Xili-Jesús. Los quijotescos molinos de viento en los altozanos de la raya norte
giraban incansables y desafiantes. Bocanadas de aire fresco. El teléfono cambia
de tono. No todo son penas y pesares. La vigorosa y recuperada, siempre cordial
y animosa, voz de Jesús anunciando su visita desde Golpejas cambió la película
ya en la antevíspera. Xili con su dulce sonrisa de oro y su placentera y
contagiosa bondad, Jesús con su bromista entusiasmo y su bonhomía, y Emma y Juan
con su exquisita merienda, marca de la casa, en la quietud acogedora de sus
tenadas, curaron por algunos días nuestra melancolía y nos contagiaron de su
positiva firmeza y animosidad.
Lucila, Joseba, Inés y Martín regresan, reanimando
y revitalizando nuevamente La Colina. Antje débil y encamada y todavía con
dieta total, se recupera poco a poco: los besos y abrazos de madre y hermana
pequeña sirvieron de medicamento reconstituyente y reconfortante.
“Dejemos
hablar al viento” (J.C. Onetti) ¡Dejemos cantar a los pájaros! Jugar, corretear
y gritar a los niños. Chapotear y regocijarse en la piscina, Martín con su tranquilo
y bonachón amigo Marcos, filósofo en ciernes, Inés bailoteando con su amiga Carla
en todas partes. Contemplemos el desfile de las nubes, la belleza y
magnificencia de los gigantescos cúmulos por oriente y occidente agrandada y
esclarecida con mis nuevos cristales de aumento. Mas, no podemos cambiar su
rumbo. Ni el susurro del viento. Ni regular el lenguaje de las aves. Los
pájaros interrumpen sus trinos entrado el verano con el cambio de sus plumas y
el silencio se enseñorea de los bosques y los campos. Las puestas de sol persistían
este mes en su nostálgica belleza. El resplandor de la luna se tornaba más
pálido. Pero al día siguiente el sol se levantaba brillante y estimulante por
levante anunciando la continuidad de la vida.
Algunos días y la mayoría. Las horas
transcurren lentas y los días… suma de contradicciones. Como la vida misma.
Conjunto de sombras y luces. De estas últimas dan testimonio “El Huerto”,
bálsamo de esperanza y entretenimiento y “La Viña”, sanatorio de mente y
cuerpo.